Desde 2006, el Estado alemán otorga licencias pagas por maternidad, para combatir las tasas bajas de natalidad y fomentar el apego a los recién nacidos, repartidas entre los dos progenitores. La vida en clave de desayunos comunitarios, clases para amamantar y baby massage.
La primera vez que fui a Berlín me crucé con un grupo de nenes de jardín de infantes que viajaban en un carrito. Eran como ocho, todos con gorro de lana y pecheras flúo con sus datos, por si se perdían. La maestra jardinera tiraba del carro, sin mucho esfuerzo, y ellos disfrutaban de dos rayitos de sol. En ese instante quise tener un hijo berlinés. Fue como un flechazo, una revelación. Todavía no tenía ningún plan ni trabajo que me uniera con la capital alemana, tampoco conocía las licencias que les corresponden a los padres. Pero quería ser padre en esa ciudad en la que los bebés viajan en mochilas muy cómodas y, en verano, juegan desnudos en los areneros. Cinco años después, el deseo se volvió realidad gracias a un empleo de mi mujer en una universidad alemana. Nuestro hijo es berlinés y durante sus primeros 14 meses cobramos por estar con él. Luego empezó el jardín y le sacamos una foto apenas se subió a ese carrito con sus amigos (hijos de alemanes, hindúes, españoles, chilenos). Antes lo habíamos tenido todo el día a cargo, sin familiares cerca y con pocos amigos. Todo fue posible gracias a las licencias a las que accedimos. Primero vino el Mutterschutz (protección materna): durante el último mes de embarazo y los siguientes tres, la madre recibe su sueldo entero. Luego, con la posibilidad de ser reemplazada por su pareja, empieza el Elternzeit (tiempo de los padres).
En los 10 meses posteriores se reciben dos tercios del sueldo que se haya ganado en el último año y el plazo mínimo para quedarse con el bebé es de dos meses. En caso de que el padre no quiera participar, la licencia se reduce a un año. El Estado es quien paga y maneja un piso de € 300 y un máximo de € 1.800, según los ingresos de cada uno. La fórmula de la mayoría es mamá 12 meses y papá dos, sobre todo cuando el sueldo del hombre es mayor. La iniciativa arrancó en 2006 y tuvo como objetivo prioritario el crecimiento de la tasa de natalidad. Maquilló esa meta de una forma irresistible (con efectivo) y con un plan que estimula a los padres para que sean más activos en la crianza. Por mi condición de ciudadano europeo (polaco) y por tener residencia en Berlín, pasé ocho meses como padre full time. "Es mi sueño hecho realidad", cantaba el Kun Agüero en su cumbia. Y algo así sentía yo.
Kinderfreundlich (amigable para los niños)
Luego de completar infinidad de formularios y planillas, nos llegó la carta en la que anunciaban cuánto nos tocaría cobrar cada mes. Todo explicado en un alemán burocrático que resultaba inentendible incluso para amigos nativos. Con el chico recién nacido vino una asistente social para darnos algunos consejos y chequear que la casa tuviera sensor de humo (y si no, dejaba uno) junto a una toalla y un muñeco con el escudo de Neukölln, nuestro barrio. También nos entregó flyers de todas las propuestas que había en la zona –gratis o muy baratas– para bebés recién nacidos o entre puérperas. Asociaciones vecinales o de comunidades reciben financiamiento estatal para sostener actividades en las que, más allá de la práctica puntual, circulan consejos y recomendaciones. Como casi nadie tiene cerca a sus padres o familiares más directos, la cápsula en la que se vive con un recién nacido corre peligro de no recibir aire desde el exterior. Hay que inventarse esos espacios para salir de casa y compartir momentos con otros papis que, claro, a veces están contentos pero también abrumados por llantos u horarios que ya no se acomodarán. Yoga para mamás y bebés, natación, baby massage, un grupo de juegos sin pañales, taller de amamantamiento, clases para usar el rebozo.
Las opciones eran creativas, incluso en invierno. Por esa época, en la misma cuadra de casa abrieron un local de yoga kundalini y fuimos un par de meses los tres juntos. La instructora se llamaba Anna, como medio país, y terminó siendo nuestra profe particular porque no vino nadie más. La clase no incluía demasiado al bebé y ella seguía una rutina que traía anotada en un cuaderno. Al finalizar cantábamos "I’m happy, I’m good". Casi siempre, a esa altura, él ya estaba dormido después de tomar la teta. La coreografía familiar por entonces giraba alrededor de la teta. Tomaba y arrancábamos, generalmente en la mochila. Mi mujer se quedaba trabajando en casa; nosotros íbamos al parque, a hacer las compras, o a un desayuno familiar en una asociación que trabajaba con familias bilingües (alemán-español). Por € 2 te sumabas a una mesa que tenía sillas altas, cada uno con su hijo. Algunos bebés mordían zanahoria, otros chupaban pepino y fiambres de a montones. Éramos varios los extranjeros, casi siempre yo era el único varón.
"Tu sei un padre bravo", me decía la italiana Irene, con quien coincidimos en el grupo de preparto y nos reencontramos, de casualidad, en uno de esos espacios en los que los bebés se llevan a la boca lo que encuentran y las madres les sacan fotos o comparten el dato de algún producto o especialista. Esa rutina veraniega en la que pasábamos tanto tiempo en las plazas o en el barrio implicaba tomar responsabilidades que habitualmente caen en manos de las madres: preparación del bolso con pañales, viandas, gorros, cremas, baberos, ropa de repuesto y más también. Según cuenta Marcelo Ber, Punto Focal de Unicef para América latina y el Caribe en derechos de infancia y empresas: "Cuando los padres toman su licencia en lugar de seguir trabajando, elevan la posibilidad de que sus chicos apoyen, en un futuro, los derechos de la mujer. Los hombres que vieron a sus propios padres involucrados en el cuidado de niños son más propensos a repetir su actitud y también a ayudar a sus propias parejas con el trabajo doméstico".
En una clase de gimnasia que convocaba solamente a padres e hijos (¡fuera mamis!), me hice amigo de Michael Göbel, que aclara que el Elternzeit funciona, sobre todo, en aquellas familias en las que los ingresos no se alejan demasiado del tope de € 1.800. "Mi caso no es distinto; voy a tomar tres meses y mi mujer los 11 restantes. Si no, es una pérdida de plata para nosotros", cuenta por Skype, mientras –parece guionado– se escucha el llanto de la beba. Eso indica que terminó la siesta y, en consecuencia, también la entrevista. Antes de cortar, Michael dice que el Elternzeit estaba funcionando porque la natalidad había crecido, aunque volvió a bajar un poco en los últimos años. Anualmente, se destinan € 5.000 millones a este proyecto.
Un par de días locos
El Elternzeit no es único en su especie. Las licencias de Polonia (26 semanas para madres, 14 días para los papás), Dinamarca (18 semanas para las mujeres, también dos semanas consecutivas para los padres) y Francia (16 semanas y 11 días, respectivamente) sirven de contexto. Quizás los dos días que tiene el trabajador medio argentino se entiendan mejor al levantar la vista: Brasil y Chile (cinco días), Uruguay (tres), Bolivia (ninguno). La excepción a la región es Paraguay, donde los padres tienen dos semanas de licencia. El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, una organización no gubernamental, estudió los modelos de Dinamarca y Finlandia, y decidió unificar los 43 proyectos de ley relacionados con este tema que se presentaron en los últimos años en Argentina. Para el último Día del Padre, difundió su propuesta: licencia por maternidad de 98 días, licencia por paternidad de 15 días y una licencia familiar de un mes. "Según nuestros cálculos, estaríamos invirtiendo el 0,2 % del Producto Bruto Interno, una décima parte de lo que hoy estamos gastando en subsidio para la energía, que es lo que se está recortando. Ahí hay un espacio fiscal que podría ser usado para invertir en esta propuesta en el mediano y largo plazo", puntualiza Gala Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social de Cippec. Esta ONG, cercana al oficialismo, viene manteniendo conversaciones con legisladores de todo el arco político para llegar a una propuesta en común. "Las licencias pueden contribuir a un mayor desarrollo infantil. Que un bebé recién nacido pueda contar con un referente de apego estable en los primeros meses lo ayuda a establecer conexiones neuronales más fuertes. Lo que pasa en estos primeros meses hasta los cuatro años tiene impactos en toda la vida. Lo que no se estimuló ahí es difícil recuperarlo después", dice Díaz Langou.
Esas 48 horas que el padre pasa con el bebé no alcanzan para dimensionar el esfuerzo que vendrá y que, al menos en horario laboral, mayormente quedará del lado de la madre. "Recién tomé conciencia de todo el trabajo y del tiempo que llevaba la crianza cuando me quedé en casa por la licencia. Como todo bebé, Paul quería estar con su mamá la mayor cantidad de tiempo posible, más allá de todos los ratos que pasaba tomando la teta. Yo me encargué de pasearlo o entretenerlo para que ella pudiera descansar", cuenta otro amigo alemán, Philipp Marek. Justamente, por tareas como la lactancia, la economista Verónica Rappoport introduce la figura del techo de cristal, esa barrera invisible que impide el progreso profesional de muchas de ellas, aun en sociedades en las que la mayoría de los graduados universitarios son mujeres. "Son miles las mujeres que al tener un hijo no avanzan en sus carreras y eligen profesiones menos remuneradas. Hasta ese momento, por ejemplo, en Dinamarca, los sueldos eran casi iguales. Luego, crece la probabilidad de avanzar para los hombres, mientras que para las mujeres queda igual que a los 20 años. El mercado laboral premia las jornadas largas y eso lleva a una división de roles: uno trabaja más tiempo, el otro se hace cargo de tareas relacionadas con el hogar. Generalmente, este segundo papel es el que eligen muchas mujeres. Renuncian a avanzar profesionalmente si para ello tienen que estar 12 horas fuera de casa. Creo que el siguiente hito tiene que ser un cambio en esta estructura laboral, que viene desde los años 50, para que las familias tengan más opciones".
Princesas y machitos
Volviendo al caso argentino, las opciones tampoco son tantas: la licencia paga por maternidad dura tres meses (con opción a ampliarla por seis meses más, pero sin goce de sueldo) y aquellas que quieran sostener la lactancia cuentan solo con una hora para salir del trabajo o retirarse antes. Si no alcanza, deberán sacarse leche u organizarse para que alguien acerque al bebé hasta la oficina. Desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan un detalle fundamental: Argentina nunca ratificó el convenio sobre protección de la maternidad número 183, del año 2000, en el que se "estipulan medidas de protección para las trabajadoras embarazadas y las que acaban de dar a luz; entre otras cosas, se ocupan de la prevención de la exposición a riesgos de seguridad y salud durante y después del embarazo, del derecho a una licencia de maternidad, a servicios de salud materna e infantil y a interrupciones para la lactancia remuneradas, de la protección contra la discriminación y el despido en relación con la maternidad, y de un derecho garantizado a reincorporarse al trabajo tras la licencia de maternidad".
Si bien la OIT no tiene una norma sobre la licencia por paternidad, difundió estudios en los que se demuestra que aquellos padres que pasan dos semanas con sus bebés tienen más oportunidades de interactuar con ellos. Quizás "interactuar" suene a premio consuelo, pero no es poco en ese período de extrañeza, amor y sensibilidad que es, sobre todo, el primer trimestre de vida. La primera beneficiada, obviamente, es la criatura, porque se le amplía el marco de contención, de apego. ¿Cuántas veces hemos visto a padres pidiéndoles traducción o ayuda a las madres ante alguna escena? ¿Qué quiere decir ese ruido? ¿Qué ropa le queda bien? ¿Cómo le corto las uñas? ¿Cómo le gusta que la tengan en brazos? ¿Cuánto champú le pongo? Las respuestas varían a lo largo de la crianza y aparecen con más fluidez cuanto más tiempo se comparta con el bebé, que, alguien tiene que decirlo, tampoco es la persona más expresiva. Casi cualquiera lo sabe: durante los primeros meses solo les interesa la teta, dormir, no atorarse con gases y estar a upa (si es de mamá, mejor). Muchas escenas con las que soñamos disfrutar con nuestros hijos llegarán después, primero hay que sacar adelante esos meses tan cercanos al parto. ¡Si ni siquiera pueden tener firme la cabeza! Ganarse un lugar de su atención desde ese momento es como salir ganando 1 a 0 desde el vestuario pero para una familia entera.
"Para decir #NiUnaMenos hay que dejar de criar princesas indefensas y machitos violentos", fue una de las consignas que se dieron a conocer a partir de esa convocatoria antimachista. Seguramente, luego de ver al propio padre cocinando, lavando la ropa o a cargo de los pañales sea más difícil convertirse en una persona machista que si solo se lo ve en el sillón después del trabajo o haciendo el asado. Las más de 45.000 historias que se recopilaron en menos de un mes en el sitio contalaviolenciamachista.com son un ejemplo más de la urgencia del tema y de la necesidad de un cambio cultural. Al cierre de esta nota, Twitter anunció que sus empleados (hombres y mujeres) en América latina (con oficinas en Brasil, Colombia y México) tendrán una licencia de 20 semanas, incluidos los casos de adopción. Otras empresas, a través de patrocinadores y de acuerdos institucionales, abrieron espacios para amamantar o con cunas. Esos avances en el sector privado responden a los objetivos de luchar contra el machismo e instalar la temática de la igualdad de género dentro de las familias. La incógnita es si será posible acercar esas ideas y esos beneficios, a través del Estado, a la mayor cantidad de gente posible.
UN ASUNTO NACIONAL
Si bien la temática viene ganando lugar en las plataformas de campaña de actores políticos tan disímiles como Victoria Donda, Mariano Recalde y Myriam Bregman, las licencias por maternidad y paternidad todavía no tuvieron un proyecto nacional que reforme la Ley de Contrato de Trabajo N° 20.744, en la que se otorgan a la madre 45 días antes del parto y otros 45 luego, mientras que el padre solo recibe dos. Únicamente acceden a ella los trabajadores en relación de dependencia; los informales y los monotributistas deberán ser más ingeniosos para criar a sus hijos. Más allá del sector privado, donde también se negocian vacaciones y licencias sin goce de sueldo, es del empleo público provincial de donde surgen datos más concretos referidos a las licencias. El convenio colectivo de trabajo que regula la administración pública nacional establece 100 días pagos de licencia por maternidad y cinco por paternidad. Entre 2003 y 2015, 14 de las 24 jurisdicciones subnacionales tuvieron cambios en sus regímenes de licencias por maternidad, paternidad y/o familiares para los empleados públicos provinciales. Cuatro de las 24 jurisdicciones no satisfacen el piso mínimo de 98 días que recomienda la OIT (Salta, Jujuy, Entre Ríos y Buenos Aires). En nueve de las 24, las licencias por paternidad son iguales o inferiores a los cinco días (Catamarca, Chubut, Capital Federal, Corrientes, Formosa, Mendoza, Misiones, San Juan y Santa Cruz). Solo una provincia, Tierra del Fuego, puede categorizarse dentro de esquemas de corresponsabilidad.
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