Vivió en varios países del mundo, pero algo diferente sucedió con Argentina...
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Cierto día, Priscilla Heiss, periodista chilena casada con un argentino del interior, le anunció a su entorno que se iría a vivir a la Argentina. Como residentes chilenos y viajeros frecuentes gracias a sus respectivos estudios y trabajos, el anuncio no sorprendió a sus padres, mientras que algunos amigos consideraron que estaban `un poco locos´.
Quien no entendió demasiado fue la familia de su marido. ¿No era acaso arriesgado dejar el bienestar conquistado por un país con tanta inestabilidad política y económica? La pareja, sin embargo, confiaba en que todo resultaría bien y ella, que tantas veces había observado a su marido con la mirada perdida en la añoranza, sabía que su esposo necesitaba volver y que sus hijos precisaban conocer la cultura de su padre: “Y yo, por mi parte, necesitaba entender lo que él me explicaba”, rememora Priscilla.
El primer gran impacto argentino: “Era lo que me había tocado vivir desde chica, entonces seguía adelante y trataba de hacerme la tonta”
Era la Navidad del 2021, cuando la mujer chilena postuló a sus pequeños a un colegio en Bariloche. El correo que Priscilla recibió por parte de la institución fue tan agradable, que una oleada de felicidad se apoderó de ella: “Me decían que encantados recibían a los chicos (las postulaciones en Chile a los colegios son terribles). Después de eso pensé: tenemos que ir a vivir a Argentina. Es algo que yo sentí en mi interior y nunca lo dudé”, continúa Priscilla.
“Mi marido siempre me decía que la manera de relacionarse de los chilenos era más bien fría, poco empática y que costaba hacerse buenos amigos. Como crecí en Chile me daba cuenta de que era así, pero era lo que me había tocado vivir desde chica, entonces seguía adelante y trataba de `hacerme la tonta´. Pero cada vez que iba de visita al pueblo de mi marido me sentía en casa: desde mis suegros amorosos, pasando por sus amigos, amigos de mi marido, la gente de los negocios donde iba a comprar, todo me resultaba especialmente amable. Además, en Chile nos faltaba espacio para el deporte y los hobbies, o más bien no hay cultura de ese tipo, y eso también afectaba la calidad de vida que teníamos en un lugar donde llueve mucho todo el año y la vida es bastante indoor”.
Recepción en Argentina y un llanto inesperado: “Me sentí en el lugar correcto”
A su llegada a la Argentina, Priscilla sintió cierto temor. Le preocupaba la adaptación de sus hijos con el cambio de colegio y de vida lejos de Frutillar, una pequeña ciudad en el sur de Chile. Pero convencida de que estaban dando un paso importante, arribó a la escuela con los pequeños dispuesta a dar lo mejor de sí.
Todo lo que vivió aquel primer día quedará grabado en su memoria para siempre. Allí los esperaban con los brazos abiertos, sonrisas amplias acompañadas de saludos cariñosos y bienvenidas cálidas. Las seños vieron a los niños y los saludaron por su nombre, y entonces Priscilla lloró. Lloró porque no podía creer que existiera tanto cariño espontáneo.
“Llegaron las invitaciones a cumpleaños de nuestros hijos con mucho cariño, con ganas de conocernos”, recuerda. “Sentía que hablaba con alguien y todo fluía llanamente... tanto que a veces dejaba a los chicos en el colegio y a la vuelta a casa en el auto me emocionaba un montón, me sentía en el lugar correcto y sentía que los demás se interesaban en mí y querían ayudarme. Se ponían en nuestro lugar de padres recién llegados con chicos, sentían empatía, buena onda por sobre todo y eso me hacía sentir tranquila... relajada”.
El club, ese lugar de encuentro que no discrimina: “Ahora entiendo por qué Argentina tiene tantos campeones mundiales”
Priscilla no solo fue descubriendo los rincones de Bariloche, sino que conoció los encantos de Morteros, el pueblo de su marido situado a tres horas de Córdoba capital. En sus diversas visitas recorrió aquel paraje muy típico argentino, con un gran movimiento de campos y una fuerte unión de los vecinos de todos los estratos sociales en el club de barrio, donde niños y grandes se reúnen a practicar deportes, conversar y fortalecer lazos.
Y entonces, ante aquel escenario, Priscilla recordaba las historias de su marido, quien le contaba que había crecido jugando al tenis y que aquello lo había marcado en todo sentido para la vida: “En Chile es diferente, porque el club existe pero en sectores acomodados, entonces no ocurre lo de Argentina, que muchas personas de diferentes estratos o lugares se juntan para hacer un deporte. Eso para mí es mágico, tienen amigos diferentes, les transmiten la importancia de hacer un deporte de manera disciplinada, porque es lindo, porque te hace bien, etc. Ahora entiendo por qué Argentina tiene tantos campeones mundiales”.
“Hasta el día de hoy cada vez que vamos de vacaciones a Morteros, nuestra vida gira en parte en el Tiro Federal que es el club de mi marido, y los niños tienen amigos y gozan en la pileta, jugando fútbol y basquetbol”.
La franqueza argentina: “En Chile para decirle algo que no te gusta de alguien o que no te parece bien te das unas vueltas tremendas y al final no te atreves”
En Bariloche, su lugar de residencia, también emergió un club, el Pehuenes, donde sus hijos descubrieron el rugby y el hockey de la mano de profesores de un nivel humano y profesional que, a sus 42 años, Priscilla desconocía y que generaron en ella momentos de felicidad inolvidables.
Lo que tampoco olvidará fue el choque cultural que percibió apenas cruzaron la frontera de Chile a la Argentina por primera vez. De pronto, pudo divisar a personas caminando al costado de la ruta, otros en bicicleta, movimiento al lado del lago, y a lo lejos, gente haciendo trekking: “Veía a las personas no solo vivir en un lugar imponente como la Patagonia, sino también haciéndolo suyo a través de la vida al aire libre. En el invierno el esquí también fue otro lindo descubrimiento, conocer la montaña, su grandeza y al mismo tiempo practicar un deporte con los chicos”.
La majestuosidad del paisaje la enamoró de inmediato, pero más aún la cercanía de la gente para entablar relaciones, tal como le sucedió con su nuevo grupo de amigas, que la acogió desde el comienzo en su reunión del cafecito matutino antes de comenzar la jornada laboral: “Pura felicidad, buena onda, charlas lindas, qué sé yo... las cosas que hacen que tu vida sea más rica, que te sientas feliz y no sabes bien el motivo, sino que más bien lo experimentas. Creo que en esos espacios uno se da cuenta de que la vida es precisamente eso. Me encanta que los argentinos están siempre abiertos a la amistad, a conocer gente y cuidan la amistad de una manera especial”, continúa. “También me impactó mucho que las conversaciones entre amigos no giran en torno al trabajo o el éxito profesional, giran en torno a cosas simples: cómo estás, cómo te sientes, te cuentan cosas personales. Además levantan la voz para hablar y no pasa nada, ¡eso me encanta!”
“Me encanta que las personas se dicen las cosas con franqueza. En Chile para decirle algo que no te gusta de alguien o que no te parece bien te das unas vueltas tremendas y al final no te atreves, entonces las relaciones sociales son más limitadas y poco profundas... superficiales diría yo. Obviamente, con los amigos de la vida es diferente y tengo un puñado de esos amigos en Chile con los que tengo mucha confianza y relaciones muy lindas, pero eso pasa poco. Me impacta también que haya un día al año en el que celebran el día del amigo, cuando veía la importancia de celebrar ese día entendí el valor que le dan a la amistad, en realidad un buen amigo es tan importante como la familia, pasa a ser alguien a quien eliges y esa amistad la cultivan, la cuidan, la atesoran. Así de simple y lindo”.
El abismo cultural y los aprendizajes: “Siento que en Argentina florecimos todos como familia”
En Argentina, Priscilla siente que floreció su mejor versión. Como periodista, había trabajado como corresponsal para el diario Mercurio, aunque en ella existían otras pasiones. Fue en Bariloche que se dio permiso para hacer lo que soñaba. Allí halló un sinfín de opciones para cultivar lo postergado: clases de restauración de muebles, de pintura, de tapicería, de cerámica, de bordado y similares.
Y entonces, inmersa en un mar de sentidos, se sintió absolutamente viva. A sus pasiones les sumó clases de alemán y deportes. Todos tiempos que hoy Priscilla recuerda como de los mejores de su vida, ya a lo lejos, una vez más en Chile. El trabajo demandante de su marido los alejó de Bariloche, pero aquel período inolvidable en Argentina significó un llamado de atención: “Mi marido pudo reconocer cuánto extrañaba el país y decidimos estar más cerca de ahí en adelante”, revela Priscilla.
“Recuerdo que un día estábamos en la cocina tomando un vino con mi marido y comiendo un matambre al limón... en ese momento hablamos de que por el trabajo teníamos que volver y los dos nos largamos a llorar como niños chicos. No podíamos parar porque se ve que estábamos tan felices y teníamos que volver... No sé lo que fue, pero nos descargamos y creo que ahí terminé de comprender lo que él me decía en el pasado con tanta nostalgia acerca de Argentina y la vida allí”, cuenta Priscilla conmovida.
“Siento que en Argentina florecimos todos como familia. Vi a los chicos felices, cambiar de contexto, adaptarse bien y recibir mucho amor. En Argentina aprendí que, para sentirse bien y feliz con la vida, es importante cultivar y darle prioridad a muchos aspectos, a la vida interior diría yo: no solo el trabajo y la familia, los amigos y el deporte son tan importante para vivir bien, así también como los hobbies, la lectura, la jardinería, los idiomas, tu vida espiritual, o todo aquello que llene de felicidad tus días. Cuando estoy en Argentina disfruto conversando con mis suegros, o yendo a tomarme un cafecito con una de las amigas de mi suegra, que ahora resulta que también es amiga mía…¿me entiendes? Me hice unas amigas que parece que conociera de toda la vida, tipo almas gemelas y hoy llenan también mi vida y me hacen plenamente feliz”.
“Me encanta conocer gente nueva y siempre me parecen súper interesantes, adoro sus ansias `de comerse el mundo´, súper competitivos, esforzados, creativos. Me encanta la forma en que analizan los temas y además creo que hay un abismo cultural entre Chile y Argentina. Aprendí que es más lindo sonreír o ser amable, que ir tan serio o súper estresado por la vida”.
“Sigo pensando que hay lugares que sacan lo mejor de ti, que potencian tu formas de ser, que te abren oportunidades. Vi cómo cada uno de mis hijos, mi marido y yo, despertamos después de muchos años en Chile, fluimos genuinamente y principalmente nos sentimos bienvenidos y queridos”, continúa. “Cuento mi historia como una manera de honrar las raíces de mi marido, y su familia, porque todos los días me siento más orgullosa de que él y mis hijos sean también argentinos. También creo que los argentinos no son muy conscientes de que, a pesar de lo negativo, el país que tienen es un tesoro y que tienen una manera muy linda de vivir”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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