Vivió en Argentina pero volvió a Suecia porque no le gustó el país hasta que volvió a visitar a una amiga y su mirada hizo foco en un hombre que cambió su historia
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Esta historia de amor comenzó allá a lo lejos, a principios de los años setenta, cuando el Flower Power ya no estaba en auge, pero a Maja, la protagonista, le gustaba llevar pantalones anchos, blusas blancas con vuelo y flores en el pelo.
Sin embargo, el verdadero origen de la historia es anterior. La primera vez que conoció la Argentina, Maja tenía 15 y había llegado de la mano del padre, que había sido asignado con un cargo en una empresa por cuatro años. Venían de Suecia, un lugar en el mundo que contrastaba de formas drásticas con lo que la adolescente vivenció en suelo austral: “No me adapté para nada. Iba a un colegio inglés donde no pasé buenos tiempos, y a pesar de aprender rápidamente el idioma, las burlas de mis compañeros eran constantes”, revela Maja.
La joven aguantó lo que pudo hasta que cierto día una tormenta desató con fuerza su caudal contenido, Maja no pudo más, y con el acuerdo de sus padres, regresó al país escandinavo para vivir con su abuela: “Cuando llegaba el verano, o ellos venían a Europa o yo los iba a visitar”.
Del rechazo al país a los veranos increíbles
El contrato laboral de su padre en Argentina se prolongó, lo que le brindó a Maja una segunda oportunidad con la tierra que antes había rechazado. Al país ya no llegaba obligada, sino de visita, y fue durante algunos de los inviernos duros suecos, que ella escapaba del frío para pasar semanas estivales que se sentían como tocar el cielo con las manos. En aquellos tiempos inolvidables, Maja conoció a su gran amiga, Sarita, una joven argentina que torcería su destino para siempre.
Los años pasaron, el contrato culminó y llevó a su familia de regreso a su país de origen, la alegría de Maja fue inmensa, pero algo muy extraño le ocurrió: de pronto, sintió nostalgia por Argentina, los amigos que había forjado en los veranos y, en especial, por Sarita, con quien mantenía un intercambio epistolar con cartas que podían contener más de una decena de páginas.
Fue así que un buen día, cuando ya había cumplido los 21 años, Maja decidió emprender un viaje por Europa hasta tocar suelo ibérico, donde casi sin pensarlo dos veces, abordó un barco que tenía como destino Argentina: “Fue algo maravilloso, ya no tenía como excusa visitar a mis padres, esta vez tan solo iba porque quería ir al país, reencontrarme con su gente y pasar otro verano con mi amiga”.
Y fue en ese viaje que algo, más increíble aun, cambiaría la vida de Maja por siempre.
¿Cómo se lo digo?
`Tengo una cita a ciegas´, le dijo Sarita a Maja, pasados unos días de su llegada a la Argentina. `Tenés que venir conmigo, Alfredo, mi cita, va a traer a un amigo. Se llama Jorge´.
Divertida, la joven sueca aceptó la propuesta sin titubeos, y al fin de semana siguiente se arreglaron entre risas y música, hasta que se hicieron las ocho de la noche, hora acordada para la cita.
“Cuando sonó el timbre ahí estaban los dos. Alfredo, el hombre acordado para Sarita y su amigo”, continúa Maja. “Pero de inmediato, Alfredo y yo hicimos contacto visual y la química fue instantánea. ¡Fue un flechazo! ¡Me encantó y me sentía mal de empezar así la cita, yo enganchada con el chico para mi amiga!”.
Llegaron a un clásico restaurante estilo americano ubicado en Martínez, zona norte de Buenos Aires. Maja y Alfredo se miraban de reojo, y ella anhelaba que no se notara la evidente atracción. De pronto, Sarita le dio un pequeño codazo a su amiga y exclamó: `Chicos, vamos al baño, permiso´.
Sarita tomó de la mano a Maja y la arrastró al baño. La joven sueca temblaba de pies a cabeza y estuvo a punto de declararse culpable, cuando su amiga le dijo: `Tengo algo para confesarte, ¡no me gusta Alfredo, me gusta Jorge!´.
“No puedo ni empezar a explicarles el alivio que sentí”, asegura Maja hoy, mientras rememora su historia. “Le dije a mi amiga que me gustaba Alfredo y se puso muy contenta. Como siempre, nos reímos como locas. Y esta historia quedó para la posteridad entre nosotras y con nuestros hijos”.
El tiempo afianzó la pareja de Maja y aunque Sarita también estuvo de novia con Jorge, la relación de pareja no duró tanto, pero el recuerdo de esa tarde fue inolvidable.
La gran paradoja que provocó el amor
La primera vez que Maja llegó a la Argentina, el choque cultural fue tan fuerte, que decidió volver a su tierra de origen. La vida, con sus vueltas inesperadas y su magia inexplicable, quiso que muchos años después regresara por voluntad propia para conocer a Alfredo, el amor de su vida.
Y así, la protagonista de esta historia, terminó viviendo en el lugar del que había escapado, enamorada de su marido y con cuatro hijos, que crecieron donde ella jamás lo hubiera imaginado: en Argentina.
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