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Era una víctima más del abandono. Luego de pasar varios días en la calle, finalmente llegó al refugio de animales Dogwood, en Misuri, Estados Unidos. Aunque mostraba bajo peso, Ginger tenía buen estado de salud en general. Corría el invierno de 2013. Calcularon que tendría unos dos años en ese momento y, luego su chequeo veterinario, la acomodaron en un recinto con alimento y agua a disposición y una cama donde pudiera descansar. Al ser una cachorra, seguramente no llevaría mucho encontrarle un hogar donde la cuidaran para siempre.
Sin embargo, las experiencias de sus primeros años de vida habían dejado su huella. Ginger estaba ansiosa y tardaba en confiar, cualidades que, a los ojos de algunos, la convertían en un perro “inadoptable”. Entonces, en el refugio llegaron a la conclusión de que, hasta dar con la familia o persona que mostrara la paciencia y el amor que necesitaba, Ginger tendría que esperar.
“Su historia me rompió el corazón”
Siete años habían pasado desde que la cachorra había ingresado en el refugio y nadie se interesó por ella. Su pelaje marrón chocolate había dado paso al blanco y al gris. Hasta que en 2020, Scott Poore de Misson Driven se enteró de la situación de Ginger y decidió rechazar lo que parecía ser su destino. “Me rompió el corazón por completo, así que dejé lo que estaba haciendo y le dediqué todo mi tiempo. Comencé a contar su historia a cualquiera que quisiera escucharla”.
El primer día en un refugio es un reto para cualquier perro. Están asustados, confundidos y la mayoría espera que su humano anterior regrese por ellos. A medida que pasa el tiempo, la esperanza se desvanece y, cuando tienen asuntos de conducta que resolver, son dejados de lado. Suelen ocupar los últimos recintos del refugio de animales y, a menudo, los voluntarios no pueden trabajar con ellos debido a diversos problemas de comportamiento. Además, con frecuencia provienen de entornos de abuso, negligencia y maltrato y, como resultado, tardan en confiar. Estos son los perros con los que Scott Poore trabaja todos los días. Les da la oportunidad de luchar para encontrar un hogar amoroso que nunca los maltrate ni los abandone.
Finalmente, después de siete años de languidecer en silencio, Ginger tuvo voz. Y pronto todo empezó a cambiar. Con la exposición adicional que Poore le dio a su historia y trajo nuevos ojos a su situación, la gente comenzó a acercarse con ofertas esperanzadoras.
Entre ellos se encontraba la joven Beth Ulianich, quien estaba decidida a darle a la perra una segunda oportunidad de tener una vida feliz y disfrutar de los años que le quedaban. “Estaba acostada en la cama viendo televisión cuando mi amiga Emily me envió un mensaje sobre un perro que había vivido en un refugio de animales durante más de 7 años. Mi primera reacción inmediata fue solicitar adoptarla. Me contactaron para conocer y saludar a Ginger. A los dos días la conocí. Mi primer pensamiento fue que no podía dejar que esa perra estuviera un día más sola: necesitaba una familia, juguetes, amor, una cama, etc”.
Beth Ulianich ya tenía la decisión tomada. Sin hacer ninguna consulta sobre el estado de salud de Ginger, solamente quiso saber cuándo podía llevar a la perra a su casa. El refugio estuvo de acuerdo en que éran la pareja perfecta. “Es una locura pensar que en tan poco tiempo ella haya tenido tal impacto en mi vida y realmente me haya hecho una mejor persona. Amar a Ginger es natural, es una perra muy fácil de cuidar y actúa como un cachorro el 99% del tiempo”. En casa con Beth, sintiendo nuevos sentimientos de seguridad, amor y protección, Ginger emergió lentamente de su caparazón. Y con cada paso importante en el camino, nunca miró hacia atrás.
“Sabe su nombre y se muestra valiente”
“Tuvo una transformación del 100 por ciento. Era muy asustadiza y protectora al comienzo. Ahora entrar a los diferentes espacios de la casa y de los lugares a los que vamos con la cabeza en alto. Verla saltar sobre una cama o caminar por el suelo sin temor y poder ser un perro es increíble. Ya no es esa frágil perra de refugio. Ella sabe su nombre y se muestra valiente”.
En cierto modo, la vida de Ginger comenzó a la avanzada edad de 10 años, y ella lo sabe. Ginger tiene ahora 13 años y enfrenta algunos problemas de salud como muchos perros de su edad. “Es una niña mayor, pero parece un cachorro. Ginger y yo definitivamente hemos crecido juntas. Siento que cuando la adopté, ambas éramos niñas entrando juntas a la edad adulta. Creo que lo más importante que me enseñó Ginger es que está bien empezar de nuevo... que no importa lo que te dé la vida, hay un mañana mejor; no puedes crecer en el mismo lugar que te rompió”.
Lamentablemente, Ginger está lejos de ser el único perro que ha perdido meses y años de paz y felicidad sentado en un refugio de animales, esperando esa segunda oportunidad; de hecho, innumerables cachorros todavía lo están haciendo. Así como la vida de Ginger se transformó, queda la esperanza de que las vidas de otros animales del refugio también puedan hacerlo. El rostro sonriente de Ginger es un testimonio de lo que podría ser. Pero no es algo que puedan hacer solos. Por eso Beth tiene una propuesta: “Quiero desafiar a más personas a que adopten al animal ‘no adoptable’ y le den una segunda oportunidad de amar y vivir”.
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