Llegó al país hace 10 años para estudiar para ser director técnico de fútbol, pero el destino lo hizo cambiar de profesión; “Mi corazón es argentino. Este país me dio todo. Le debo todo”, cuenta, emocionado a LA NACION
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“¿Dónde está el ruso que regaló banderas?”. Era temprano y Miguel, el encargado del local textil Ikea, no entendía lo que le pregutaban. “El ruso, el que ayer tiraba banderas argentinas desde la ventana. Este”, insistió la primera clienta del día, mostrándole en su celular un video viral de Instagram. Hasta ese momento, ni Miguel ni ninguno de los 7 empleados del local se habían enterado de la proeza que su jefe, el ruso Eugeni Khlynin, había encabezado en las horas siguientes a la Final de la Copa del Mundo.
Sobrepasado por la emoción
Ayer, sobrepasado por la emoción, el empresario, dueño de dos locales de venta y producción de telas en el Once, sorprendió a los porteños cuando, luego del triunfo de Selección, pasó cinco horas cortando y regalando banderas argentinas a los hinchas que se dirigían a festejar al Obelisco, tirándolas con entusiasmo desde la ventana del primer piso de su negocio de Lavalle al 2562. La escena fue filmada y, desde temprano, difundida por las redes y por los medios, que celebraron la actitud del extranjero.
“Regalé unas 700 banderas. En total, unos 20 rollos de tela. Las cortaba en el momento, a mano, con la tijera. Cuando me quedaba sin, bajaba rápido a la planta baja, buscaba más rollos, y volvía a subir para cortar y tirar. Habré empezado a las 15 y terminado a eso de las 20, cuando me quedé sin”, cuenta el protagonista, entre risas, a LA NACION, este mediodía, desde su local. El negocio tiene tan solo 3 metros de ancho, pero más de 40 de largo, y alberga cientos de telas de diferentes tipos y estampas.
Al principio, apenas terminado el partido, el hombre solo regalaba los retazos de tela albicelestes a los niños y a las embarazadas que salieron a la calle a festejar el triunfo argentino. Pero en seguida extendió su generosidad a todos los porteños. “Policías, cartoneros, jóvenes, señores mayores. Todos estaban muy agradecidos. Al principio, hubo un poco de desconfianza. Una muchacha me dijo: ‘No, no tengo plata’. Cuando le dije que era gratis, se puso tan feliz. Me gusta participar de esa felicidad, especialmente en estos tiempos tan difíciles”, suma el hombre, de 41, en un perfecto español, mientras se limpia el sudor de la frente. Afuera, en la calle, hay 30 grados de sensación térmica. Adentro del negocio, entre los rollos, hay aún más.
Hoy los clientes de su local se multiplicaron. La mayoría llegó preguntando por el dueño. Querían conocerlo. Pocos de ellos sabían de la curiosa historia detrás de este hombre, que llegó al país hace 10 años pero se define como un argentino de corazón y como un hincha acérrimo de la Selección argentina, y dice estar en deuda eterna con el país.
“Llegué a la Argentina para ser DT”
Eugeni es fanático del fútbol argentino desde que era niño y vivía junto a su familia en Kazajistán, que en ese entonces era parte de la Unión Soviética. “Seguía desde allá los partidos argentinos de los mundiales. El fútbol argentino es famoso en todo el mundo, muy amado. Siempre recuerdo el mundial del ‘98. Argentina tenía un buen equipo: la bruja Veron, Batistuta, Crespo”, rememora. Luego de trabajar durante años en relación de dependencia, y tras varios emprendimientos fallidos, en 2011, Khlynin decidió hacer realidad su sueño: se mudó a la Argentina para estudiar Dirección de Fútbol en el Instituto Universitario River. Quería estudiar la carrera en el mejor país para hacerlo, asegura. Una vez que terminó sus estudios, se mudó a Santiago del Estero, donde consiguió trabajo como DT en Club Atletico Central Córdoba. Allí también trabajó como ayudante de campo de la Primera.
En Santiago del Estero conoció a su esposa y tuvo a su hijo, Antón, con quienes hoy vive en la ciudad santiagueña de La Banda. “Voy y vengo. Acá vengo a controlar el negocio. Ahora, para Navidad, me voy para allá. Mi mujer se volvió la semana pasada”, explica el empresario.
Al rubro de la tela llegó como asistente de su hermano, que tiene cinco locales en el Once y llegó al país antes que él. En cuando pudo, hace unos seis años, se abrió por su cuenta. “Fue muy difícil emprender acá, pero con trabajo todo es posible. Este es un país que te da oportunidades si trabajás mucho. Ahora logro ver los frutos de tanto esfuerzo”, cuenta.
Khlynin vio el primer partido de Argentina en la Copa del Mundo Qatar 2022, que fue a las 7:00, en su local de la calle Lavalle junto a todos sus empleados. Para cumplir con la cábala, decidió ver el resto de los partidos en el mismo lugar. Es por eso que ayer al mediodía se encontraba allí, junto a dos de sus empleados, cuando la Argentina se convirtió en campeón del mundo. “Sufrí tanto durante el partido, como cualquier argentino. Cuando terminó, estaba muy feliz, y fue por eso que empecé con las banderas”, cuenta, con la emoción intacta. Todavía no puede creer que un video de él repartiendo banderas se haya hecho viral a lo largo del país.
Ante la pregunta de cuánto dinero perdió ayer al haber regalado más de 700 banderas, él responde: “No importa cuanto hubiese ganado si las vendía. Si era por una cuestión de plata, no lo hacía. Va por otro lado. Le debo mucho a este país, a su gente. Muchos argentinos se quejan, pero no saben que en otros lados no todo es tan lindo como acá. Yo progresé mucho en la Argentina. Este país me dio todo: familia, oportunidades, trabajo”.
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