Ella le prohibió la entrada, él se rio y le convidó chocolate; a partir de entonces surgió un amor inconveniente.
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Por estos días, Patricia cree en el perdón, en tratar de solucionar incluso aquello que nos dañó en lo más profundo. Su cuerpo apenas sí le responde, la enfermedad ya ha avanzado; hoy considera que todo lo que alguna vez parecía irremediable en el amor, podría haber encontrado su buen cauce: “De lo único que no se puede volver es de la muerte”.
Treinta y cinco años atrás, su cuerpo y sus pensamientos eran otros. Tenía 19 cuando conoció a Esteban, allá, por el año 87. Ella era “la nueva del sanatorio”, lo vio entrar a él a una sala de cirugía, muy canchero y sin ambo, comiendo un chocolate Barilochito. Patricia lo frenó, esas eran las órdenes, nadie, excepto el doctor, podía atravesar aquellas puertas.
“¿Te puedo preguntar quién sos y quién puede pasar?”, lanzó él. “Soy Pato y vos acá no entrás, solo el doctor puede”, insistió ella. Esteban rio a carcajadas, le convidó chocolate y le dijo que él era el médico cirujano a cargo.
“Él Tenía 30, se veía muy joven y no llevaba el guardapolvo”, rememora Patricia. “Creo que ambos nos enamoramos al mirarnos”.
Un robo, un noviazgo y una mentira revelada: “Fue un escándalo”
A los pocos días, Patricia sufrió un robo. Le arrebataron su mochila donde tenía un Walkman, casetes, cosméticos, entre otras cosas. La joven, a quien tanto le había costado obtener aquellos tesoros, contó el incidente en el hospital sin imaginar las consecuencias. Casi de inmediato, Esteban la sorprendió con un bolso similar, que contenía lo que tanto extrañaba (parecido y nuevo), más un libro de “El principito” con una dedicatoria que aún conserva: “Me lo dio en su Renault 18, nos besamos con pasión y a partir de ahí no nos dejamos de ver”.
El mundo de Pato cayó a pedazos diez meses después, cuando de considerarse la novia, pasó a recibir la noticia de que estaba casado: “Fue un escándalo”, confiesa la mujer.
Todo se desencadenó en un restaurante, donde apareció la mujer. Patricia estaba con Esteban, con su hermana y todos los comensales alrededor observando lo que hoy Pato califica como un desastre. “Yo amo a Patricia”, dijo el acusado de pronto. Y allí estaba ella, en estado de shock, y no pudo responder. Pero justo ahí, cuando lo vio atravesar la puerta de salida, corrió hacia él y exclamó que ella también lo amaba.
“Muchos no entienden”, reflexiona hoy. “Ese día me fui con él y no volví más a casa”.
Un mujeriego irremediable: “Sus esposas de turno me odiaban”
Su hijo nació en 1990 y se casaron en 1993, con toda la familia en contra. Pero Patricia lo amaba y asegura que, de volver el tiempo atrás, volvería a irse a su lado.
Estaba junto al amor de su vida y ese mismo sentimiento cegó lo evidente. Tal como la había conquistado a ella, Esteban lo hacía con otras: “Era muy muy mujeriego”, enfatiza. “Allá por el 96, 97, la relación se destruyó. Al comienzo había decidido ignorarlo y hacer la mía, pero la realidad era que no era feliz de ese modo, entonces nos separamos”.
A Esteban y Patricia, la vida los llevó por distintos caminos. Pero, por alguna conexión que nadie sabe explicar, jamás dejaron de hablarse: “Aun cuando sus esposas de turno me odiaban”.
Una enfermedad y un lazo incondicional: “Hoy entiendo que nada es perfecto y que quizás es mejor conservar y tratar de mejorar lo que se construye”
Esteban lloró cuando supo que Patricia había enfermado. Le realizaron un trasplante y una quimioterapia, pero fracasó. La enfermedad avanzó, implacable.
Ella sabe que él está ahí, incondicional para ella, pero no le pide nada. Hoy está sola y cada día piensa cuánto amo a ese hombre: “Creo que me iré de esta tierra amándolo profundamente. Y quizás sea una idea mía, pero siento que en el fondo de su corazón soy especial para él, no como la mamá de su hijo, sino como Patri”.
“Ahora entiendo que nada es perfecto y que quizás es mejor conservar y tratar de mejorar lo que se construye”, opina. “No siempre soltar es la mejor opción. Conservar pasó de moda, pero hoy hubiera sido la elección correcta. La vida es igual para todos, finita. Tal vez debemos recordar lo que nos acercó a la persona que amamos, mirar la mitad del vaso lleno, y construir en lugar de destruir”, concluye.
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