"¿Cómo están? ¿Felices? ¿Piensan distinto a la mayoría de las personas? ¿Se preguntan si se puede vivir de otro modo? Yo era una chica como ustedes y puedo contarles, puedo mostrarles", asegura Caroline, la protagonista y narradora de la novela. Mi abandono –otra impecable publicación de Ediciones Godot, con traducción de Micaela Ortelli– es el diario de su joven vida, organizado en ocho capítulos; un orden al que llega guiada por las paredes de la yurta octogonal en la que vive sola, en el Bosque Nacional Deschutes, al final de la aventura.
A través de ese proceso de transcripción final de sus notas, Caroline puede revisitar la experiencia de una niñez terminada y traer a su memoria el encantamiento de los primeros días en los que, como todo niño o niña, no tiene más opción que seguir el sendero marcado por los adultos que la crían, en este caso, su padre. También resulta ser el modo de detenerse a rever las fisuras de esa figura paterna poderosa e incuestionable, y, sobre todo, de comenzar a apropiarse de una decisión radical en la que se vio involucrada involuntariamente: abandonar la vida en sociedad.
A partir de una noticia publicada en The Oregonian, en 2004, acerca de un padre y una hija "rescatados" en los bosques de Oregón, reubicados en un hogar y vueltos a desaparecer algunos meses después, el novelista Peter Rock (Estados Unidos, 1965), profesor de escritura creativa y residente en Portland, comenzó esta ficción en la que imagina la deriva previa y posterior de ese par. "Paralelamente, estaba leyendo bastante de Thoreau y Emerson. Hay una noción masiva acerca de Thoreau como un anacoreta amistoso y gentil, pero si lo leés como alguien con tendencias misántropas, aparece un tipo irritable y paranoico", señala Rock sobre este autor clave al que vuelven los movimientos contraculturales del norte una y otra vez.
Mi abandono –adaptada al cine por Debra Granik en 2018, conocida como Leave No Trace– no teme cuestionar el mito. Lo que en los primeros capítulos parece un elogio de la voluntad de un hombre solo a cargo de su hija contra las obligaciones de la vida occidental (escuela, casa, trabajo, shoppings), paulatinamente va cediendo para instalar algunos reparos sobre la viabilidad, ética y procedencia de ese proyecto de vida. ¿Acaso no suena quijotesca la empresa de este padre en cuyas lecturas predilectas descubiertas por su hija se hallaban Rousseau, Emerson y Thoreau?
Pero, cualesquiera sean la geografía o las vicisitudes que estén atravesando, hija y progenitor se aman, se perdonan y se necesitan. Vegetarianos, autodidactas, meticulosos y vulnerables; es en esa trama delicada, tan llena de contradicciones e incertezas, donde la novela posa su mirada y su oído. "Mi primera hija estaba por nacer en 2007. La ansiedad de estar convirtiéndome en padre atraviesa todo el libro. ¿Qué les decís? ¿Cómo los guiás?", se pregunta Rock en una de las entrevistas que nutren su sitio web oficial.
"Me quedo quieta. Un ciervo pasa rápido balanceando la cola blanca y los cuernos arrastrando el aire y de repente gira y vuelve sobre sus pasos. Cae una hoja de un árbol, planea y se adhiere a otra rama. El sol se eleva unos centímetros hasta recostarse en el atardecer", anota Caroline en sus páginas, nutriendo y siendo parte, por largos momentos, de la utopía original. Su diario, Mi abandono, es ese difícil proceso de desarmar la casa paterna y admitir los primeros legados.