Las últimas publicaciones de Hebe Uhart (Buenos Aires, 1936-2018), cuya extensa obra narrativa ya se encuentra totalmente reunida por la editorial Adriana Hidalgo, dieron un giro hacia la crónica. Sin embargo, esta escritura de no ficción no está alejada de su literatura anterior. Al contrario, en todas sus manifestaciones, la prosa de Hebe Uhart comprueba la tesitura de un programa estético firme y auténtico, que muchas veces se ha definido por esa capacidad peculiar de "saber oír". ¿Y por qué no de escuchar? Porque no está en el tema, sino en el habla la luminosidad con que retrata a sus personajes, que en el caso de las crónicas son personas, animales y lugares.
Pueblos pequeños y sus habitantes, la televisión local, avisos y letreros de ignotos negocios, refranes, la metáfora subalterna y prodigiosa de cualquier hablante son los tesoros que ella busca. Su expertise radica en traducir esa epifanía de la oralidad en la página escrita. Y cuando le tocan las grandes ciudades, como la crónica que retrata su viaje en 2014 como escritora invitada a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no duda en ubicar su voz en un lugar vulnerable, mareado por lo inabarcable. Igualmente, sea sobre el tema que sea, quien escribe es una cronista versada. Uhart no escatima los datos duros, aunque rastrea los de carácter curioso, tanto en libros como en guías de turismo y con sutiles entrevistas a lugareños. Así, en "Antes del cambio", un texto sobre las ciudades que rodean Montevideo, podemos enterarnos de que el presidente Sarmiento una vez se disfrazó de oso para un baile de Carnaval. Su mirada va en busca de los detalles que se dejaron de lado o de los desterrados de las grandes historias, para abrazarlos con admiración y generosidad.
"Es difícil despedirse de Asunción. El calor vela el río y lo hace parecer como suspendido en el aire. El calor les recuerda a las personas que básicamente son organismos vivos y que deben echarse a la sombra del mediodía, como lo hacen los perros. Ahí nomás, cerca, está la tierra colorada para recordarnos que estamos en el trópico. Tanta historia que ha tenido esta ciudad, y así, tranquila al mediodía junto al río, parece una ciudad del espacio, no del tiempo", homenajea a la capital paraguaya, bajo el embrujo de la cadencia del guaraní.
Hebe prefiere abstenerse de juzgar y se atiene a lo que maneja con holgura: las palabras. Sus crónicas están fuertemente ancladas en relatar ese viaje que emprende en el habla del otro, la fascinación de aprender nuevas formas de mencionar la materialidad de lo real. Y el humor es uno de sus elementos fundamentales. Para destacar algunos de esa saga: "Un viaje desusado", una excursión escolar –la autora se desempeñó gran parte de su vida como docente– en la que maestras, psicóloga, mamá vigía y chofer superan cualquier sainete; "Córdoba da para todo", una visita por los rincones esotéricos de la tierra prometida serrana, o también "El loro de Clara" y su secuela, "Todos recordamos el campo", especial para los amantes de los animales, ya que la cronista, con la última teoría de los etólogos contemporáneos bajo el brazo, no duda en creerles a los dueños del ave y al mismo loro su capacidad de decir la palabra justa.