Creó lámparas originales que son un éxito y cuentan con el sello del Buen Diseño
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Desde chica que a Lucía Torres (35) le llamaban la atención las máquinas, el funcionamiento y los procesos, así que terminó el colegio y entró a la UBA para estudiar diseño industrial, abrumada por la nueva modalidad universitaria prefirió estudiar fotografía durante cuatro años, “flasheé con ser fotógrafa de la National Geographic, fue mi sueño durante un tiempo”, pero volvió a darle una oportunidad a la vida universitaria y empezó Diseño Industrial.
Hija de una mamá odontóloga, un papá contador y hermana de Germán Torres, el reconocido panadero, su familia fue siempre su sostén y motivación: “si bien mis papás son universitarios y tienen trabajos tradicionales, los dos vinieron de Ramallo para hacer carrera, había una búsqueda personal de crecimiento y es algo que se trasmite. Los dos son super profesionales y se dedicaron a sus trabajos, mi mamá no dejó de viajar a congresos cuando éramos chicos y para mí eso está buenísimo y es un modelo de no dejar de lado las cosas por la familia sino que vaya de la mano todo junto”, cuenta Lucía.
Un trabajo práctico le cambió la vida
Empezó la carrera sin saber mucho qué hacer después, siempre le gustó el diseño de autos y un poco se imaginaba haciendo eso. A la par que estudiaba trabajaba vendiendo zapatos.
Como corresponde a la carrera universitaria estaba llena de trabajos prácticos para realizar, pero hubo uno en particular, en tercer año, que Lucía no sospechó que iba a ser el comienzo de su nueva vida. “La consigna era a través de distintos cortes en un material plano, fuera papel, cartón, vidrio o madera, lograr generar movimiento, algo 3d, podía ser una torsión, flexión, y no estaba apuntado a un objeto o producto, era el estudio de la forma. Vos tenías que generar eso y según el dibujo se movía o no, se partía, iba para un lado o para el otro, tenías que estudiar un poco la composición del material y que movimientos te iba a permitir hacer y cuales no”, recuerda Lucía.
Admite que ese tipo de materias eran las que mas disfrutaba, a ella nunca le gusto mucho el diseño, ni siquiera sabe dibujar con lápiz y papel, Lucía es curiosa, le gusta ver lo que pasa, el desarrollo sin importar a donde va a llegar, ella quiere estar presente en el proceso, “que es lo mismo que me gusta de la maternidad, quiero ser testigo de la vida de mi hijo de seis años. Para mí no hay nada mejor que ser mamá, me gusta estar en mi casa con él y cuando está en el cole trabajo en el taller que lo tengo cerca. Llenarme de cosas y estar para todos lados no es lo que quiero”, asegura.
Los trabajos de la facultad no los hacía sola, formó un buen grupo con Guido, un amigo hasta el día de hoy, y con Joan, quien fue su pareja durante diez años y con quien tuvieron a su único hijo.
Del corte plano a lámparas originales
Un día con Joan decidieron probar qué objeto podían hacer con aquel trabajo práctico. Hicieron un estudio de mercado y luego de muchas pruebas y errores crearon una lámpara. “La primera lámpara fue encargo de mi mamá, se llama Maga porque es su apellido, en su casa quedó colgado el prototipo. Ella fue el primer impulso”, cuenta Lucía. Así fue como nació Lammin, que en finés significa cálido, es que los diseños son de inspiración escandinava, “tiene esto de la calidez del hogar de uno, de hacer propio el espacio, del buen diseño de un producto que funciona, las líneas con que se diseña, todo atrás de Lammin tienen un por qué, el detalle esta pensado”, asegura Lucía.
Entonces un amigo fue con el catálogo de tres productos y empezaron la venta mayorista en locales de iluminación y luego minorista por medio de la tienda online e Instagram. Las ventas crecían tanto que Joan, que tenía su propio taller de autos, decidió no continuar con el emprendimiento.
Lucía empezó con lámparas chicas, pero a medida que los pedidos aumentaban y los diseños de las lámparas crecían, tuvo que buscar un nuevo sitio para su taller fuera de su casa. Tres veces se mudó hasta llegar a donde está hoy, un taller a dos cuadras de su casa que comparte con los tres chicos que se dedican al corte láser, los conoce desde que ella era estudiante en la facultad.
“De los doce ganglios tenía metástasis en cinco”
Lucía está feliz, dedica su vida a la maternidad, al diseño, armado y venta de sus lámparas, “me pasa que tengo una lámpara colgada en mi casa hace siete años y no dejo de sorprenderme cuando la veo, tiene algo que se mueve, una ilusión óptica, no sé, siento que hay agua en el medio, que se mueve, me flashea, ¿qué te puedo decir?, estoy feliz”. Es que además todos sus diseños cuentan con el reconocimiento del sello del buen diseño.
Pero a la mujer emprendedora la atraviesa también la vida personal que no siempre es sencilla y a Lucía le tocó atravesar momentos duros.
A los 29 años y cuando su bebé tenía tan solo ocho meses, le descubrieron unos tumores en las tiroides, “me sacaron las tiroides enteras, de los doce ganglios ya tenía metástasis en cinco”, explica Lucía que después tuvo que empezar un tratamiento con iodo radioactivo que la imposibilitó de continuar con la lactancia que tanto disfrutaba. A los seis meses de mudarse a su casa actual con su pareja decidieron separarse, “fue una decisión re difícil, yo con el tratamiento, la mudanza, un bebé de año y meses”, se sincera.
Pero alguna vez recuerda que Germán, su hermano, le dio el mejor consejo: surfeá la ola. “Yo quiero tener todo bajo control, él vive fluyendo y lo admiro desde un lugar que da algo que siento imposible para mí y que trato de aprender todos los días, por eso es un faro en muchas cosas. Con las lámparas empezaron a hacer copias, imitaciones feas y baratas, pero por suerte mis clientes me conocen, saben como trabajo. Entonces pienso que lo que estoy haciendo está bueno, ¿por qué voy a mirar lo que está haciendo el otro? Mejor pongo la atención en lo que hago yo y cómo crezco”, concluye Lucía.
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