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- Nena no me dejes solo nunca más, le dijo al oído mientras la abrazaba fuerte contra su cuerpo.
Segundos antes ella había bajado del tren en la última estación. Hacía ya varios meses que habían dejado de verse. En cuanto escuchó su voz, se le hizo un nudo en la garganta. Cerró los ojos fuerte como si quisiera borrar todo lo que había vivido en ese último tiempo. Sus días habían cambiado de forma inesperada y ese encuentro era para darle a él una noticia que sabía lo pondría triste. Pero ya no podía volver atrás. Se quedó en silencio en el trayecto hasta la casa de él. Sabía que la esperaba una noche difícil.
Borges, tumbas y pizza
Juan y Emma Luz se habían conocido por Facebook cuando era furor esa red social. A los dos les atraía la literatura. Él ya había editado varios libros y era fanático de Jorge Luis Borges. Ella vivía en el interior del país y él en Buenos Aires. El intercambio entonces fue virtual y pronto conectaron. Cuando ella se mudó a la gran ciudad finalmente se conocieron.
En cuanto lo vio le pareció un chico guapo. Pero también se sintió cautivada por su voz de locutor. Estaban en la plenitud de la juventud y todo lo sentían como excitante y emocionante a la vez. Tenían entonces 25 y 27 años.
Acordaron un primer encuentro. “Fue una cita extraña: un recorrido por el cementerio de la Recoleta para visitar las tumbas de escritores famosos. Nos sentamos a comer empanadas en la bóveda de Oliverio Girondo, todavía debe quedar por ahí alguna foto de ese paseo peculiar, por lo menos para una primera cita de amor”.
Y así, casi sin darse cuenta, se fueron enamorando entre pizzas de mozzarella, madrugadas de largas y poesía de la que ambos disfrutaban. Mientras estuvieron juntos también visitaron la Biblioteca Nacional, la casa de Jorge Luis Borges en Adrogué y el Museo de Bellas Artes.
Un presentimiento que se hizo realidad
Pero no todos los amores suceden de la misma forma. Y ella quizás presentía que ese que estaba viviendo tenía un futuro incierto, con salidas a lugares extraños y cierta distancia por parte de él que no sabía si atribuir a su personalidad o a un rasgo de Juan que la desconcertaba por completo. Casi siempre se mostraba frío, intelectual y poco amigo de las expresiones de afecto verbales. “La relación fue una locura que aún hoy no termino de entender. Así estuvimos durante largo tiempo. No sé si fue que yo maduré un poco o el destino decidió sacarme a los empujones de ahí...”.
Había llegado el momento de la despedida y era difícil afrontarlo. Pero sentía que la decisión estaba tomada y ya no quería ni podía dar marcha atrás. “Durante todo nuestro noviazgo nunca me regaló nada. En realidad creo que una vez me regaló un alfajor. Y justo esa noche que tenía que darle la noticia del adiós se me apareció con un osito de peluche y un te amo. ¿Cómo iba a decirle que había conocido a otra persona? ¿Cómo decirle que no iba a continuar con la relación tan loca que teníamos?”.
No se trataba de algo material que le faltara. Le parecía sumamente extraño la forma en que él se comportaba. La buscaba pero a la vez ponía distancia. Sintió que ya no tenía alternativa, no disponía de tanto tiempo, tenía que hablar, decir su verdad, no quería que se enterara por terceros. No quería herirlo. Emma Luz también estaba sufriendo frente a esa situación. Pero su vida ya era diferente, su decisión estaba tomada. Y se lo dijo, sin reparos.
- Conocí a otra persona
Él se quedó mirándola en un silencio interminable y se largó a llorar. Ella también lloró. Se abrazaron. Respiraron profundo. Decidieron ir a un bar frente a la plaza del pueblo a resolver la cuestión entre cervezas, mientras ella trataba de explicarle con valientes argumentos su nueva realidad.
Había conocido a otra persona efectivamente. Fue gracias a una compañera de estudio que le organizó una cita a ciegas. El encuentro había sido en una estación de ferrocarril. Y aunque la tristeza de Juan la conmovió, Emma Luz supo en ese instante y con mucha seguridad que ya no había nada por hacer. Nada que pudiera recomponer lo que, poco a poco, se había roto.
Se fue de su vida, en el colectivo 60, porque nunca llegó el 176 que ella esperaba; él se quedó en la terminal. Y se miraron en un largo adiós, hasta que el colectivo se alejó.
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