Arrancó el año cumpliendo un sueño que tenía desde 1989, cuando se compró una chaqueta Harley-Davidson original en Charivari, una famosa tienda multimarca de Nueva York. Por aquel entonces, Laurencio Adot (53) hizo una promesa: se dijo a sí mismo que algún día, sin importar cuándo exactamente, también iba a ser dueño de una moto.
En agosto de 2018 sufrió un accidente cerebrovascular isquémico que dañó parte del hemisferio izquierdo de su cerebro en minutos y Laurencio perdió el habla por completo y gran parte de la movilidad de su pierna y de su brazo derecho. La recuperación le llevó un año y medio y aún continúa.
Tras recibir el alta de la clínica Basilea, donde completó su rehabilitación, "Lauren" (así le dicen sus seres queridos) volvió a trabajar. "Me siento bárbaro", le cuenta a ¡HOLA! en un café de Recoleta, luego de posar con la moto deportiva –una KTM 1290 R Adventure–, que se compró en enero de este año. "En realidad siempre había querido una Harley, pero sentí que era demasiado. Entonces fui por algo deportivo y grande. No quería una ‘motito’. Es como el reloj: cuanto más grande, mejor", confía entre risas (si hay algo que no perdió es su sentido del humor) en una mesa en la vereda, con la nueva estrategia de "distanciamiento social".
–¿Qué significa que te hayan dado el alta?
–Que puedo salir a la vida a jugármela solo. Además de las sesiones de kinesiología y de fonoaudiología, en las que recuperé el habla, hice terapia ocupacional. Mechi, mi terapista, me enseñó a hacer todo lo de la vida diaria de nuevo: vestirme, comer...
–¿Cómo te sentís ?
–Estoy tranquilo y más consciente que antes.
–Bajaste las revoluciones.
–Sí. Y mi entorno también. Volví a trabajar, pero a un ritmo menos intenso. Lo importante, ahora, es cuidar mi cabeza y la presión.
–¿Qué descubriste a raíz del ACV?
–La fuerza del amor, del cariño, y un nuevo rol. Me convertí en un referente para aquellos que acompañan a alguien que sufrió un ACV o que viven una enfermedad terminal. Quieren saber cómo hice para salir adelante. Yo siempre les digo que el amor es clave en la recuperación.
ANSIAS DE MOTO, DE LIBERTAD
–En los últimos meses, revelaste otra faceta: la de "fierrero".
–[Se ríe]. Sí, pero no soy careta. Lo de la moto era un antojo desde hace mucho tiempo. Y hoy es símbolo de mi libertad. La compré para terminar de superar el ACV.
–¿Qué sentiste la primera vez que te subiste?
–Estaba muy nervioso. Tenía la sensación de que algo iba a fallar. Pero descubrí que es como una terapia: me ayuda a mejorar la movilidad de mi mano y mi brazo derecho.
–¿Chequeaste con especialistas si era seguro?
–Todo mi equipo me dijo: "Hacelo ya". De todas maneras, estoy controlado. Tengo a Enzo, mi entrenador personal, a Mechi, a Damián [Romero (36), su pareja desde hace trece años] y a Thiago [su socio], atentos y mirándome.
–Quién hubiera dicho que tu corazón de couturier escondía a un fanático de las motos...
–Desde que tengo la moto, creo que subieron mis acciones como candidato. Ahora soy un rudo [se ríe].
EN POSITIVO
Su lema es "Sí, se puede" y lo repite varias veces por día, para sentirse bien y animado. "En marzo, tengo ocho clientas pautadas por día. No debería decirlo, pero me da un orgullo tremendo", cuenta.
–¿Cómo te manejás con las normas implementadas para contener la pandemia de Covid-19?
–Cerramos nuestra boutique de prêt-à-porter, en La Promenade, hasta el 31 de marzo. Y en el atelier, recibimos menos clientas. Redujimos la agenda a cuatro personas por día. Y usamos alcohol en gel. El tema es que no puedo dejar de recibir a las novias [N. de la R. La charla con el diseñador tuvo lugar varios días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio para todos los argentinos].
–¿Te da miedo el virus?
–Soy paciente de riesgo y claro que tengo miedo. Estoy cuidándome como nunca. Si bien no lo minimizo y sigo las instrucciones, también siento que yo ya pasé lo peor. Ahora trato de pensar en positivo. Tenemos que cuidarnos entre todos.
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