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El viernes 5 de mayo de 2023 Daniela Ojeda leyó por primera vez la palabra carcinoma en el informe de la segunda punción que le habían realizado. Esa noche, cuenta, tenía el cumpleaños de una amiga y si bien sentía una tremenda tristeza eligió guardarse todo el llanto para no arruinarle el festejo.
“Empecé a llorar el domingo a la noche y todo el lunes, llegué a la consulta con el médico desfigurada de tanto llorar. Se me llenó la cabeza de fantasmas, todo lo que me imaginaba era una agonía lenta y cruel y una muerte inminente. Así como suena, veía todo negro”.
De repente, en un abrir y cerrar de ojos a Daniela se le vino el mundo abajo. Hasta ese momento llevaba una vida que disfrutaba mucho. Siempre que podía, aprovechaba para viajar, muchas veces junto a su hijo (Salva de 20 años), una de sus grandes pasiones. Pero también practicaba Hatha Yoga y era parte de un grupo de runners.
“La idea de quedarme pelada me afligía muchísimo”
Sin embargo, a partir de ese 5 de mayo tuvo que hacer una pausa. Su vida quedó detenida. El miedo, la angustia y la desesperanza se habían apoderado de todos sus proyectos.
Desde junio hasta noviembre, Daniela recibió seis sesiones de quimioterapia y anticuerpos monoclonales cada 21 días. El proceso, cuenta, se alargó un poco más de lo esperado porque le costaba recuperar glóbulos blancos por lo que debieron dejar pasar hasta cinco semanas entre una sesión y la siguiente. En diciembre, le realizaron una cuadrantectomía y linfadenectomía axilar, que es la extracción de algunos ganglios.
Para Daniela, lo más difícil en relación a la enfermedad fue enfrentarse a la pérdida del pelo. Significaría que el cáncer se iba a ser visible. “Tengo rulos y siempre tuve el pelo largo, desordenado, voluminoso. El pelo siempre fue un factor muy protagonista en mi imagen. En pandemia, incluso, fui parte de un comercial para Dove. La idea de quedarme pelada me afligía muchísimo”.
El oncólogo le había dicho que la caída del pelo ocurriría alrededor de los 18 días posteriores a la aplicación de la primera quimio. “El día 16 me lo corté corto, preparamos una rica cena con mi hijo, mi hermana y mi cuñado, que trajeron la maquinita, y me rapé a la medida más larga. Cinco días después ya era insostenible, llenaba todo de pelos, cocinaba con una gorra de baño, la almohada parecía de peluche así que con mi hijo jugamos un rato haciendo peinados de espuma de afeitar y me rapó a cero”, se ríe Daniela, entre lágrimas.
Un emprendimiento familiar nacido desde el amor
La opción de comprarse una peluca la descartó casi de plano ya que pensaba que el espejo le iba a devolver una imagen muy distinta a la suya. Tampoco encontraba un turbante con el cual se identificara.
Entonces, en ese momento apareció su creatividad (clave en la resiliencia) y junto con su hermana y su sobrina crearon Sirenas con turbantes, un emprendimiento en el que confecciona turbantes de “calidad y versatilidad como un sello distintivo”.
“Somos meticulosas para diseñar y para elegir las telas. Además, se genera una linda relación con las clientas, les brindo apoyo y contención porque yo estuve ahí. Sabemos lo que sienten cuando nos escriben y nos dicen que les urge recibirlos porque ya están prontas a empezar el tratamiento”.
Nunca se quedó quieta ni dejó de hacer lo que la apasiona
En todo este proceso, Daniela se aferró mucho a su familia y a sus amigos que la acompañaron desde el minuto uno. También se sintió muy contenida con su pares de MACMA. “Somos pacientes en distintos momentos del tratamiento, con una psicóloga y una coordinadora, ex paciente. Tenemos un encuentro semanal de dos horas por zoom donde compartimos reflexiones, sentimientos e información. Son nuevas amigas que me regaló la vida, se crea un lazo muy fuerte”.
Además, viajó todo lo que pudo: fue a surfear mientras esperaba los resultados de los estudios antes de empezar la quimio, a esquiar entre la tercera y cuarta quimio y a correr a Tandil luego de la sexta. Más allá de los primeros temores, nunca estuvo quieta ni dejó de hacer lo que más le gusta. En definitiva, eso es parte de su esencia y de su personalidad. Y todo esto la ayudó a enfrentar el cáncer de una manera más esperanzadora.
Incluso, con la intención de ayudar a otras mujeres compartió su testimonio de vida en @wikicancer, algo que para ella significó, por un lado, hacer catarsis y, por el otro, poder trascender dejando huellas. “Mi mensaje para aquellas que están empezando es ¡ánimo, amigas! La realidad dista mucho de los miedos y fantasmas iniciales. Después de una bajada, siempre hay una subida”, escribió.
¿Con qué cosas soñás?
Sueño con hacer crecer Sirenas con Turbante, con el driver de la mejora continua y con seguir ayudando a otras mujeres. También sueño con hacer muchos viajes, visitar a los amigos que tengo desparramados por el mundo y conocer nuevos lugares y culturas.
¿Sentís que hubo un antes y un después de tu enfermedad?
Sin ninguna duda hay un antes y un después. Mi vida cambió radicalmente, mis prioridades son otras, mis tiempos, mi visión de la vida. Disfruto más del presente, de los afectos y de las pequeñas cosas. Me hago menos problemas por pavadas, puedo poner más en perspectiva las prioridades. Ojo, a veces se me olvida, así que tengo que traerme de vuelta y volver a focalizar en lo importante.
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