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Su estado general era bueno. Calcularon que entonces tendría unos tres meses. Hasta ese momento había estado en una casa donde lo habían desparasitado y alimentado a mamadera ya que al recibirlo era tan pequeño que todavía no sabía comer solo. Unos chicos lo encontraron solito y, creyendo que se trataba de un cachorrito de perro, lo entregaron a una familia vecina para que se hiciera cargo. Por lo tanto, el animal recibió los cuidados y atención que se le suele brindar a los perros.
Sin embargo, con el correr de los meses, una serie de comportamientos diferentes a lo esperado pusieron en alerta a la familia. “Quien lo adoptó nos relató que gruñía a quien se le quería acercar e intentaba morder. Ese comportamiento también se vio acompañado de cambios morfológicos tales como el alargamiento del hocico”, relata Lina Zabala, Coordinadora Operativa del Centro de Recuperación de Especies de Fundación Temaikèn y donde fue llevado el cachorro.
Urbanización y fauna silvestre, un problema que compete a todos
“Este caso es una pequeña muestra de una problemática recurrente en diferentes zonas del país: la coexistencia con la fauna silvestre. Pero, ¿por qué los encontramos cada vez más en estas zonas? Es el resultado de la extensión de la frontera inmobiliaria, con desarrollos que se instalan en espacios rodeados de más naturaleza y que son hábitat de estos animales. Es importante saber que no son peligrosos para las personas y que es fundamental aprender a convivir con ellos en armonía”, asegura la especialista.
Ya en el Centro de Recuperación de Fundación Temaikèn pudieron constatar -como sospechaban- que se trataba de un cachorro de zorro gris (Lycalopex griseus). Por eso decidieron que lo rehabilitarían junto a otros cinco cachorros que habían ingresado al lugar en condiciones similares. Todos provenían de distintas zonas de la provincia de Buenos Aires. Huérfanos o víctimas del mascotismo, si bien de adultos son de hábitos solitarios, de cachorros acostumbran a vivir juntos para aprender de su mamá y adquirir los comportamientos necesarios para desenvolverse en la naturaleza. Por eso, se decidió que era conveniente que atravesaran juntos el proceso de aprendizaje.
Evitar la impronta, clave para los silvestres
“Decidimos ingresar a los seis zorritos huérfanos y conformar un grupo de rehabilitación que los ayudara a identificarse con otros de su especie y desarrollar los comportamientos esperados de un animal silvestre. A medida que fueron ingresando, se les realizó el chequeo médico en el Hospital Veterinario y se los fue consociando hasta completar el grupo que actualmente convive en un recinto especialmente adaptado para ellos”, explica Lina Zabala.
En casos como éste, los especialistas explican que la recomendación es interactuar lo mínimo posible con animales silvestres. Todo contacto con humanos -como ofrecerles comida o acariciarlos- deriva en problemas para ellos y tiene que ver con lo que se denomina impronta.
“El proceso de impronta se da en una ventana temporal muy breve y consiste en que el animal, al abrir los ojos, se identifica con la primera especie que ve (generalmente la humana). En condiciones normales, vería a su madre. En este caso, podemos decir que el zorrito no se identifica con los humanos, probablemente porque transcurrió ese período crítico junto a su madre. Si bien estuvo unos días bajo cuidado humano y al principio se mostraba dócil y curioso ante las personas, ese comportamiento se fue revirtiendo al integrarse al grupo de zorritos”.
Actualmente, ese cachorro alimentado por humanos se encuentra en un recinto amplio junto a los demás zorritos. Allí cuentan con abundante vegetación y diversos refugios. Están en aislamiento a fin de evitar la asociación con el cuidado humano. Se les coloca el alimento sin que se vea a la persona que lo hace y son monitoreados a través de cámaras trampa. Las cámaras permiten observarlos interactuar y desarrollar los comportamientos típicos de un cachorrito de la especie. En esta instancia, están incorporando alimento sólido según la dieta, que le va ajustando y controlando el equipo de nutrición.
¿Qué pasará con los cachorros? Durante dos meses deben cumplir con la cuarentena establecida. En ese tiempo, además, deben terminar de desarrollarse y aprender a obtener su propio alimento para regresar a la naturaleza. Cuando puedan desenvolverse solos, veterinarios y biólogos emitirán sus altas sanitarias y comportamentales respectivamente. Luego, si son aptos para liberación, serán enviados a diferentes reservas y reinsertados en un ambiente protegido. Oportunamente, se verá el destino de cada uno de estos cachorros ya que hay que tener en cuenta que de adultos son más solitarios.
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