Al llegar sintió que conocía Ibiza desde siempre, hasta que una noticia la llevó de regreso a la Argentina, donde luchó por volver a la isla, aun con todo en contra.
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Silvana Rizzi escuchó a su amigo y una sonrisa iluminó su rostro. Sentada en un rincón de Buenos Aires, imaginó Mallorca y tantos otros paisajes que le había dibujado desde la distancia que los separaba, y soñó. Varias de sus amistades habitaban en suelo español y, aquel día, como tantos otros, ella fantaseaba con la idea de dejar atrás su universo conocido para aventurarse al viejo mundo.
Abandonar su vida, su carrera, sin embargo, resultaba un tanto aterrador. Por otro lado, allí, en tierra argentina, Silvana estudiaba abogacía, tenía familia, entrañables amigos, y al amor de su vida: “Todo lo que una persona puede desear”, cuenta con calma, al recordar aquellos días del año 2000.
A pesar de los temores, una voz le decía que era ahora o nunca; su juventud no le impedía comprender que la vida se escapa entre los dedos como arena, que existen seres arraigados, apegados, enraizados –algo hermoso para quien lo vive con autenticidad-, pero que también están aquellos otros, los eternos viajantes, así como esas almas que se sienten extrañas allí donde viven, y desean encontrar su lugar en el mundo.
En 2001, Silvana tomó coraje, dejó todo, y se fue a probar suerte a Mallorca.
En Mallorca sin papeles y un barco a Ibiza
La isla, enmarcada por cientos de playas compuestas por pequeñas calas, emergió prometedora. Mallorca, con sus casi 860 mil habitantes, era conocida por su ambiente reposado, “la isla de la calma”, que con los años perdió algo de ella, para transformarse en un importante destino turístico.
Había mucho por hacer en el rubro de la hospitalidad, sin embargo, para Silvana, las cosas no fueron sencillas: “Nada salió como había planeado, aunque tampoco estaba tan mal. Pero la realidad es que, el hecho de tener a la familia lejos, así como los amigos con los que me había criado, y mi novio a 12 mil kilómetros de distancia, no ayudaba mucho”, asegura.
Silvana no podía negar que España la había recibido con los brazos abiertos, pero hubo un problema evidente, que se intensificó con el paso de los días: ella se había lanzado sin papeles, algo que complicaba la oferta laboral, así como tantos otros aspectos de la cotidianidad.
Existía la posibilidad de volver a la Argentina, pisar tierra segura y retornar a la comodidad de lo conocido, pero la joven intuía que no era tiempo de regresar, había algo más para ella, debía seguir: “Mallorca es una isla hermosa, pero sentía que no debía permanecer mucho más allí”, continúa sonriente, Silvana. “Así que me tomé un barco y crucé a Ibiza”.
Ibiza: la sensación de haber llegado a casa
¡Qué extraña la sensación de encontrar una tierra familiar, con sabor a propia, sin jamás haber posado los pies en ella antes! Al llegar, Silvana sintió que pertenecía a Ibiza desde siempre.
De allí le impactó todo, su mar azul, la gente, sus costumbres develadas con el paso del tiempo, sus callecitas blancas y su gastronomía, esto último -aún no lo sabía- se transformaría en un aspecto fundamental de su vida.
“Venía de capital, de un ritmo acelerado y en Mallorca había estado poco tiempo. Fue recién en Ibiza que absorbí los primeros grandes impactos, como el hecho de que a las 14 ¡se para el mundo! Hasta las 17 todo queda todo desértico, al principio no entendía bien, pero es el horario de la comida y el descanso, que acá es sagrado, como los reyes magos”, cuenta entre risas.
“El 6 de enero no se te ocurra hacer mucho plan ya que está todo cerrado y pasan los reyes en carruajes por las calles tirando caramelos. Me tocó volver de Madrid a Ibiza un 6 de enero y casi pierdo él avión, ya que los reyes también van por las calles madrileñas y cortan todo el tráfico, son muy tradicionalistas”, continúa.
Una llamada feliz, una gran noticia y una pregunta: ¿dónde queda el hogar?
No transcurrieron varios días hasta que Silvana recibió una llamada de su novio que la inundó de felicidad. Voy para allá, quiero que estemos juntos, le dijo, y para la joven fue una señal colmada de esperanzas en el nuevo destino.
Fueron buenos tiempos en donde consiguieron la residencia y en los que trabajaron las temporadas, intercalando Ibiza y Granada, otra ciudad de ensueño, pero que a Silvana no le provocaba el mismo sabor a hogar que Ibiza.
Pero, ¿dónde queda realmente el hogar?, se preguntó la joven cuando supo que estaba embarazada. La noticia de que traerían un bebé al mundo les provocó una inigualable dicha, pero replanteó sus prioridades y sus coordenadas: “Decidimos volver a la Argentina para estar rodeados de la familia y los nuestros”.
Argentina: volver a empezar, estudiar y tratar de encajar
Nada era como lo recordaba y Silvana ya no era la misma. En días porteños, corría el año 2004, cuando su hija dio su primera bocanada de aire. La felicidad de Silvana iba acompañada por una extraña sensación: a pesar de hallarse en su país, uno siempre querido, Argentina simplemente no la hacía feliz, sentía que no encajaba, más bien todo lo contrario.
Aun así, lo intentó, trató de seguir, de rehacerse, algo que resultó como querer encajar un círculo en un cuadrado, cuando ya se halló el propio lugar en el mundo. Desdibujarse, que las emociones, pensamientos y sueños no estén alineados con la realidad concreta, la alejaron de su identidad esencial y, en consecuencia, de su pareja, que un día, por mutuo acuerdo, llegó a su fin.
Silvana, que jamás había dejado de soñar con Ibiza, de inmediato pensó en volver, pero el padre de su hija deseaba permanecer en Buenos Aires y que su pequeña esté cerca: “Entonces, ya totalmente alejada de la abogacía, empecé a estudiar pastelería en el IAG y, entre el trabajo y mi hija, hacia todo curso que podía; finalmente, me recibí de pastelera”, cuenta.
Silvana llevaba adelante un bar frente al hospital Fernández, donde practicaba todo lo que había aprendido, en especial los fines de semana, cuando se transformaba en “su bar”, ya que el dueño se lo alquilaba aquellos dos días: “Las cosas no estaban mal, pero la sensación de no estar en mi lugar me invadía, día a día”.
Madre e hija en Ibiza, con una mano atrás y otra adelante
Diez años en Argentina transcurrieron hasta que el padre de su hija acordó con Silvana que sí, que viajen juntas y busquen su felicidad en Ibiza. Él había rearmado su vida y el mundo estaba más cerca que nunca para verse y permanecer en contacto en los nuevos tiempos.
Todo fue más complicado que nunca, ella llegó “con una mano atrás y otra adelante”, una hija aún pequeña y sin residencia, ya que la había perdido en tantos años en Argentina.
“Los consejos de que era una locura irme no faltaron, pero nada ni nadie me detuvo, a pesar de todo pronóstico poco favorable. Arribé a mi lugar en el mundo junto a mi hija, las dos solas en Ibiza, dispuestas a volver a empezar”.
Un sueño y un gran puesto laboral en la isla que siempre esperó
La isla estaba allí, como siempre, esperándola desde el día en que se había ido. No fue fácil, pero desde el primer momento, Silvana conoció personas que la ayudaron y que permanecen a su lado hasta el día de hoy.
Cuando sus papeles estuvieron en regla una vez más, la argentina se dispuso a dejar su hoja de vida en todos aquellos lugares que eran de su agrado. Por ese camino, de pronto se encontró trabajando en hoteles 5 estrellas y agroturismos, como Can Curreu, Casa Colonial o Aguas de Ibiza.
“Pero como todo lo que reluce no es oro, mientras más lujoso es el hotel menos pagan, yo, que no soy nada conformista, seguí buscando siempre algo que pueda nutrirme para seguir aprendiendo día a día”, continúa Silvana, quien finalmente obtuvo el cargo de jefa pastelera en el hotel Meliá de Ibiza, puesto que ocupa hasta el día de hoy.
“Sinceramente, la calidad de vida en Ibiza es muy buena, con el clima mediterráneo con sus inviernos cálidos y sus playas (o mejor dicho calas) con agua turquesa y transparente. Y ni hablar de sus espectaculares atardeceres en las cuatro estaciones del año. Ibiza es cara en comparación con otras provincias españolas, pero vale la pena”.
“Si al imaginarlo te hace feliz, hazlo”
Tal vez es un milagro encontrar el propio lugar en el mundo, pero quien no toma coraje y busca, lejos estará de hallarlo alguna vez. Esa es uno de los tantos aprendizajes que la experiencia de vida le dejó a Silvana, una argentina que decidió acallar las voces detractoras para seguir esa otra, la interior, que le indicaba que había otro rincón en el planeta para ella.
“El mayor aprendizaje que me quedó fue que no hay que hacer caso a lo que la gente te puede llegar a decir, yo tenía todas las posibilidades para que todo salga mal, en especial la segunda vez. Viajar a España con una hija de diez años, sola, sin mucho dinero y sin papeles, suena a locura, sin embargo, siempre seguí a mi corazón”.
“Creo que si tienes claro lo que quieres, nada ni nadie podrá detenerte, las puertas se abrirán y conocerás a las personas adecuadas para que todo confluya, a pesar de las dificultades. Está lleno de seres que te aconsejarán desde su experiencia, como así también desde sus propios miedos. Por eso mi propio consejo es que, si al imaginarlo te hace feliz, hazlo. Debemos estar allí donde nos sentimos bien, en mi caso acá, en la isla bonita”, dice conmovida. “Tu hogar no es donde naciste; el hogar es donde todos tus intentos de escapar, cesan”, concluye Silvana, citando a Naguib Mahfouz.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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