La cantante habla sobre su nuevo disco, las lecciones de su clásico Exile in Guyville y por qué se identifica con Britney Spears
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Cuando Liz Phair sacó Soberish en junio pasado, acabó con una pausa de 11 años entre discos de estudio. “Es raro volver porque la industria cambió muchísimo –dice la cantautora de 54 años–. Y además se agrega el Covid… me viene la palabra ‘chiflado’ a la cabeza”. Pero desde Funstyle, de 2010, tampoco es que haya estado de vacaciones. Los últimos años lanzó una reedición enorme de su clásico debut de 1993, Exile in Guyville; publicó sus memorias, Horror Stories; y siguió con su trabajo como compositora para la televisión. Estas experiencias y más dejan su marca en las canciones de Soberish, en el que contempla cómo bajar un cambio en su vida sin perder relevancia.
En este disco trabajás con Brad Wood, que coprodujo Exile in Guyville, por primera vez desde los 90. ¿Cómo decidiste volver a reunirte con él?
Honestamente, fue por la reedición [de Guyville]. Trabajamos en ella tres años. Estaba sumergida en eso… Sentía que había conectado con esa Liz Phair otra vez. Y extrañaba la experiencia de estar con alguien como Brad, que me deja ser todo lo rara que de hecho soy.
Soberish es muy distinto de Guyville, pero se oyen los loops de batería distintivos de Brad y tu típica guitarra. ¿Buscaron subrayar esos sonidos clásicos?
Sí, queríamos usar los sonidos de Guyville, los mismos plugins, y ponernos en la posición de buscar algo desconocido, incluso para nosotros. La gente dice: “Ojalá hagas otro Guyville” Cuando hacía Guyville, sentía que buscaba algo. Estábamos en territorio desconocido. Y en este disco busqué lo mismo.
¿Qué significa el título Soberish [Más o menos sobria] para vos?
Tratar de estar conectada y centrada, pero también sentir que la realidad es tan intensa que hay que bajar un cambio. Tiene un significado literal para mí, en especial porque legalizaron la marihuana en California en 2016. Siempre fue mi droga preferida. Cuando se volvió legal, pensé: “¡A la mierda!”. Y tuve que vivir una segunda pubertad. Y con Trump… Dios, eso fue muy duro.
¿Sentís que encontraste un equilibrio entre “sobria” y “más o menos”? ¿O seguís en esa segunda pubertad?
¡Estoy mejor! [Risas]. Ayudó que Trump no fuera reelecto. Pasé cosas muy intensas en mi vida, las sentí mucho todas. Sentía demasiado. Estoy feliz de terminar acá. Me siento en un buen momento. Pero si me decís que la semana que viene tengo que hacer X, Y y Z, seguro aparece mi parte del “más o menos”.
Después de tu primer disco había demasiada atención sobre vos. ¿Sentís que podés relajarte y tener más libertad?
En este disco siento que tuve el control absoluto de la música, pero a la hora de vender, no tengo tanto control. Hay algo acerca de esa industria en Estados Unidos, en nuestra economía capitalista… Te tiran los caballos ahí y decís: “¡Esperen!”, pero en realidad vos vas en la carreta de atrás.
¿Cuál es la mayor diferencia entre lanzar un disco ahora y en 2010?
La mayor atención sobre las redes sociales. Cuando la gente dice: “¿Tenés alguna idea para TikTok?”, para mí, es muy bizarro. No entiendo si estoy vendiendo música o a mí misma.
El documental Framing Britney Spears despertó debates sobre cómo los medios la percibían y la sexualizaban. ¿Alguna similitud entre ella y vos en ese sentido?
Sí. Fue un documental difícil de ver. Sentí esas presiones a un nivel más bajo (ella era obviamente mucho más famosa), pero si cambiás la escala, es la misma sensación. Saqué Guyville y tenía canciones picantes, pero de repente era la reina de los petes en todas partes. Todas las sesiones de foto después querían que me desnudara cada vez más. En un momento tuve que decir: “Si vamos a usar mi sexualidad, quiero ser el sujeto y no el objeto”.
La última canción del disco, “Bad Kitty”, empieza siendo sexualmente explícita. ¿Te burlás del personaje de Guyville ahí?
“Bad Kitty” es el final del disco, donde ya traté de hacer que las relaciones funcionen en serio. Y después digo: “¡A la mierda!”, y vuelvo a ser yo. Compuse la canción en el Grand Canyon, cuando estaba en un viaje haciendo canotaje durante diez días con un grupo de gente muy linda. Paramos en una zona rocosa. Yo estaba tocando “My Pussy” –así se llamaba entonces–. Y supongo que con mi ropa impermeable me veía toda chiquita y joven. Otro grupo pasó al lado y le dijeron a nuestro guía: “¿Los papás saben que ella canta eso?”.
Dios mío.
Y les dije: “No, no saben. Y no lo van a saber”. [Risas].
Este artículo fue publicado en la edición de agosto de Rolling Stone Argentina.
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