Un incidente personal con un gato de la familia le permitió unir sus saberes en una propuesta para poder atender a los pacientes más desafiantes
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Asegura que durante mucho tiempo fueron algo así como los grandes incomprendidos en las clínicas y consultorios veterinarios. “Desde mis primeros pasos noté que la grandísima mayoría de quienes trabajaban en una veterinaria, tenían mucha más paciencia con un perro. Les resultaban más fácil de manipular mientras yo veía cómo los gatos no eran bien atendidos. Fue así como el desafío de hacer algo diferente me empujó a meterme de lleno en el mundo de los felinos”.
Aunque no había crecido como el típico niño que anunciaba que quería ser veterinario en su adultez, Alexis Jaliquias, siempre sintió una especial atracción por toda clase de animales. Por la decisión de su madre -que buscaba una vida diferentes para ella y sus hijos, lejos de la gran ciudad- pasó gran parte de su infancia llevando una vida muy de campo en Alejandro Korn y luego San Vicente, en la provincia de Buenos Aires. “Si bien no fui el que ya de chico decía voy a seguir veterinaria (de hecho me gustaba ser piloto de avión, o buzo profesional, dado mi amor por el buceo y el mundo submarino), siempre estuve conectado muy fuertemente con la vida y hoy entiendo que este era mi lugar”.
Durante esos primeros años de vida mantuvo un contacto muy estrecho con la naturaleza, los animales y en especial con los caballos, los perros y los gatos. Era un niño 100% curioso y disfrutaba investigar literalmente debajo de las piedras para descubrir los ecosistemas que allí habitaban. Pero su curiosidad -como la del gato- no terminaba allí. De hecho, si encontraba algún animal muerto, lo separaba cuidadosamente para estudiarlo, tratar de observar sus partes y entender más sobre la especie que estaba delante de sus ojos.
Un consultorio que se volvió familiar
Concluida la etapa escolar y luego de un año de haber viajado por los Estados Unidos y Europa, ya antes de comenzar a cursar las materias del Ciclo Básico Común (CBC) en la Universidad de Buenos Aires, dio sus primeros pasos en veterinaria en el que luego sería su consultorio profesional. “Mi querida tía Basi me recomendó con su amiga, la Doctora Eliana Bagliani, que era amiga de la familia y atendía a nuestros perros”, recuerda con una sonrisa.
Unos años más tarde, tuvo la oportunidad de comenzar a realizar prácticas en el Hospital Veterinario de Virreyes, un lugar de formación que en ese momento estaba bajo la tutela de la Dra. Gabriela Pérez Tort, docente de la Universidad de Buenos Aires y reconocida profesional. “Fue ahí donde conocí al Dr. Gustavo Ficher, gran cirujano y, de a poco, me fui metiendo más en la práctica quirúrgica, primero como ayudante. Un día, ya avanzado en la carrera Gustavo me recomendó buscar un lugar en el área de Anestesiología de la Universidad de Buenos Aires y eso fue lo que hice, ya que disfrutaba mucho las especialidades de cirugía y anestesiología”.
Los gatos y un mundo de posibilidades
El entusiasmo, las ganas de aprender y de atender de forma responsable a sus pacientes lo llevaron a convertirse con el correr de los años en profesor de anestesiología y algiología (estudio del dolor) de la Universidad de Buenos Aires. Pero fue quizás un incidente personal lo que lo llevaría, años más tarde, a desarrollar un interés particular por los felinos. Era de noche, todavía estudiaba veterinaria, cuando recibió un llamado desesperado de su tío: su gato necesitaba una transfusión de forma urgente. Pero el delicado estado de salud del gato no era lo peor. Además de ocuparse del animal, había que conseguir un donante.
Jaliquias actuó de inmediato. Llamó a un amigo y le pidió permiso para que la gata con la que vivía oficiara de donante. Gracias a eso pudieron salvarle la vida al gato de su tío. Esa noche no pudo dormir. La idea de la donación de sangre en felinos lo desvelaba. También en el hospital veterinario donde trabajaba había advertido que cada vez que había que trasfundir un gato se generaba una situación difícil en torno a la donación. “La gente sufría por la enfermedad de su gato -que era algo serio porque quien necesita una transfusión tiene algo serio- y además tenía la preocupación de salir a buscar un donante”.
Con esa idea en mente, investigó sobre los bancos de sangre felinos alrededor del mundo y se propuso el objetivo de crear uno para el país. Lo logró: en 2011 abrió formalmente el Banco de Sangre Felino, el primero de América Latina que funciona en el mismo consultorio de Olivos, en la provincia de Buenos Aires, donde hoy atiende y dio también sus primeros pasos.
Desde el lado familiar, recuerda a su padre, fanático de Los Gatos, aquella banda de rock donde estaba el mítico Litto Nebbia. “En su momento, Litto Nebbia era un héroe nacional para mi padre, y en sus últimos años, por esas cosas de la vida, se convirtieron en amigos. De alguna forma u otra, los gatos siempre estuvieron en mi lista de pendientes. Ellos por mucho tiempo fueron algo así como los incomprendidos en las veterinarias. Hoy, a fuerza de una imagen triunfadora en todas las redes, plataformas o el medio de comunicación que se les cruce, los gatos han logrado que el mundo trate de entenderlos mejor, y entre otras cosas, han ganado un gran lugar en la Medicina Veterinaria, forzándonos a todos a formarnos más para atenderlos como se merecen”.
“Por las buenas o bajo sedación”
La combinación de anestesia y medicina felina hicieron que el consultorio de Jaliquias se convirtiera pronto en un espacio donde los felinos que, ante situaciones de estrés como es la consulta a una veterinaria (que se incrementa ante la presencia de perros, gente gritando, movimientos vigorosos, olores indeseables, etc.) reaccionan en forma agresiva. En ese contexto, una correcta revisación se vuelve casi una misión imposible que expone no solo al propio paciente, sino también a la familia y al profesional. “De ahí se desprende un casi axioma de mi trabajo que es con el gato, por las buenas o bajo sedación”.
El valor de ser una aguja veloz
Y fue justamente ese axioma el que le valió el apodo de “aguja veloz” entre sus pacientes y los más de 22.600 seguidores que tiene en su cuenta de Instagram (@alexisjaliquias). “Aguja veloz viene a mostrarnos una de las formas posibles de atender estos casos. ¿Cómo es? Sin contención física ya que no me gusta la idea de la persona apretando al gato contra la camilla y con un solo pinchazo para luego avanzar con las maniobras necesarias”.
Jaliquias asegura que son muchos los detalles que hacen luego al éxito en la consulta. Desde la elección de la transportadora y el correcto acondicionamiento de la misma, la administración en muchos casos de fármacos previo al momentos de salir de casa -siempre indicados por el veterinario-, el manejo durante el traslado (es decir, en general se suele recomendar llevar la transportadora tapada con alguna manta y el uso de música propia para disminuir el estrés del animal) hasta una bienvenida en el mismo consultorio con algún paté que despierte el interés olfativo del felino, lo invite a salir de su caja y el espacio le resulte lo más amigable posible.
“Con el gato tenés que estar detrás de todos lo detalles, es ahí recién donde podrás ver la diferencia en las respuestas que ellos dan en el consultorio. Incluso la misma familia nota enseguida esa diferencia en cómo se comporta finalmente su gato. En mi caso, tener disponible un gran abanico de posibilidades (anestesia inhalatoria, aparatos de monitoreo y todos los elementos necesarios para manejar cualquier variable) hace que todo parezca más fácil delante de la familia que acude a veces a la consulta tras años de no llevar a su gato a un control por pensar que es imposible manejarlo”.
Más que las drogas anestésicas, Jaliquias asegura que es la experiencia del operador lo que hace a la mayor utilidad del recurso. En su experiencia, ya con muchos años de realizar maniobras sobre los gatos, se siente “como pez en el agua” a la hora de tener que anestesiar un felino. “Todos los años salen recursos nuevos y está en uno perseguir ese avance”. Pertenecer a la cátedra de Anestesiología le permite, además, estar rodeado de prestigiosos colegas y eso es un desafío constante, un empuje hacia esa búsqueda de nuevos conceptos, nuevas herramientas y nuevas metodologías que hagan a una mejor atención para los pacientes.
“Creo que hoy lo más difícil es el manejo de las diferentes situaciones con las familias que acuden con los pacientes. Ya no son más los gatos de antes. Ahora me traen un miembro más de la familia, y manejar la angustia, la desesperación de saber que hay una vida que corre peligro, todo eso genera muchas situaciones realmente difíciles. Uno, además de ser buen profesional, debe tener la sensibilidad para acompañar ese momento, y eso es algo que no te enseñan en la carrera, te lo enseña en el mejor de los casos la vida y la capitalización de todas las experiencias vividas”.
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