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Como a tantos perros y gatos les sucede en la Argentina y alrededor del mundo, a Olivia la dejaron abandonada en la puerta de un refugio de la localidad de Realicó, en la provincia de La Pampa, una fría noche de invierno. Desnutrida, con sarna, el pelo sucio y enredado y con rastas no permitía ver su cara completa. Solo se asomaban sus ojos tristes y fue entonces que Mirta Cravero, que es médica, supo que no podía seguir de largo.
Invadida por el terror a que le hicieran daño -¿quién sabe lo que habría padecido el animal en su reciente pasado?-, les llevó más de una semana poder atraparla. Corría, se escapaba, nadie podía acercarse. Una vez que estuvo a salvo en el Refugio Asociación Realiquense Amigos de los Animales (ARAA), lo primero que hicieron los rescatistas fue advertir que llevaba un collar aunque sin identificación.
Poner el pecho y también el corazón
La llevaron al veterinario y el médico le diagnosticó un tipo de sarna no contagiosa pero que podía reaparecer en situaciones de estrés. Olivia, a la que le calcularon unos siete años de vida, fue medicada, bañada y quedó en observación durante medio día para monitorear su progreso.
Mirta se puso el caso al hombro, pero también muy cerca de su corazón. “Cuando la fuimos a buscar, nos impresionó su estado. Pesaba como mucho dos kilos. Estaba muy asustada”.
A continuación Mirta decidió que la llevaría a su casa. Allí, en un ambiente más tranquilo, la perra podría continuar con su tratamiento y seguir una dieta especial para recuperar su peso y dejar atrás el cuadro de desnutrición que presentaba. “Aunque yo había conocido a una perra temerosa, en mi casa Olivia no tuvo problema alguno. Quizás es por la experiencia de haber rescatado animales durante tantos años. Yo sabía que era cuestión de tiempo para que entrara en confianza. En casa hay diez animales, entre ellos un erizo rescatado y, con el correr de los días, pudimos ver cómo florecía su carácter de puro amor”.
A los quince días, Martina (18), la hija de Mirta -que la acompaña a su mamá en los rescates desde que estaba en su vientre- se iba a Córdoba a estudiar y Olivia fue con ella. Hicieron un primer viaje para ver su reacción en auto y cómo se adaptaba al departamento donde iba a vivir. “Fue increíble la respuesta. Es una perrita muy agradecida, llena de amor y jamás se separó de mi hija Martina”, dice contenta Mirta.
Mirta y Martina creen que Olivia probablemente haya tenido una familia. Aunque les generó mucha tristeza su inicial estado de abandono, estaban convencidos de que cada día, cada paso que daba la perra hacia su recuperación era uno hacia su nueva vida. Y esa nueva vida es la que lleva ahora, rodeada del amor que siempre mereció y que todos los seres vivos merecen.
Moneda corriente, una triste realidad
La realidad que vivió Olivia no es un hecho especial a lo largo y a lo ancho del país. De hecho, según estimaciones del Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires, son más de seis millones de animales los que sobreviven en las calles de la provincia. Son abandonados pero también en la mayoría de los casos, nunca conocieron el amor de una familia.
Por eso el trabajo de los refugios, los rescatistas particulares y las entidades de ayuda animal tienen cada vez más trabajo y necesitan de la colaboración de la sociedad para llevar adelante la noble tarea. En ARAA reciben alimento, chapas, media sombra, tejidos, cuchas, donaciones en efectivo también que cubren las deudas con las veterinarias que asisten a los animales.
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