En La maestra rural, del cordobés Luciano Lamberti, realidad y fantasía se entremezclan en una estructura coral para volver perturbador lo cotidiano.
Por Walter Lezcano
En la carrera –por usar una categoría lineal– de un escritor hay varios saltos de fe que también pueden ser instancias de aprendizaje y lucha: de la poesía al cuento y de ahí, quizás el mayor riesgo, a la novela. El escritor Luciano Lamberti (Córdoba, 1980) ha transitado cada uno de estos géneros con una solidez indiscutible. Un libro de poesía (San Francisco-Córdoba), tres libros de cuentos (Sueños de siesta, El asesino de chanchos y El loro que podía adivinar el futuro) y una nouvelle (Los campos magnéticos) muestran los pasos tentativos y certeros, en cuanto a resultados literarios, que fue dando Lamberti desde que empezó a publicar en su tierra, Córdoba.
Ahora aparece en la mesa de novedades La maestra rural, su primera novela, y este aterrizaje en un formato de largo aliento viene a demostrar que sus nuevas obsesiones estéticas siguen en línea con sus últimos textos: el clasicismo narrativo, la tensión que coquetea con el fantástico y el extrañamiento de lo cotidiano como clima constante y perturbador.
Angélica Gólik es una maestra rural que tiene la pasión de escribir poesía. Cada uno de sus libros sale en pequeñas editoriales y tiradas ridículamente ínfimas. Sin embargo, cada uno de sus poemarios tiene un efecto definitivo en los ¿privilegiados? ¿condenados? lectores. Digamos, para no caer en esa nueva enfermedad tóxica llamada spoiler, que con el correr de las páginas de la novela se va a ir develando el porqué de este efecto de abducción inusitada en cada uno de los lectores.
Estructurada como una biografía coral donde cada personaje va aportando una pieza necesaria en el cuadro general de la ingeniosa trama, La maestra rural establece, en principio, un contexto realista para luego, poco a poco, ir enrareciendo las motivaciones de los integrantes de la historia.
En ese sentido, la poesía y su universo de lecturas, talleres y presentaciones funciona como un material que camina por los bordes filosos de la sátira y la burla. Pero también la figura de Angélica y su entrega a la poesía no dejan de producir cierta fascinación por su naturaleza misteriosa.
Lamberti, que en estos momentos vive en Buenos Aires alejado de la creación poética y volcado a la narrativa, toma la figura de una poeta como centro neurálgico de su novela y en esta elección no puede ocultarse cierta admiración por esta clase de personajes que siempre le gustaron a Roberto Bolaño y los que juntó en Los detectives salvajes. Pero mientras que Bolaño se contentaba con describir un terreno épico y propicio para las aventuras memorables, Lamberti hace de los poetas seres bastante terrenales, mundanos, pero con el desequilibrio a flor de piel, y logra incluirlos en una sucesión de acontecimientos que involucran el género fantástico.
¿Cómo interpretar la salida de una historia como esta en el panorama de la literatura contemporánea? En principio, hay que hablar de influencia y aprendizaje. Lamberti ha declarado su admiración hacia Stephen King. Lo que lo acerca a la voz de Mariana Enríquez, otra fan declarada, es su intención de demostrar, a través de lo fantástico y del terror, que lo más inquietante –siempre– es lo más cercano, lo cotidiano. Pero también son autores, Lamberti y Enríquez, que trabajan con un lenguaje (en apariencia) accesible mientras que la dificultad muchas veces pasa por los contenidos y las estructuras. Y, por otra parte, está la realidad del movimiento territorial. Al igual que Federico Falco, Lamberti es un cordobés que decidió radicarse en Buenos Aires. Esta nueva residencia le da una perspectiva renovada a su producción: sobre qué escribir y desde qué lugar.
Lamberti apuesta con su primera novela a un texto que profundiza su idea sobre el tipo de literatura que le gusta escribir: aquella que entretiene, pero que intenta filtrarse en la memoria del lector a fuerza de violencia y tradición. Como dice un personaje de la novela: "A veces, incluso sin que lo sepamos, los sueños pueden enloquecernos". Da la sensación de que una parte de Lamberti persigue eso con sus obras: escribir sueños que enloquezcan a quienes se acerquen a leerlo.
LA NACION