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Lo iban a matar de un golpe contra el suelo de la granja intensiva donde había nacido. Tenía un problema en sus patas traseras que le impedía mantenerse de pie. Conocida como “splay leg”, esta deformación se corrige de forma habitual a través de la unión de las patas con cinta aislante. Sin embargo, a medida que fue creciendo, la cinta se clavó en la carne, lo que le provocó una infección y la amputación de la pezuña. Por eso Liam ya no “servía” en la granja.
El día que cambió su destino, Liam se cruzó en el camino de una joven que colaboraba en esa granja para dar un trato amable a los cerdos que allí sobrevivían. Le tocaba destetar lechones y tenía por costumbre llevar en brazos a los que estaban más débiles o no podían andar al ritmo de los demás. “Si no, los otros trabajadores les daban puntapiés para que corrieran o los arrastraban hasta la nave de transición”. Cuando advirtió la presencia de Liam, de inmediato le indicaron que lo dejara allí: ya se encargarían ellos de acabar con él… “Les pregunté por qué iban a asesinarlo, pero no necesité respuesta, vi que le faltaba un pie”. No dudó, lo tomó en brazos, lo acomodó dentro de su abrigo y con voz firme sentenció: “lo llevo conmigo”.
“Tenía que entrar al matadero caminando”
Por la afección de “splay legs”, los lechones no son capaces de permanecer de pie y las extremidades posteriores se desvían lateralmente. En consecuencia, a menudo adoptan una posición de perro sentado. Normalmente mueren por hambre o aplastamiento ya que el lechón no puede apartarse de la cerda.
“La corrección de la deformación no hace, desde luego, por el bien del animal sino porque la legislación de España dice que un animal tiene que entrar al matadero por su propio pie. A los ganaderos les interesa que el cerdo entre caminando a su destino para que no sea una pérdida económica”, explica Lía Domínguez de Fundación Santuario Gaia, un centro de rescate y recuperación de animales víctimas de la explotación de España.
Liam llegó al refugio con un cuadro complicado: desnutrido, con problemas respiratorios y conjuntivitis, además del problema en su pierna. Los primeros días fueron de descanso y adaptación y de sentir el sol y la hierba en la piel. “Esa fue la primera vez que Liam experimentaba esas sensaciones, porque en las granjas los cerdos nunca salen de las naves, no tienen ocasión de pisar la tierra, oler la hierba o el aire fresco, darse baños de barro o simplemente tomar el sol”.
Fue criado a mamadera en la casa donde vive Ismael López Dobarganes, co-fundador del Santuario junto a Coque Fernández Abella. Después de una serie de estudios y radiografías, los veterinarios sugirieron esperar a que el pequeño creciera para buscar una posible solución. “Desde bebé tuvo una personalidad increíble. Con los años, hemos aprendido que los animales que tienen algún tipo de diversidad funcional, desarrollan carácter, ponen límites como una forma de compensar ya que comprenden que no tienen las mismas capacidades que los demás”.
“Es precioso ver cómo se quieren”
Pasaron los meses, Liam logró forjar un lazo especial con Miguelito, otro cerdo rescatado que llegó al santuario luego de caer del camión que lo trasladaba al matadero. “Liam y Miguelito crearon una bonita amistad, se hacen compañía mutua. Es precioso ver cómo se quieren. Los cerdos son muy sociables y necesitan compañía”.
Para su pata se intentaron varias soluciones. Hasta que una empresa que trabaja haciendo prótesis para humanos se interesó en Liam y ofreció ayuda. Programaron visitas al recinto del cerdo, hicieron pruebas, tomaron medidas y calibraron pesos. “Costó pero finalmente lo logramos y la prótesis le va fenomenal”.
Todas las mañanas, apenas sale el sol, Liam y Miguelito reciben un desayuno de frutas y pienso (alimento) vitaminado en su recinto. A Liam le colocan la prótesis y los amigos salen a pasear por su terreno, a los cerdos les encanta la hierba. Cuando hace calor, y ya que no transpiran, se refrescan en su charco de barro. Por la noche, los cerdos regresan nuevamente en su box, a Liam le retiran la prótesis y lo acomodan para que descanse.
Angélica Miotti es una abogada argentina especialista en derecho animal que hace un voluntariado en la fundación Gaia. Tuvo la oportunidad de conocer de cerca a Liam y a otros animales que viven con dignidad luego de haber sido rescatados. “Sobre los cerdos, reafirmé su plena capacidad para comprender y elegir según sus intereses. Aprendí que aman jugar -además de comer manzanas-, mientras uno limpia sus recintos. Aprendí también que, como las personas humanas, tienen preferencias a la hora de relacionarse con otros cerdos y animales de otra especie, incluidos nosotros/as. Prefieren relacionarse con algunas personas y no con todas. Es maravilloso. Aprendí que demuestran muy bien cuándo tienen un mal día, cuándo algo no les gusta, cuándo algo no les interesa, cuando disfrutan mucho de su comida, del sol, de las caricias o del barro”.
Y concluye: “La capacidad que ellos tienen de sentir placer, miedo, dolor, etc. está hartamente aceptada, reconocida y demostrada científicamente hace cientos y cientos de años. Intuitiva y éticamente, también lo sabíamos desde siempre. Queda que nos hagamos cargo de eso y los respetemos como individuos únicos que son, con su valor inherente y su derecho a disfrutar la vida y la libertad”.
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