Dejó la Argentina para perseguir un sueño; el primer año fue duro, pero en el camino halló un lugar mágico, que le obsequió disfrute y amor.
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Para Emilia, París surgió mágica a primera vista, aunque no todo fluyó como en un cuento de hadas. Tras las postales de ensueño, descubrió una cotidianidad compleja de sobrellevar para un emigrado. Focalizada en su sueño de convertirse en “nariz”, decidió no dejarse vencer por la añoranza inevitable y se esforzó en aprender francés durante el primer año, mientras trabajaba como niñera.
Cada día, Emilia emprendía una caminata hacia la Universidad de La Sorbona, donde observaba a la gente circular, distante, “con un individualismo disfrazado de indiferencia”, les contaba a sus amigos. Sin embargo, los paisajes en el camino le devolvían la sonrisa y le recordaban lo afortunada que era. Pero no todos los parajes despertaban las mismas emociones en ella, hubo uno en especial que captó su atención y que pronto se transformó en uno de sus rincones preferido en París: el Jardín de Luxemburgo, ubicado entre la V y la VI arrondissement de la icónica ciudad. Entre las flores y la arquitectura imponente, la joven argentina se enamoró de aquel lugar: “Allí se respira un ambiente particularmente parisino”.
De Buenos Aires a París
Emilia Serra Elli soñaba desde niña con ser “nariz” y crear perfumes para las grandes marcas francesas. Entre juegos y estudios, fantaseaba con París, con su elegancia y magnetismo, y sus exquisitos aromas atrapados en distinguidos frascos atesorados por hombres y mujeres cual joyas preciadas.
Sin perder de vista su sueño, la joven se recibió del Colegio Nacional Buenos Aires y comenzó a estudiar farmacia en la UBA, con la ilusión de explorar los procesos químicos del universo de la perfumería. Por aquel camino intentó relacionar los dos mundos, pero finalmente comprendió que la carrera poco tenía que ver con lo que anhelaba para su vida.
Una mañana, Emilia despertó con la certeza de que debía ir hacia su sueño si deseaba cumplirlo, y el suyo habitaba en Francia. Buscó posibilidades de empleo en el país europeo y con un pasaporte italiano aún en trámite, y sin saber el idioma, decidió aventurarse por un sendero prometedor, pero desconocido.
El Jardín de Luxemburgo: un aliado y un lugar que encarna el espíritu de París
Luego de doce meses dedicados al empleo y adaptación en su nuevo mundo, la joven dio el primer paso hacia su meta: comenzó el primer año en la Ecole supérieure du Parfum en París y, el Jardín de Luxemburgo fue siempre un aliado fundamental en su camino.
“Me parece un lugar mágico por varios motivos: el primero es la enorme cantidad de sillas verdes que la intendencia de París puso a disposición para todos. Hay sillas normales y tipo reposeras para que podamos disfrutar los pocos días de sol que tenemos al año”, sonríe. “Las mismas no están pegadas al piso y la gente las mueve y hace reuniones enormes con amigos. ¡También hay balanzas!, no me queda muy claro qué hacen ahí, pero me causa gracia encontrarlas en el medio del jardín”.
“Frente al palacio hay un estanque donde los niños compiten con pequeños barcos a vela con distintas banderas, y hay una argentina, siempre me acerco a buscarla”, observa. “Hay ponys para que los chicos recorran el parque, así como un teatro de marionetas. Hay canchas de tenis donde siempre puede hallarse a alguien entrenando”.
“Para mí es un lugar de disfrute total, ambientado como en un cuento, con muchas flores recién plantadas en cada estación para que estén siempre frescas; estatuas hermosas y, en verano, vendedores de helado artesanal que coronan el día. El Jardín de Luxemburgo encarna el espíritu de París, ¡Paris est une fête!”
Un lugar en París lleno de magia y donde puede encontrarse el amor
Más allá de su atmósfera fascinante, el Jardín de Luxemburgo y sus alrededores, le obsequiaron a Emilia el mayor de los tesoros: el amor. Allí, en el corazón del Barrio Latino y donde estudiaba francés, conoció a su actual pareja. Enamorados y embelesados por los paisajes que los unieron, juntos alquilaron un departamento, ubicado al lado del Jardín de Plantas y a diez minutos de Notre Dame.
Con el paso de los años, Emilia consiguió un empleo en la Place Vendôme para la firma Guerlain, una casa de perfumería de lujo desde 1828. De a poco, París y sus calles habían comenzado a sonreírle y, hasta el día de hoy, el Jardín de Luxemburgo es testigo de sus logros.
“Nos encanta pasear por el jardín y volver a los restaurantes donde aprendimos a conocernos, hace varios años. El jardín y el Sena, también forman parte de nuestros paseos matinales los sábados de sol. Por las mañanas, bien temprano, se puede disfrutar en toda su belleza, con un café o chocolat chaud en invierno. Es bellísimo, hay una energía particular en el lugar. Es el rincón de París que lo representa todo: la magia, el espíritu de la ciudad y el amor”.
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En breves postales, “Mi Rincón Favorito” es una sección que invita a todos los argentinos (de acá y del mundo) a compartir su lugar preferido en el suelo que hoy habitan y tan bien conocen, ya sea un paisaje, un museo, un restaurante, o un rincón perdido. Tal vez, entre todos, podamos descubrir un poco más de la Argentina y el resto del planeta. Si tenés un rincón favorito para compartir podés escribir a mirinconfavoritoLN@gmail.com.
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