En su nuevo disco solista, Thurston Moore, ex líder de Sonic Youth, muestra su faceta más conocida: un extenso trip sonoro a bordo de su guitarra indomable.
Por Alejandro Lingenti
Desde que se terminó Sonic Youth, allá por 2011, luego de su espinoso divorcio de Kim Gordon, Thurston Moore se ha mantenido en permanente movimiento. Primero formó Chelsea Light Moving, un efímero proyecto en el que lo acompañaron Samara Lubelski, John Moloney y Keith Wood. Fue algo claramente temporal: Thurston quería grabar un disco, pero también pretendía evitar el acoso de una prensa decidida a averiguar hasta el último detalle de su separación, después de la comprometedora información que, con cierto ánimo de venganza, su ex pareja había ventilado en el libro Girl in A Band (se consigue en Argentina como La chica del grupo). Entonces ocultó deliberadamente su nombre y casi no concedió entrevistas. Después se embarcó en algunas aventuras de improvisación con el mismo Moloney, un intrépido baterista que ha tocado con bandas muy inclinadas a la experimentación, como Boredoms y Six Organs Of Admittance, y con John Zorn. Y todo sin olvidar su carrera estrictamente solista, que ya va por el volumen cinco. Rock n Roll Consciousness es el último eslabón de esa cadena de muy buenos discos y el segundo que graba con la misma banda, integrada por Steve Shelley, otro ex Sonic Youth, Debbie Googe (ex My Bloody Valentine) y “el guitarrista-vecino en Londres” James Sedwards. La misma que ya lo había acompañado en The Best Day (2014).
El nuevo álbum, grabado en el estudio londinense The Church, al que Thurston llegó gracias a la recomendación de Mark Stewart (The Pop Group), dura casi tres cuartos de hora y tiene apenas cinco temas, en los que aparece la faceta más conocida de este músico nacido hace 59 años en Florida, pero formado artísticamente en Nueva York: sus exploraciones sonoras con la guitarra eléctrica, orientadas a trabajar gradualmente intensidades, repeticiones, texturas y disonancias en canciones donde la melodía, aunque agazapada durante largos tramos, finalmente aparece y termina conquistando.
En términos líricos, pisó muy fuerte la poeta y cineasta Eva Prinz, actual pareja de Moore y autora de buena parte de las letras, en sociedad con el músico. El tópico central es la importancia mitológica del amor en un mundo desquiciado donde un sádico negligente como Donald Trump puede llegar a la presidencia de Estados Unidos.
Luego de escuchar el audio de una conferencia de Chögyam Trungpa, un reconocido maestro del budismo tibetano fallecido en 1987, Thurston ideó el título del disco, que remite a una búsqueda espiritual e ideológica que rechaza de plano la idea del éxito a cualquier costo. “Son ideas en las que vengo trabajando hace tiempo, incluso en mi relación con la poesía, que también es de larga data”, explica Moore, quien ha dado unas cuantas clases en torno a estas indagaciones en la Universidad de Boulder, Colorado, fundada justamente por Trungpa y que tuvo nada menos que a Allen Ginsberg como uno de sus docentes más ilustres.
Y hay más noticias relacionadas con el ex líder de una de las bandas más importantes de la historia de la escena alternativa americana: se acaba de publicar en Estados Unidos We Sing A New Language: The Oral Discography of Thurston Moore, un libro de Nick Soulsby que, a través del recuerdo de gente que tuvo algún contacto con Thurston, intenta reconstruir su desperdigada discografía, que excede los álbumes oficiales e incluye decenas de pequeñas ediciones independientes, por lo general, de tono experimental. Soulsby ya había hecho algo parecido con Nirvana. “Lo más interesante de este libro no son tanto mis propias grabaciones –aunque debo admitir que hay de todo: noise, improvisaciones, guitarras acústicas, spoken word...–, sino las historias que hay alrededor de ellas: gente con una energía increíble que fue capaz de crear un sello para editar un casete y que siempre trabajó al margen de la maquinaria voraz del mainstream. Con Sonic Youth estuvimos de gira con Red Hot Chili Peppers, R.E.M. y Pearl Jam, pero para mí eso siempre fue una obligación relacionada con compromisos comerciales”, sostiene Moore hoy. “No me interesaba en absoluto estar ahí. Siempre he preferido moverme en los márgenes de la industria musical”.
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