En junio de 1998, José Argentino Perruccio, un comerciante de Comodoro Rivadavia, compró en una subasta el auto de la conductora con un propósito: promocionar su local de venta de muebles para el hogar
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17 de junio de 1998. La sala del tercer piso del Banco de la Ciudad de Buenos Aires estaba repleta. Eran muchos los interesados en “el auto del escándalo”. Entre anónimos, la televisión -que transmitía “en vivo”- destacó al representante de artistas Pepe Parada, la vedette Flavia Miller y el cantante cordobés Miguel Ángel Robles (autor de éxitos como “Viuda a los 20 años” y “Te quiero solo mía”). Se especulaba, entonces, con la presencia de un supuesto enviado de Lucho Avilés, públicamente enemistado con Susana Giménez. Todos querían convertirse en el nuevo dueño del Mercedes-Benz 500 SEC que había pertenecido a la máxima diva de la televisión argentina.
José Argentino Perruccio (71) siguió el caso de “los autos truchos” con especial atención. Era difícil evitarlo: estaba en la tapa de los diarios y las revistas. Cuando supo que los vehículos finalmente pasarían a remate, pensó que era la oportunidad que necesitaba para hacer crecer su negocio. Con la compra del auto de Susana generaría un golpe de efecto: se daría a conocer y, al mismo tiempo, imprimiría el nombre de su empresa en todos los medios. “José Muebles” finalmente trascendería los límites de Comodoro Rivadavia para convertirse en una marca nacional. ¿Qué pretendía hacer con el Mercedes Benz? Un sorteo entre los clientes de la mueblería. Ya había rifado viajes, autos y camionetas, pero este premio llevaría su fama a otro nivel, fuera de escala.
Llegó al Banco Ciudad con los bolsillos llenos de dólares, decidido a comprar. Había vendido una propiedad en Bahía Blanca, su ciudad natal. Los fotógrafos que montaban guardia en la puerta del edificio no lo retrataron, no tenían idea que en menos de una hora se convertiría en el personaje del día. El resto de los compradores recién repararon en él cuando comenzó la puja.
-José, hace 25 años usted fue quien más dinero ofreció por el Mercedes Benz de Susana Giménez. ¿Qué recuerda de ese momento?
-Había varios interesados. Cuando el precio fue subiendo solo quedamos dos en la puja, pero yo estaba decidido a quedarme con el auto.
-¿Por qué estaba tan interesado en comprar el vehículo?
-Cuando vi toda la prensa que tenía, pensé que podía ser interesante. Era mucho más que un auto. Sabía que podía armar una estrategia de marketing para mi negocio alrededor del auto de Susana. Además, quería aprovechar las cámaras de la televisión nacional para dar a conocer un accionar bochornoso de la justicia de Chubut: en un proceso de quiebra yo había hecho una buena oferta por un inmueble pero el juez, sin fundamentos, resolvió entregarlo a uno que hizo una oferta peor. Esos eran mis motivos.
Con certificado de discapacidad
En 1991, la Justicia descubrió autos de lujo que habían ingresado al país de contrabando. La maniobra delictiva consistía en el pago de una suma de dinero (entre 500 y 1000 dólares) a personas con discapacidad para que se hicieran pasar por los presuntos titulares de los vehículos y aprovechar los beneficios de la ley 19.279, que permitía el ingreso al país de vehículos de alta gama sin pagar impuestos ni derechos de Aduana.
Entre los involucrados hubo empresarios y personalidades del mundo del espectáculo. Pero todas las cámaras hicieron foco en Ricardo Darín y Susana Giménez. El actor fue procesado y luego absuelto por comprar una Nissan Pathfinder que había ingresado al país de forma fraudulenta. El caso de la diva tuvo ribetes cinematográficos, ya que su Mercedes Benz fue encontrado debajo de una montaña de paja, en un campo cerca de Pilar, que pertenecía a Huberto Roviralta, expareja de la diva. El auto había ingresado al país a nombre Cayetano Ruggiero, una persona con discapacidad, sin pagar impuestos ni derechos de Aduana. La conductora resultó sobreseída en la causa, pero su auto fue a remate.
“Susana se quería olvidar del auto, quería sacarse el tema de encima”, insiste Perruccio por teléfono desde Comodoro Rivadavia.
-¿Cuál fue la oferta final, José?
-Con todo, impuestos incluidos, pagué 75.000 pesos, que en ese entonces eran dólares. No hubo mucha diferencia con la otra parte que participó del remate, los últimos que se quedaron peleando. Creo que eran tres o cuatro que se habían juntado y su última oferta fue de 74.000 pesos.
-En ese momento se dijo que el valor de lo que usted abonó por el Mercedes superaba escandalosamente el precio real del automóvil que, cero kilómetros, costaba 30 mil dólares.
-Sí, era una coupé modelo 86. El monto que pagué me hubiese alcanzado para comprar dos nuevas. Pero el valor agregado que tenía ese auto era que había pertenecido a Susana Giménez, esa era su atracción.
“Paseamos el auto por todo el país”
Luego de pagar el saldo de la subasta, Perruccio fue a un depósito judicial en Parque Patricios donde se encontraba el automóvil. “De ahí lo llevé a un taller. Aunque tenía pocos kilómetros, era modelo ‘86 y había estado sin uso... hasta estuvo guardado en un campo cubierto con paja. Le compré cuatro gomas nuevas y me volví manejando al sur”, cuenta.
-Usted, que entró al Banco Ciudad como anónimo, se convirtió en el personaje más buscado por los medios. ¿Todo salió como lo había planeado?
-Pasó de todo, superó mis expectativas. Me acuerdo que después de una entrevista para el programa de Mauro Viale, en Canal 2, en la salida del canal me interceptó un matrimonio que tenía una fábrica de almohadas y acolchados en Avellaneda. Ellos me pidieron que me hiciera cargo de su empresa que estaba en crisis. ‘Hágase cargo, José, usted puede hacer algo importante’, me dijeron. ¡Hasta me entregaron las llaves! Una locura. Así que, aunque estaba contento porque había logrado mi objetivo, sentía que tenía que pensar muy bien qué iba a hacer con el auto.
-¿Qué le decía la gente, sus vecinos?
-Las opiniones eran variadas. Algunos me decían que con esa plata podría haber comprado cinco autos para rifar y no solo uno... Pero bueno, cada uno ve el negocio de una manera distinta y yo no me dejo llevar por los comentarios. Yo soy emprendedor y siempre que veía la posibilidad de desarrollar algo, lo hacía.
-¿Alguien ofreció comprarle el auto?
-No, porque desde el primer día dije que lo iba a sortear.
-Mientras definía cómo llevar adelante el concurso, ¿qué pasó con el auto cuando llegó a Comodoro Rivadavia?
-Al principio, el auto estuvo un tiempo exhibido en la vereda de mi negocio, mientras tanto armábamos el tráiler. También hice un convenio con Correo Argentino para que gente de todo el país pudiera participar del concurso.
-¿Cómo hizo para promocionarlo?
-Además de trabajar con los muebles, empecé a vender almohadas y tuve distribuidores por todo el país. A cada distribuidor le llevábamos el auto en un tráiler y se lo dejábamos unos días en la puerta de su negocio para exhibirlo. Paseamos el auto por todo el país, de norte a sur. En el verano llevamos el Mercedes Benz a Mar del Plata y lo exhibimos en una estación de servicio. ¡Se acercó muchísima gente a verlo!
-¿El sorteo tuvo mucha repercusión?
-Mirá, entre julio del 98 y marzo del 99, recibí más de 100 mil cupones.
Sorteo y competencia de sapo
“Finalmente, como prometí, hice el sorteo. Sacamos 40 cupones, enviados de distintos lugares del país, que resultaron finalistas. Había gente de Córdoba, Rosario, La Pampa, Bariloche... Me traje a los 40 finalistas a Comodoro Rivadavia, con todos los gastos pagos, para participar de una competencia de sapo. Así se iba a definir: el que hacía mejor puntaje, se llevaría el auto. El evento, lo hicimos en marzo de 1999, fue televisado en directo para todo Chubut. Se llevó a cabo en el Estadio Socios Fundadores, frente a una multitud. Gisela Barreto y Omar Junior fueron los encargados de la conducción”, cuenta Perruccio.
-¿Quién ganó?
-Lamentablemente, ganó un señor de Comodoro Rivadavia. Fue en el último momento, en el último tiro, que superó a un chico de Rosario que venía primero.
-¿Por qué dice “lamentablemente”?
-A mí me convenía más que ganara el de Rosario, por un tema de prensa, pero bueno... el destino y el azar son así.
-Cómo estrategia de marketing, ¿obtuvo el resultado buscado?
-Sí, creo que me dio más de lo que esperaba. Me pasaron cosas impensadas: me invitaron a dar charlas en Uruguay, en México... En el 2017 presenté en Guadalajara un libro sobre mi vida. Vengo de una familia muy humilde, mi padre era sereno de un molino, y en el libro muestro cómo se puede uno superar. El libro se llamó “Así gané y perdí un millón de dólares” y venía con un dólar de regalo.
Como respaldo de su anécdota, Perruccio mantiene la patente del Mercedes Benz. “Fue lo único que conservé del auto”, cuenta. Años después, cumpliendo una promesa que había hecho a un amigo, decidió vender su mueblería para volver a emprender y probar suerte en distintos rubros: “Primero puse un salón de eventos con un club de boxeo. En ese ínterin, con el deporte, saqué a muchos chicos de la calle. Después viaje a Cuba y empecé a interesarme por las plantas: desde hace siete años estoy trabajando en el desarrollo de un laboratorio medicinal de especies autóctonas patagónicas, como el tomillo, la caléndula”, cuenta.
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