"A partir de ahí doblé la esquina de mi vida, si miraba hacia atrás no veía mi punto de partida, todo había cambiado, todo era mirar hacia adelante. La clave fue una familia incansable, una gran sonrisa diaria y la esperanza de estar mejor después de la tormenta. Mientras tanto, surfear la ola, nunca en contra de mi cuerpo, siempre a favor de la ciencia".
Hace un año Noelia Buscaglia (36) compartió este inspirador y esperanzador mensaje en su cuenta de Facebook, 20 años después de haber superado el momento más difícil de su vida.
Los primeros síntomas
Hasta noviembre de 1998 Noe era una adolescente de 14 años que hacía una vida normal como cualquier chico o chica de su edad. Se encontraba terminando el colegio primario (estaba en Noveno), a punto de empezar el secundario.
Precisamente, a mediados de noviembre se había ido de viaje de curso a la Costa Atlántica y en una caminata larga por la playa con sus compañeros se sintió "exhausta", una sensación rara por la edad y porque, además, ella hacía patín artístico y andaba en bicicleta. Realizaba una vida activa física y socialmente.
A la noche siguiente sintió unos calambres "fuertísimos" en ambas piernas que la despertaron en plena madrugada. Esa fue la primera alarma de que algo malo le estaba sucediendo.
"Había otras noches en las que me levantaba completamente empapada del sudor"
"A la vuelta del viaje se me empezaron a desarrollar cambios en el cuerpo, como por ejemplo, en la temperatura. Era verano y me despertaba a mitad de la noche, con mucho frío, tiritando y me tenía que poner muchas frazadas encima. Por el contrario, había otras noches en las que me levantaba completamente empapada del sudor. Y por las tardes solía levantar temperatura casi siempre a la misma hora. Además, me empezó a bajar la presión. Antes, íbamos a hacer las compras con mi mamá hasta cierto lugar y a partir de ese momento podía llegar cada vez hasta un punto más cercano de mi casa porque se me ponía toda la vista negra", recuerda.
Para ese momento, dice Noe, ya se habían encendido las alarmas en su familia por lo que los padres decidieron consultar con un médico de su barrio, en Don Orione, en zona sur.
Tras unos análisis, ese doctor la derivó a un especialista en Endocrinología del Hospital Durand que al revisarla le pidió que se hiciera los mismos estudios, pero con urgencia.
"Jamás había escuchado ese nombre"
El 4 de marzo de 1999 Noe cumplió sus 15 años y para ese entonces tenía un color muy feo en la piel, había bajado de peso y estaba muy desmejorada. "Yo creo que me dejaron cumplir los 15 en mi casa porque mi familia se daba cuenta de que algo estaba mal y si me internaban no iba a volver tan fácil a casa. Al día siguiente me senté en el sillón, apoyé la cabeza y sentí que algo estaba duro. Tanto que lo revisé pensando que había salido un clavo. Sin embargo, me toqué la cabeza y descubrí que tenía un bulto. Ya era de noche, les avisé a mis papás y a la madrugada nos fuimos de urgencia al Hospital Garrahan".
En la guardia la revisaron 16 médicos hasta que el último que ingresó fue el Dr. Jorge Luis Braier, que en ese momento era el jefe de Oncología. Tras 56 días internada y habiéndole realizado estudios y biopsias, Braier determinó que Noe padecía Linfoma de Hodgkin. "Jamás había escuchado ese nombre, no tenía idea de qué se trataba. Tenía tomado cuello, tórax, abdomen y pelvis y siendo tan joven mi vida corría peligro. Viví momentos muy delicados durante la internación. De hecho, en medio del tratamiento de quimioterapia tuve neumonía y hepatitis", expresa.
Su segunda fecha de cumpleaños
Noe se acuerda hasta el día de hoy de aquel 29 de septiembre de 1999 cuando le aplicaron su última quimio. Si bien no tuvo un alta oficial hasta ese momento, es la fecha que ella eligió para guardarse como algo muy importante en su tratamiento, aunque aún le restaban seis meses de rayos. "Es como un segundo cumpleaños, fue haber superado el primer obstáculo que había tenido en mi vida", se emociona. Y agrega: "Nunca renegué de mi enfermedad, me enseñó muchísimas cosas, me hizo madurar porque después seguí siendo una piba, pero con otra mirada del mundo, de la cotidianeidad y me pareció muy notorio cómo mis pares me pedían consejos. Ahí empecé a desarrollar la empatía y mis ganas de hacer cosas por otras personas".
El deseo de ser madre en peligro
Desde hace 11 años Noe es voluntaria de Linfomas Argentina, una asociación sin fines de lucro que trabaja dando a conocer información, creando espacios de encuentro y ofreciendo orientación a pacientes con Linfomas, Síndromes Mielodisplásicos y Mielofibrosis, de modo de ayudar al conocimiento de estas enfermedades, brindando contención y contribuyendo así a mejorar la calidad de vida de las personas que conviven con las mismas. "El encuentro con otras personas que vivieron lo mismo que yo también fue un antes y un después. Antes de ese momento era mucha soledad, no poder compartir la vivencia con alguien que supiera de lo que le hablaba. Contar mi historia fue hermoso por las respuestas y agradecimientos que tenía de la gente".
En diciembre de 2007 Noe se casó con Germán, quien obviamente estaba al tanto de la enfermedad que había padecido. Un año después comenzaron a preguntarse sobre la posibilidad de ser padres, aunque ambos estaban al tanto que ella tenía altas chances de no poder concebir.
Noe habló con una oncóloga que le respondió su inquietud vía mail. "Estábamos muy ansiosos por leerlo y tenía a mi marido en la puerta de la habitación como si estuviésemos ya en la sala de parto comiéndose las uñas. Yo no entendí lo que decía el mail, parecía que lo estaba leyendo en otro idioma, pero en realidad no lo quería entender. Cuando Germán se sentó en la computadora, lo leyó y me dijo que no iba a poder quedar embarazada", se lamenta.
"El dolor, esta vez, tenía un sentido"
Sin embargo, lejos de bajonearse al día siguiente Noe le propuso a Germán que hicieran de cuenta que ella no había tenido ninguna enfermedad, que siempre había sido sana, que no habían recibido ningún mail y que iban a empezar de cero a buscar un bebé.
"Dejamos que la naturaleza hiciera lo suyo, buscamos de la manera convencional y quedé embarazada a los pocos meses. Fue un embarazo hermoso, divino. Isabella (actualmente tiene 10 años) nació justo el día en que cumplí las 40 semanas. Lo viví muy consciente, sentí a flor de piel todo lo que me iba pasando. Incluso, el dolor, esta vez, tenía un sentido porque después de esto la iba a poder ver a ella", se emociona.
Como surfear una ola en el mar
Actualmente, Noe trabaja en una oficina y también como fotógrafa y disfruta del amor de su hija, de su marido, de su familia y de sus amigos. Y no quiere dejar pasar la oportunidad para transmitirles un mensaje alentador a aquellas personas que reciben un diagnóstico como le tocó a ella cuando apenas tenía 15 años. "Les digo que confíen en su médico, que hagan todo lo que él les diga. No hay que saltearse cosas ni reemplazar tratamientos. Abrazarse a la familia, buscar ayuda, no aislarse. Es como surfear una ola en el mar, no hay que ir en contra de ella, sino a favor. Y hay esperanza".
Más notas de Grandes Esperanzas
Más leídas de Lifestyle
“Nunca dejó de ser un nazi”. La historia desconocida detrás de la detención de Erich Priebke: un pintor belga y una confesión inesperada
Magnesio. Qué son los "hilos" blancos de la mandarina y por qué no deberías quitárselos jamás
Alerta. Qué le pasa al organismo si no consumo magnesio
Para considerar. El alimento que un cardiólogo recomendó no incluir jamás en el desayuno