Llegar a este mundo: el derecho al relato
La adolescente se había llenado de tatuajes y piercings –en una época en la que no estaban de moda–, faltaba a clases durante sus últimos meses de colegio, había abandonado los deportes y otros hobbies... Estaba, diagnosticaban a ojo sus padres, en una etapa que iba de la depresión a la rebeldía más agresiva. Por eso, habían decidido hacer una consulta con un terapeuta de familia.
Durante la primera sesión, después de hablar de sus vidas y de la relación con la chica –a quien en paralelo ese terapeuta había empezado a ver–, la pregunta de "¿A quién de ustedes se parece?", se diluyó en el aire como un rumor.
La evasión hizo algún ruido al terapeuta, que, en la segunda entrevista, volvió a preguntar: "¿A quién de ustedes se parece?". Entonces se hizo un silencio. El hombre miró a su esposa con una mezcla de preocupación y picardía y preguntó: "¿Se lo decimos?". Y le contaron, con cierta vergüenza, que ella tenía una disminución en la reserva ovárica y que su hija había sido concebida con los óvulos de una donante.
Trabajaron desde entonces sobre la importancia de decirle a su hija la verdad sobre su origen. Juntos fueron derribando miedos, prejuicios atávicos, complejos. Desarmando un discurso que se habían construido sobre la legitimidad de la paternidad, sobre el bienestar filial, animándose a enfrentar la verdad.
La joven, claro, lo intuía. Hay algo de la oscuridad de la mentira que es imposible refractar por más que se adorne con moños. Así que empezaron a trabajar en familia y cuando ella lo supo, empezó a cambiar.
Primero hubo enojo, pero después su transformación fue evidente; como si se llenara de luz la vida y de golpe de aire los pulmones, decía ella.
Y entonces vino el problema de nombrarlo. Darle un lugar social, que su llegada a este mundo tuviera un relato pues esto está sucediendo y lo cierto es que los niños y adolescentes nacidos por técnicas de reproducción asistida (en todas sus variantes, las admitidas legalmente y las que están en el gris, como la subrogación de vientre o gestación solidaria) tienen que poder contar su historia, poder narrarse.
A eso se abocó este terapeuta, junto a una colega. Después de escuchar decenas de historias similares en torno a las nuevas familias en los últimos 25 años, Paula Szuster y José Nesis decidieron poner en palabras y dar herramientas a quienes quieran abordar un tema que se planta frente a nuestras narices. Darles la posibilidad a estos niños de tener una historia oficial que pueda ser contada. Recorrieron editoriales y en varias los miraron con incomodidad. Finalmente encontraron una que decidió encarar el desafío, convocó un dream team de ilustradores y publicaron De familia en familia, un libro para niños de entre 5 y 12 años que cuenta la historia de quince familias no convencionales.
Ya preparan la segunda parte, con historias de otros niños que hacen eje en las distintas formas de concepción, más allá de las cigüeñas y los repollos, que den cabida a todos los que caminamos silbando bajito en esta nueva sociedad.