Pensemos en las islas finlandesas: rocosas, con árboles enmarañados, cabañas solitarias, rodeadas de un mar intenso. Y pensemos en su peculiar verano, uno que interrumpe un invierno infinito, pero que necesita de leños prendidos por la noche y mantas de lana. Es en esas islas y en ese tiempo donde las olas dejan regalos para Sophia, una impetuosa niña de 6 años, y para su abuela, que con terquedad y bastón recorre, navega e incursiona sola por los bosques para tallar figuras que adivina en ramas y troncos caídos. Ambas protagonizan los 22 capítulos del libro, que se suceden sin continuidad, salvo por el hecho de que cada uno es un retrato de un día de verano. En ellos, abuela y nieta pueden llegar a tener charlas teológicas, en las que incluso se aborde la pregunta por el sexo de los ángeles, misterio que se resolvería muy fácilmente –en caso de que se presentara alguno– al espiar debajo de sus túnicas.
El libro del verano es la primera novela que se publica en el país de la autora finlandesa Tove Jansson (1914-2001), gracias al proyecto editorial de Cía. Naviera Ilimitada. Comparable a una María Elena Walsh, la escritora y artista alcanzó gran reconocimiento en su región y en toda Europa por su obra destinada al público infantil: los Moomin, una familia de trolls que atraviesan aventuras pacíficas y mágicas, rodeados de una naturaleza arcádica, naif, folclórica. En la última etapa de su trayectoria, Jansson tornó su escritura hacia los lectores adultos. Sin embargo, los Moomin y esta novela no están tan lejanas una de la otra. Cierta celebración por la vida en sus manifestaciones más sencillas –y quizá por eso veraces–, como el cuidado del musguito que crece entre las piedras, o la transgresión de escalar una boya bajo la mirada poco complaciente de una abuela, se encuentran en ambas obras, prueba de la coherencia estética de Jansson y de su fascinación por los ritmos y paisajes naturales.
"La diáfana extensión del día que se verá coronado cada 21 de junio con la celebración del Midsommaren (el solsticio) implica la apoteosis de un periodo en el que todo es posible, por breve que sea. De allí que «el verano» no refiera únicamente a una estación sino a un estado anímico que pasará a ser internalizado en la memoria barriendo con los límites en un ciclo puntual", detalla en su prólogo Christian Kupchik, quien también ofició de traductor en esta edición. Entender la peculiar relación que tienen los pueblos nórdicos con la noche y el día, el límite del frío y la posibilidad vitalista del verano son claves para captar las sutilezas en las que se detiene la novela de Jansson: la llegada de un gato que se vuelve salvaje, un paseo con sombrilla, dormir en carpa, recordar cómo era dormir en carpa, encontrar el cuerpo de un pato muerto y transformarlo en una historia de amor enloquecido. Esos son los acontecimientos que tejen los días que envuelven a esta familia de tres: padre silencioso, niña resuelta y abuela que tutela los misterios, el coraje y los juegos. "No existía la menor duda de que la abuela encontraría todo lo necesario para evitar la mala fortuna y hasta la muerte. Todo cabía en su bolsillo. Sophia la siguió en silencio, y vio cómo la abuela llevaba la luna sobre su cabeza y la noche se serenaba completamente".