¿Hay alguna forma de conjurar el dolor, de evitar ser dañados o infligir pena en otros? Los ocho cuentos de Luz Vítolo (Buenos Aires, 1987), reunidos en La lógica del daño (Odelia Editora), parecen respondernos que no. Con diferentes matices que van desde la tragedia sin retorno hasta el humor que arranca sonrisas socarronas, en todos ellos la rueda de la fortuna gira y no se saltea descensos.
El primer cuento, "La hora de la siesta", aprieta el acelerador y lleva al lector directo a ese choque que, aunque se cierren los ojos, va a doler lo mismo. Lo que le ocurre a Anita, la protagonista de 12 o 13 años, está casi cantado. La intención de este relato no es plantear un enigma alrededor del amargo evento, sino enrostrarlo en su minuto a minuto: "Si pedaleás rápido, muy rápido, se te levanta el vestido. Tratás de ser cuidadosa, pero te gusta la velocidad. Te olvidás de que existen los frenos; agarrás todas las lomas de burro. Saltás un poco en tu asiento. El viento descubre tu secreto: te olvidaste la ropa interior. Porque hace calor y corre el aire. Estás despierta y es la hora de la siesta. Andás sola: ahora te dejan". Íntegramente narrado en segunda persona –que amonesta, pero también captura–, quien sea que lea este cuento no podrá dejar de sufrir en carne propia el rito de pasaje que impone una sociedad patriarcal a la vuelta de la esquina: estar siempre dentro de un coto de caza por ser niña, mujer.
En esta carretera durísima también se ubican el cuento que cierra el libro, "La lógica del accidente", del cual la misma autora refiere que le cuesta volver a leer, y "Espuma en la nariz". Ambos textos tienen como personajes a niñas o niños, y ninguna tibieza para pelearle al estereotipo de la inocencia frecuentemente asignado a este rango etario. Sin titubeos, admiten la premeditación del mal, dentro del género realista que habita: "Padme dio detalles específicos para que Mar supiera todo lo que había sufrido. Quería que comprendiera de qué exactamente era culpable. Mar escuchó el relato mientras el agobio se apilaba en sus pulmones. No sabía qué decir".
En otros relatos, Vítolo explora algunos daños menores, no por eso menos memorables, que coquetean con la comedia o, al menos, con cierto tono burlón, muy bien llevado. Es el caso de "No cuesta tanto sacrificarse", que narra el viajecito que emprende una pareja que recién comienza a conocerse a la Fiesta Provincial del Dulce de Leche. También en "Pendejo" que, como su nombre lo indica, indaga en la psiquis de un porteño engreído, productor audiovisual clase b, expuesto a una peculiar apuesta de baño de hombres en México.
Sin dudas, "Bungee" y "La Niña" se permiten resbalar hacia arenas fantásticas. En ellos se despliega una extrañeza, un terreno fértil para que sus personajes puedan hacer cualquier cosa, para que surjan escenas impensadas y magnetizantes.
Además de cronista en la revista digital Orsai, Luz Vítolo engorda las filas de los escritores esotéricos: es tarotista y astróloga. La lógica del daño es su primer libro, cuyo conjunto de cuentos logró ser finalista del concurso Ficciones, en 2017, con un jurado local de lujo. Como en un juego antitético con su título, al leer estos relatos entendemos que no hay una lógica que justifique la aparición del daño. Salvo que resiste, se multiplica y anida en cualquier lado, incluso en espacios muy pequeños, como una paloma de ciudad.