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Durante los últimos meses se habían involucrado y comprometido en el rescate de casos realmente complicados. Pero esa tarde, cuando recibieron un pedido de ayuda desesperada para un perro que había perdido gran parte de su hueso nasal y se estaba ahogando en su propia sangre, por un momento sintieron que su mundo se paralizaba.
“Pasó días sin atención y, una vez que lograron retenerlo, no dudamos en traerlo. Inmediatamente recibió atención veterinaria, y en menos de 24 horas de llegar con nosotras empezó con fuertes hemorragias que nos dieron mucho miedo, se ahogaba de la cantidad de gusanos que tenía en su herida. Le habían partido el hocico de un palazo y, al estar en la calle, la profunda herida se había llenado de gusanos. Pensamos que no sobreviviría”, recuerdan las voluntarias de Soplo de Vida, un refugio de Buenos Aires que se presenta como el nexo entre el pasado y el futuro de los animales que rescata.
“La bichera lo estaba comiendo por dentro”
Bimbo, como llamaron al perro adulto de pelaje blanco que parecía entregado a la muerte, tenía roto el hueso de la nariz y sus canales respiratorios habían quedado expuestos y como excelente vía de entrada para parásitos, bacterias y una inminente infección. “Coordinamos un traslado a la veterinaria y el panorama era peor de lo que esperábamos: la bichera lo estaba comiendo por dentro. Bimbo había perdido ya un ojo, y no sabíamos si perdería el otro también. Con una sedación, le hicieron una toilette quirúrgica, le administraron antibióticos y todo parecía encaminado. Pero por la noche empezó a sangrar bastante y tuvo que ser internado de urgencia por una hemorragia que no cesaba”.
Luego de varios días de internación y una transfusión de por medio, Bimbo comenzó a mostrar leves signos de mejoría. Y, con el correr de las semanas, se programó para él una cirugía en la que le reconstruirían sus fosas nasales. “Era una cirugía relativamente sencilla, pero su edad le daba más riesgo del que pensábamos y eso nos generaba mucho temor. Sin embargo, con su fuerza de voluntad y actitud optimista, Bimbo nos enseñó que cuando hay voluntad de vivir, nada es imposible”.
Durante más de un año, Constanza lo transitó y acompañó en su recuperación. “Bimbo llegó a casa con la cara toda hinchada, sangrando y entregado a lo que fuera que le deparaba. Los primeros días fueron dormir con los ojos abiertos por cualquier urgencia, y el aprovecho y durmió profundo como nunca antes lo había podido hacer. Sus cuidados eran fáciles: medicación, amor, dormir en el acolchado y una vez por día cuando le limpiaba la herida la apretaba un poquito la cara y salían las larvas muertas. El se dejaba, chillaba un poquito, pero se dejaba. Era el perro más agradecido y dulce del mundo”, detalla Constanza.
A medida que fue pasando el tiempo y se contempló su cirugía para la reconstrucción de su carita, finalmente llegó el día de la operación. Bimbo se durmió con su cabeza en las manos de Constanza y su cuerpo en las manos de las de Valentina. “Fueron las dos horas más largas de nuestras vidas, sentadas en un café en la esquina de la veterinaria esperando para salir corriendo a buscarlo. Cuando salió, con su cara de traste que lo caracterizaba cuando algo no le gustaba, y medio mareado por la sedación, nos volvimos para casa. La operación más allá de ser funcional, le dió un cierre a ese pasado. Y de ahí todo fue sumando, el siempre fue un perro dulce, que se llevaba bien con todos, que cuidaba a mi perra de tránsito, todos lo conocían y lo amaban”, explica Constanza.
Al comienzo, Bimbo no se subía al sillón o a la cama de su casa de tránsito. “En parte por la falta de fuerza, en parte, creo yo, porque no entendía que ahora la casa le pertenecía. Bimbo se volvió un tránsito de ambas, pero también un amigo de todo el parque. Bimbo no ladraba. Incluso luego de aprender que podía dormir donde quisiera, que era normal dar besos y que siempre tendría comida. Lo más difícil para él fue entender que podía ladrar. Las siestas eternas, los mimos cuando llegaba, la fiesta a la hora de ir al parque y cuando lo hacíamos correr son uno de mis recuerdos más preciados”, dice emocionada Valentina.
Pero ya había llegado el momento de que Bimbo pudiera dar una vuelta de página más en su historia y confiar en que la familia perfecta para él estaría cada vez más cerca.
“No podíamos creer que hubiese sobrevivido”
“Con Martín tuvimos la experiencia de transitar y posteriormente adoptar un perro adulto y, aunque pudimos compartir poco tiempo con él ya que estaba enfermito, no dudamos en que queríamos volver a darle lugar a un viejito. Cuando vimos la historia de Bimbo y las fotos del estado en que lo habían rescatado, no podíamos creer que hubiese sobrevivido. Por eso decidimos adoptarlo”, dice Florencia con orgullo.
Bimbo perdió agudeza visual y, por su edad avanzada, tampoco escucha bien. Además, en algunas ocasiones tiene dificultades para respirar, motivo por el cual es necesario limpiarle el hocico. “Nunca vi un perro tan pero tan bueno, no tiene nada de maldad. Bimbo es especial: llegás al departamento y empieza a llorar para que lo vayas a saludar. Se lleva bien con todo ser vivo. Para nosotros adoptar adultos se convirtió en un camino de ida... el amor que tiene para dar y lo agradecido que se muestra es increíble. Ver cómo descansa y duerme profundamente nos hace pensar al fin estás en paz y seguro”.
Pero no todo es tranquilidad. Por las noches, en un rapto de juventud Bimbo disfruta de momentos de locura: ama, ya como un ritual, salir a pasear y correr las últimas cuadras con cuota de juventud y vitalidad que aún corre por sus venas.
“Bimbo forma parte de nuestra dinámica diaria, es un integrante más y lo incluimos en todos los planes. Ya conoció el río, la arena y es un copiloto más en nuestras escapadas en auto”. Todos los días los hace más lindos y es la compañía de ellos en esas mañanas de home office. “Bimbo tiene sus añitos, pero son de amor puro, una bondad que pocas veces vimos”, concluye emocionada Florencia.
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