Una pareja en su proceso de separación, un par de amigos que ya no tienen nada en común, un hombre que regresa a una casa que habitó en su juventud, dos que están a punto de iniciar un affaire o no. Los cuentos de Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) siempre toman algo de la cotidianidad de los que ya pasaron los treintaipico. A primera vista, Teoría y práctica estaría revisitando los nodos conflictivos de sus anteriores trabajos, con una exploración que viene cosechando buenos frutos. Sin embargo, este regreso a "sus" temas pone en evidencia que lo importante en esta nueva entrega de relatos es la manera de narrarlos. Bitar demuestra que renuncia a toda "maquinita" o sistema de comodidad para entregarse, en cambio, a un programa que tensa y agudiza las operaciones de su propia escritura.
"Los protagonistas son dos: Elisa y Reno, y en menor grado de importancia, el primer amor de Elisa, alguien que dará su nombre más adelante y por una coincidencia algo extraña, como toda coincidencia. Y si bien la historia se construye a partir del punto en que los tres se cruzan –otra coincidencia–, terminará exactamente en el punto donde el lazo entre ellos se desintegra". Con esta distancia, un narrador taxativo hará avanzar la acción entre los personajes seleccionados, los lugares delimitados y en un tiempo determinado, así lo enuncia en los tres cuentos que integran Teoría...
Desde este planteo no hay intenciones de crear una verosimilitud realista. Los cuentos evitan picaportes que se abren o descripciones ambientales y emocionales, como dictaba ese abecé poético de Ezra Pound que mandaba al diablo todas las palabras inútiles o que no aportaran nada nuevo. La manera de narrar de Francisco Bitar se condensa, los párrafos que componen cada cuento se abrevian y se asemejan a estrofas, separados entre sí por asteriscos, un símbolo tipográfico que aquí aglutina largos silencios, granadas con las que dinamitó un modo esperable de continuidad, dejando en su lugar cráteres que recargan de tensión el argumento, que se va desgranando con el sino de lo irremediable.
"Con todo, a la salida de la escuela, al llegar a la esquina de siempre, es él quien la besa entre un tumulto de tránsito. Es viernes, y con ese nuevo giro en su vida, Érica deberá afrontar el fin de semana", así, por ejemplo, delinea el affaire que inician Tomás y Érica, los protagonistas de la nouvelle "El próximo nivel", con la que cierra el libro. En este texto, la práctica sintética y ascética de organizar la narración teorizada y ensayada en los primeros cuentos también pasa a un próximo nivel. La nouvelle se aproxima a lo simultáneo, haciendo confluir tiempo y sucesos desde diferentes capítulos: el de Tomás, el de Érica, el de Alfonso (ex marido de Érica) y el de Zulma, la empleada del telo. Incluso, en el de Alfonso, se corre de ese narrador implacable que todo lo sabe y se narra en un presente frenético, el de los mensajes de texto, el de la violenta instantaneidad y, también, el de un posible psicópata. Además, reingresa la pincelada desestabilizante de lo fantástico: todo ocurre en una ciudad santafesina que se desmorona por la presencia de misteriosos cráteres que se abren sin mayor explicación, obligando a sus habitantes a lidiar con una catástrofe sumamente visible mientras continúan en sus puestos laborales. Un diálogo con la gran melancolía posapocalíptica que circunda el mundo de hoy, pero sin nombrarlo en forma directa. "Quería aplicar el mismo plan que está en Borges, en Bolaño, en Paul Auster: no contar la historia, sino contar un resumen de la historia. Largos períodos de tiempo en espacios breves. Y, a la vez, tirar de ese hilo. Tomar aquel plan y ver cuál era su resistencia en el espacio", precisa Bitar en una entrevista reciente. Y si bien esa resistencia es la que comienza a poner a prueba en Acá había un río (2015), que significó un salto respecto de su primer libro de cuentos Luces de Navidad (2014), indudablemente Teoría y práctica consolida un arte de contar sumamente pensado, para gusto de sus lectores, tanto nuevos como seguidores, que ya acredita.
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