Primero los griegos, más tarde los romanos, y desde ellos hacia nuestros días, te contamos por qué esta aromática es tan popular como valorada.
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En el interesante mundo de las plantas aromáticas, el laurel (Laurus nobilis) tiene, además de un exquisito perfume, propiedades medicinales y nutritivas. Pero su atractivo va más allá de esas características: se tata de una especie que fue parte de tradiciones y mitos que le asignaron incluso atributos mágicos y de protección.
Pertenece a la familia de las lauráceas, que se extiende en zonas tropicales y subtropicales del planeta. Esta familia comprende entre 30 y 50 géneros de plantas, y unas 2000 especies. Muchos de los árboles y arbustos que la representan son conocidos por sus propiedades medicinales, aromáticas o nutritivas, lo cual ha favorecido su cuidado y multiplicación durante toda la historia de la humanidad. La canela, el alcanfor y el laurel pertenecen al grupo aromático y medicinal, mientras que el palto o aguacate provee los frutos más nutritivos.
El laurel (Laurus nobilis) ha sido cultivado por el hombre por su valor ornamental, medicinal y como condimento. Es perenne y dioico (los sexos separados en distintos árboles). La dispersión de sus semillas a cargo de los pájaros lo ha asilvestrado.
En la mitología griega, el enamoradizo Apolo –dios de la música, la poesía y las artes adivinatorias– tuvo romances tanto con mortales como con ninfas y diosas. En una oportunidad se burló de Eros (Cupido), que practicaba puntería con su arco y sus flechas. La venganza a esta burla no se hizo esperar. Mientras Apolo estaba cazando en el bosque, vio a la ninfa Dafne. Ante esta situación, Eros disparó dos flechas: una de oro a Apolo, que provocó el amor apasionado por Dafne, y otra de plomo a Dafne, que provocó odio y repulsión hacia el dios.
Apolo, enamorado, comenzó a perseguirla y ella a huir desesperadamente. Agotada, llegó al río Peneo y pidió ayuda a su padre (el dios de este río). Peneo, para ayudarla del inminente ataque de Apolo, la convirtió en un laurel. Ante los ojos del dios, los miembros de Dafne iban quedando rígidos, los brazos se convertían en ramas, los pies echaban raíces y su cabeza se transformó en la copa de un precioso árbol. Impresionado con lo que acababa de suceder y el amor que le profesaba, prometió que ella sería el árbol que lo representaría.
Guerreros, atletas y poetas victoriosos adornarían su cabeza con las hojas y las ramas de este árbol. Los adivinos griegos también llevaban la corona de laurel y la llamaban “daphnéphoros” (coronado de laurel). “Daphnomancia” era la forma de adivinación que utilizaba hojas y ramas de laurel, en el Santuario de Delfos. Se arrojaban las hojas al fuego y, si crepitaban, era de buen augurio. Si, por el contrario, ardían en silencio, el presagio era desfavorable.
Según el escritor Fulgentius, la hoja de laurel colocada bajo la almohada provocaba ver acontecimientos futuros en sueños. En la antigua Grecia se utilizaba la expresión “llevo bastón de laurel” para expresar que no se temía a nada, por el poder protector de la madera de este árbol.
El pueblo romano heredó y enalteció los ritos griegos del laurel. En una leyenda romana, un águila dejó caer sobre el regazo de Drusilla, la mujer de Augusto, una gallina blanca que llevaba en su pico una rama de laurel cargada de frutos. Los arúspices (adivinos que interpretaban las entrañas de los animales sacrificados) ordenaron conservar el ave y sus descendientes, plantar la rama y cuidarla con esmero. Así se hizo en la casa de campo de los Césares a orillas del Tíber y creció un pequeño bosque de laureles. Desde entonces, Augusto y todos los Césares que le sucedieron llevaron ramos y coronas de laurel en sus cabezas.
También en Roma tuvo fama de alejar el rayo. ¡Tiberio César apenas sentía tronar, se colocaba en la cabeza una guirnalda de laurel! Esta tradición se difundió por toda Europa y, hasta hace pocos años, los aldeanos recurrían al laurel como protección en las tormentas eléctricas. Las mujeres se colocaban ramitas entre el cabello o unas hojas en forma de cruz sobre el vestido. Los hombres lo llevaban bajo la boina o en el bolsillo. El número de hojas siempre debía ser impar.
El Imperio Romano fue el principal difusor de los rituales en torno al laurel, ya que sus hojas –eternamente verdes– simbolizaban la inmortalidad y la famosa "corona de laureles", el éxito y la victoria. Hasta donde el clima lo permitió, el laurel se expandió junto con el Imperio.
En España, el laurel se asociaba con la prosperidad. En el País Vasco se lo plantaba cerca de las casas como protección y buen augurio. La construcción de una casa se coronaba con un ramo de laurel. Una vez terminado el tejado, se colocaba el ramo bendecido en las puertas para ahuyentar a los rayos y a los malos espíritus. Cuando las desgracias se sucedían en un hogar, se decía: "Esta casa es sin laurel".
En Asturias, además de protector y guardián del hogar, es también un árbol funerario. Se acostumbra, durante el entierro, colocar una ramita de laurel junto al difunto. Bendecido en la iglesia, ha sido amuleto que alejaba los rayos y el mal de ojo. Esparcido en las cuadras, cerca del ganado, en las casas y en el campo ejercía un efecto protector. Si el laurel florece dos veces en el verano, se dice que el próximo invierno será particularmente frío y crudo.
En el norte de África el laurel tiene un poder mágico. Al igual que otras plantas, como el laurel de jardín o de flor (Nerium oleander) y los cereales en general, posee baraka: un concepto islámico de difícil traducción (carisma, gracia divina, bendición) que se aplica a seres, lugares u objetos benditos que poseen espíritu o fuerza espiritual. Para alejar maleficios del arado, y de todas las tareas relacionadas con los cultivos, alguna de sus piezas debe ser de madera de laurel.
Usos y cuidados
Debido al exquisito sabor y aroma que proporciona a guisos, escabeches, caldos, adobos e infinidad de preparaciones, es una de las plantas aromáticas más utilizadas. Tiene propiedades aperitivas, carminativas, digestivas y emenagogas. Se lo utiliza seco.
Su madera es aromática, dura, de color amarillo pálido y utilizada para fabricar peines, cajas y diversos utensilios hogareños. La leña tiene gran poder calorífico y desprende un agradable aroma al quemarse.
Fue el antipolillas más usado y conocido al colocar sus hojas secas en los armarios de cocinas y dormitorios. Sus hojas quemadas se utilizaban y utilizan para aromatizar los ambientes. También era frecuente colocar hojas de laurel en los lugares de descanso de las mascotas, con el fin de alejar a las pulgas.
Sus hojas se cosechan durante todo el año. Para secarlas, se recomienda colocarlas “cabeza abajo” en un lugar seco y sombreado. Para utilizarlas, descartar el pecíolo.
Cuando los laureles son cultivados en macetas, generalmente sufren el ataque de cochinillas. Consecuencia de este ataque se instala en las hojas un hongo (fumagina) que se observa como una capa negra o tizne en la superficie. Aplicaciones con alcohol de ajo y soluciones con jabón líquido sobre el follaje serán la solución.