En la casa museo de Domselaar, un pequeño pueblo de San Vicente, se hacen visitas guiadas por la construcción de 24 habitaciones, con recuerdos de época, levantada hace 149 años y se relata la trágica muerta de la joven
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“Les voy a contar la verdadera historia de Felicitas Guerrero. Hay dos historias, una es la oficial, que es la que dictaminó la justicia, y otra es la que trascendió en la familia, a través de generaciones contada por testigos presenciales”, asegura Mabel Podestá, investigadora histórica y recopiladora encargada de llevar adelante las visitas guiadas al Castillo Guerrero. Se trata de una impresionante casona de 149 años, oculta entre la vegetación del jardín, en Domselaar, un pequeño pueblo sobre la ruta 210, en el partido de San Vicente, provincia de Buenos Aires.
Así, en el transcurso de la visita, la guía irá desgranando los pormenores de la vida de Felicitas Guerrero, esa muchacha de la alta sociedad dueña de una de las fortunas más grandes del país, que quedó viuda muy joven y a los pocos años (en 1872) fue asesinada por un enamorado despechado. Ocurrió cuando apenas tenía 25, una noche de enero de 1872.
“Sabemos que Felicitas Guerrero se casó con Martín de Álzaga, el hacendado más rico de Buenos Aires por aquel entonces. Su fortuna venía de sus abuelos y sus padres. Era nieto de Martín de Álzaga y Olavarría, aquel que fue ajusticiado por el Primer Triunvirato en 1812 y sospechado de conspirar contra el gobierno. Su cuerpo fue colgado en una horca en la Plaza de Mayo durante tres días como medida ejemplificadora”, explica la guía a modo de introducción en el parque diseñado por Carlos Thays, antes de ingresar a la mansión.
Recuerdos, mobiliario y vajilla que hicieron historia
Hace unos años, Josefina Guerrero, sobrina nieta de Felicitas, había decidido abrir las puertas de su casa para que los visitantes conocieran la célebre historia con lujo de detalles (y no la versión oficial que se contó en ese entonces) y además recorrieran el castillo, que atesora recuerdos de Felicitas, mobiliario y vajilla antiguos. Aunque trascendieron versiones que el castillo estaba en venta, los dueños aclararon que nunca estuvo en venta.
Mabel transporta con su relato al 1800, recapitula cómo fue que forjó su fortuna Martín de Álzaga, el marido de Felicitas y los pormenores del matrimonio arreglado.
“A pesar de la negativa de Felicitas, que soñaba con dar el sí enamorada de alguien joven, terminó casándose con Martín de Álzaga en la iglesia de San Ignacio el 2 de junio de 1864. Por entonces ella tenía 18 años y él 50, le llevaba 32 años. Un año y medio después, en 1866, nace su primer hijo, al que bautizan con el nombre de Félix Francisco Solano, pero el niño fallece a los 3 años y tres meses, muy probablemente por la epidemia de cólera que había en Buenos Aires. Este hecho afecta la salud ya bastante deteriorada de Álzaga. Felicitas ya estaba embarazada de su segundo hijo, una nueva esperanza para el matrimonio, pero nace muerto. La salud de Álzaga se agrava y muere 15 días después, el 17 de marzo de 1870 a la edad de 56 años”, detalla Podestá.
La historia la reconstruyó a través de varias charlas con Josefina (fallecida en junio de 2018), que a su vez la había escuchado de su abuela Mary, esposa de Antonio, hermano de Felicitas. Antonio estuvo presente cuando Enrique Ocampo, ese amante despechado, le pegó el tiro que acabó con su vida. También consultó el Archivo General de La Nación, recorrió diferentes cementerios, archivos parroquiales y literatura alrededor de su vida.
Una figurita difícil de encontrar
“En cuanto a fotografías, hay un tráfico increíble, álbumes completos, que han ido al exterior. Ahora para mí, la figurita difícil es la foto de Felicitas vestida de novia. Hace años que estoy detrás de eso y no la consigo”, sigue Mabel.
Es importante señalar que Felicitas nunca estuvo en el castillo, construido unos años después de su muerte como refugio para desahogar las penas de la familia Guerrero por la pérdida de la hija mayor.
Los padres de Felicitas heredaron la abultada fortuna de Álzaga, así que podían darse el gusto de hacer construcciones fastuosas. La casa, que al principio se llamó San Carlos, la construyó un arquitecto francés, con estilo netamente francés: techos a la mansarda, columnas, un sótano en altura y 24 espaciosas habitaciones, muchas de las cuales se conservan en buen estado, porque la casa está permanentemente en refacción.
En la casa se ocultó algo durante décadas, que ahora pueden ver los visitantes: el arma con la que Ocampo mató a Felicitas y que Antonio escondió durante toda su vida.
“Felicitas queda viuda y dueña de una gran fortuna. Debe guardar un riguroso luto, pero al año comienza a frecuentar reuniones sociales. El poeta Guido Spano la llamó “la mujer más linda de la República”, “la joya de los salones porteños”. Obviamente no le faltaban pretendientes y entre ellos se encontraba Enrique Ocampo, tío abuelo de las escritoras Victoria y Silvina Ocampo. Él creía tener un lugar preponderante en el corazón de Felicitas, pero no hay pruebas de ello, no hay cartas ni transmisión familiar que asevere esa situación”, explica la guía.
Felicitas, dueña de miles de hectáreas, estancias y propiedades, también había heredado la quinta La Noria que había pertenecido al abuelo de su esposo y que se encontraba en donde hoy está la plaza Colombia, en Barracas.
Una muerte ¿anunciada?
“Luego de la muerte de su esposo, ella misma tomó las riendas de los negocios de su marido, asistida por su hermano Carlos Francisco y por su padre. Hay cartas que dan fe de ello, en donde le da instrucciones a su hermano con respecto al manejo de las estancias, la hacienda y el personal. Pasaba sus días muy ocupada en tales tareas, mientras tanto Enrique Ocampo debe viajar por negocios a Europa”, sigue Mabel, antes de avanzar en los pormenores de la trágica noche de su asesinato, cuando aquel pretendiente llamado Ocampo regresó de Europa a ver a Felicitas con intenciones de pedirle casamiento, pero ella ya se había olvidado de él, pues había iniciado un noviazgo con un jinete joven y buen mozo llamado Samuel Sáenz Valiente, cuyos campos eran linderos a los de la viuda.
“Cuando se lo manifiesta a Enrique, él enfurece y le dice que si no se casa con él no se casará con nadie y se va. Mientras tanto, Felicitas y Samuel deciden hacer una reunión con los familiares y amigos más íntimos en la quinta La Noria de Barracas para anunciar su compromiso. Pero ese mismo día, Ocampo va al lugar y se hace anunciar para hablar con ella. Enrique quería conocer su última palabra, a lo que ella le respondió que no se casaría con él ya que esa misma noche anunciaría su compromiso con Samuel.
Ocampo fuera de sí, saca un arma y le dispara en el hombro derecho. Felicitas intenta salir de la habitación y se le engancha la cola del vestido, Ocampo dispara nuevamente y Felicitas cae mal herida”, apunta la guía. Claro que para conocer los detalles del trágico desenlace habrá que estar presente en la visita guiada, porque si no sería como contar el final de una película. Pero en la casa se ocultó algo durante décadas, que ahora pueden ver los visitantes: el arma con la que Ocampo mató a Felicitas y que Antonio escondió durante toda su vida.
De rumores y fantasmas
En cualquier caso, nunca faltan las historias y los rumores que aseguran que la casa está habitada por fantasmas, más precisamente el alma de Felicitas que merodea el lugar y muchos ni se acercan a la construcción, oculta entre los árboles añosos, porque la fachada luce despintada o por el crujir de los pisos de madera, viejos, gastados.
Después de la historia que cuenta Mabel se puede recorrer el castillo que perteneció a Josefina Guerrero, nieta de Antonio Guerrero. En la casa, diseñada con todos los adelantos y comodidades de cualquier casa aristocrática de la ciudad, se destaca un cuarto colonial con ropa de Felicitas, un retrato póstumo, porque no había de ella en vida, y hasta el dedal que usaba. También pueden apreciarse los pisos ingleses, un piano alemán que ganó el primer premio al mejor piano construido en Europa, obras de arte y mobiliario original que perteneció a la familia de Carlos Guerrero.
Además, puede visitarse la biblioteca con más de dos mil volúmenes, primeras ediciones, libros de arte, historia, una Biblia de 1777 y colecciones en español y en francés, un comedor con la mesa servida con un juego de losa inglesa que usaban los Guerrero, ollas de cobre de más de 140 años y sillas inglesas del siglo XVIII. Todo tal como era entonces.
La mansión también fue set de filmación de Crónica de una fuga, la película de Adrián Caetano, que contaba la historia de una fuga en un centro de detención. Un paseo original para los que les gusta bucear por la historia argentina, que se puede combinar con una escapada para almorzar o quedarse el fin de semana en algún campo de la zona.
Datos útiles
Cómo llegar. El castillo Guerrero está en el km 58 de la ruta 210, en Domselaar (Partido de San Vicente). No se ve desde la ruta, porque la vegetación lo tapa. Sólo un cartel indica el acceso. La visitas se realizan los domingos, a las 14.30. Duración: una hora y media. Cuesta 800 pesos; niños, hasta 12 años, 400 pesos. Menores de 3, sin cargo. Reservas por Whatsapp 11 7613 6158.
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