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Tenía tan solo una semana de vida cuando lo encontraron en un baldío en las zona de Las Cañitas en la Ciudad de Buenos Aires. Su madre lo había colocado en el pasto junto a su hermana. Adultos, jóvenes y cachorros sobrevivían en esa colonia de gatos echados a su suerte, una de las tantas que se contabilizan a lo largo y ancho del país.
“Al comienzo, obviamente, la mamá iba y venía. Pero luego de monitorearlos durante un día entero y sin señales de ella, decidimos que lo mejor era rescatarlos. Solitos no iban a poder salir adelante y les esperaba una muerte segura en ese lugar”, recuerda Natalia, responsable de la Asociación Civil Gatumanía, dedicada al rescate de felinos en situación de vulnerabilidad.
Los primeros días fueron difíciles. Con poco tiempo de vida, fue necesario alimentar a mamadera al bebé de manto negro y blanco de personalidad tímida y temerosa. “Su hermana Frutillita se fue en adopción. Pero él -como pasa con muchos michis tuxedo (el nombre que reciben por la similitud de su pelaje a un esmoquin)- fue quedando en su tránsito, viendo como los demás gatitos se iban a sus hogares definitivos y él no. Cuando llegaron algunos formularios de adopción preguntando por Higo, su tránsito nos avisa que no lo veía bien; que estaba con el manto feo, más flaquito y lo veía amarillo. Decidimos hacerle estudios y llegamos a la conclusión a la que todos temíamos: Higo tenía PIF. No lo podíamos creer, era nuestro primer gatito con PIF esa tan temida enfermedad”.
“No lo podíamos creer, tenía la enfermedad más temida”
La peritonitis infecciosa felina, más conocida por sus siglas como PIF, es una enfermedad viral descrita en el año 1963 por la Dra. Jean Holzworth que se ha llevado la vida de miles de gatos, la gran mayoría de ellos jóvenes menores a los dos años de edad, ya que no había tratamiento que lograra la cura.
Se produce a partir del contagio de un Coronavirus (que no es el mismo que el productor del COVID) y posterior mutación dentro del organismo. “Esto quiere decir que no es suficiente con contraer el virus; de hecho, la mayoría de los gatos lo contraen pero unos pocos desarrollarán la enfermedad. Tiene diferentes presentaciones clínicas: en la forma húmeda, se observan colectas de un líquido amarillento viscoso en el abdomen y, en menor frecuencia, en el tórax. Por su parte, la forma seca, de curso en general más lento y esquivo al diagnóstico, constituye todo un desafío para el profesional. Es habitual en la misma observar el aumento de los linfonódulos. En todas las formas es común observar fiebre, ictericia (coloración amarillenta de los tejidos), anorexia y pérdida de peso”, el médico veterinario Dr. Alexis Jaliquias, docente de la cátedra Anestesiología y Algiología del Hospital Escuela de la Facultad de Cs. Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires.
Sin embargo, hace algunos años, gracias al incansable estudio del Dr. Niels Pedersen, quien había dedicado gran parte de su vida a la búsqueda de oportunidades terapéuticas para esta dura enfermedad, aparecieron nuevos horizontes. “La PIF empezaba un nuevo capítulo, el de la cura”, aclara Jaliquias, creador del primer banco de sangre felino de América Latina.
“Higo no iba a ser la excepción”
A partir de ese momento, familias y pacientes podrían vivir un momento de esperanza. “Se probaron en estudios experimentales y luego en pacientes enfermos, un grupo de moléculas, principalmente una conocida como GS-441524 y se observó un abismo entre aquellas décadas pasadas sin respuestas y este nuevo renacer para la medicina felina”, destaca el especialista que atendió a Higo con menos de un año de edad y con síntomas de la más temida de las formas de PIF, la neurológica.
“Esta forma cursa con diferentes signos, como pueden ser ataxia (falta de coordinación), convulsiones, afección de pares craneanos, alteración del comportamiento o estado mental, etc. Realizamos el tratamiento con GS-441524 a la dosis indicada para estos casos y rápidamente los parámetros físicos y de laboratorio de Higo empezaron a mejorar. Tras 84 días vividos con mucha expectativa (ese es el tiempo que dura el tratamiento), un gran esfuerzo de Gatumanía y sobre todo de Higo, quien puso el cuerpo para recibir las aplicaciones a diario para curarse, llegamos al período de observación”, cuenta emocionado Jaliquias.
Todavía quedaban otras doce semanas quedaban por delante antes del abrazo y festejo final. “Más del 90% de los gatos se salvan hoy en día gracias a este tratamiento. ¡Y el caso de Higo no iba a ser la excepción! Ha sido una gran oportunidad la que tuve de acompañar a Higo y a tantas familias que han realizado el tratamiento, viviendo intensamente cada día hasta para poder llegar a la meta”, concluye el veterinario especializado en felinos y director de The Cat Clinic.
“Se ilusionó con una familia pero nunca llegó”
Poco a poco, Higo recobró su vitalidad, su manto recuperó su brillo, volvió a jugar y correr por toda la casa y se lo veía animado y saludable. “Venció a la enfermedad como un rey, y una vez más se volvió a ilusionar con su hogar definitivo pero eso no sucedió”, dice con tristeza Natalia de Gatumanía.
Con la esperanza de ayudarlo a dar un paso más en su camino hacia la adopción definitiva, Higo se mudó a una nueva casa de tránsito con Agustina Coronel Levaggi, en el barrio de Núñez y con la compañía de Berlín, otro gatito de esmoquin, como él. “Lo que diferencia a un tuxedo de otro gato es su patrón bicolor, su bello dibujo en blanco y negro. Higo ama estar con otro gato, ama la compañía de un par, funciona excelentemente bien con gatos chiquitos que son más inocentes y cero conflictivos. Con ellos se siente seguro y tranquilo. Él es súper agradecido, bueno, compañero, leal, inmensamente amoroso y juguetón y espera una familia hace tres años”, cuenta Natalia.
Higo es sobreviviente de PIF y eso lo hace un guerrero. Está en perfecto estado de salud. “Es tímido y tranquilo pero le gusta dormir pegadito y jugar con la cañita. Ama estar en el balcón mirando a las aves y bichitos pasar. Berlín tiene un año, es tamaño miniatura y realmente es uno de los gatos más cariñosos que conozco. Le encanta jugar a traer la pelotita de papel y se roba todo lo que estés usando. Ambos aman estar juntos, juegan, comen, toman agua y van a las piedritas al mismo tiempo. Higo siempre lava a Berlín con mucho amor. Son inseparables: por eso buscamos adopción conjunta para ellos. Confiamos en que la familia para ellos no tardará en llegar. Después de todo lo que Higo ha pasado, merece ser feliz por siempre con su amigo del alma y el amor de alguien que lo respete”, cierra Agustina.
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