Las sorpresas escondidas en el canal Saint Martin
El vaciamiento de este ícono parisino reveló un mundo subacuático: de bicicletas a inodoros, cajas fuertes, computadoras y hasta un dron
PARÍS.- Con la orilla despoblada de parisinos desmotivados por el frío y la lluvia del invierno, el canal Saint Martin está, por estos días, también vacío de agua, aunque repleto de objetos.
La municipalidad lo está limpiando desde principios de enero, tarea obligada cada 10 o 15 años por tratarse de una obra artificial, y la última vez había sido en el año 2001.
Al vaciarlo, después de tres días de trabajo y luego de aislarlo por medio de represas, encontraron un mundo subacuático: más de 100 bicicletas -la mayoría eran velibs, las bicis libre servicio que se alquilan en la ciudad-, dos motos, cochecitos de bebe, carritos de supermercado, una bañadera, computadoras, llantas, un busto de costurera, un tanque de agua, una silla de ruedas, cajas fuertes, un inodoro, miles de botellas y latas y, para estar al día con el avance electrónico y aeronáutico, incluso un dron.
Todos estos descubrimientos que yacían en el fondo del agua componen hoy una especie de cementerio de objetos oxidados y llenos de moho a lo largo de un extenso piletón vacío. Un paisaje desolador, que contrasta con el dinamismo que suele tener esta zona, lugar de encuentro para aperitivos y picnics entre amigos al borde al agua.
"La gran cantidad de bicicletas demuestra que hay un enorme cambio en las costumbres de los parisinos desde 2001 hasta hoy. Se convirtieron en un medio de transporte estructural de la ciudad", explica en diálogo con LA NACION la ministra adjunta Célia Blauel, a cargo de todas las cuestiones ligadas al medio ambiente, agua, desarrollo sustentable y política de los canales de la ciudad. Una visión, por lo menos, optimista.
Quienes las estacionaron debajo del agua, ¿habrán pensado que así, tan bien guardadas, evitarían una multa? La cifra sorprende: las bicicletas de la ciudad son consideradas robadas cuando no son restituidas luego de 24 horas, y el servicio impone una multa de 150 euros. Es el caso, por año, de 19.000 bicicletas, aunque el 90% de éstas se termina encontrando, abandonadas en las calles o en los patios internos de los edificios. Del resto, algunas nunca aparecen y otras son destruidas o terminan en el fondo del canal. Seguramente haya también varias en el fondo del Sena.
"Hace 30 años, las heladeras se tiraban en los lagos de montaña. Encontramos menos desechos que hace 15 años, pero todavía quedan muchos esfuerzos que hacer por parte de los parisinos", atempera Blauel.
Con cada limpieza del canal, los descubrimientos revelan pistas sobre los parisinos según la época: en 2001 se pescaron sobre todo scooters, sillas de ruedas y parquímetros; en 1925, un cráneo humano; en 1916, una bomba; en 1886, un cofre antiguo. Todo parece más lindo cuando se mira sólo la superficie.
Algo de historia
Construido en la época de Napoleón III, este canal de casi cinco kilómetros (de los cuales dos son subterráneos) servía en sus inicios para traer agua potable a la capital y para el transporte de mercadería. Declarado monumento histórico desde 1993, por esas aguas hoy navegan sobre todo pequeños barcos turísticos, mientras que por sus bordes los parisinos corren y pasean, en especial durante el fin de semana.
Al norte está conectado con el canal del Ourcq -frente al parque de la Villette y de la nueva filarmónica construida por Jean Nouvel-, que luego va cambiando de nombre y se extiende por 150 kilómetros. La desembocadura es hacia el Sur, en el Sena, lo que le permite atravesar varios barrios, aunque se llama canal Saint Martin al que pasa por los distritos X y XI.
Con un presupuesto de nueve millones de euros, las tareas de la municipalidad se extenderán hasta abril. Actualmente los equipos pescan los desechos por medio de grúas y camiones y extraen un total de 9000 toneladas de sedimentos (entre barro y objetos), de las cuales 4000 serán recicladas para la industria.
A la par de las grúas, las gaviotas también trabajan: aprovechan para cazar lombrices. Antes de vaciarlo, la veintena de variedades de peces fueron reubicados al norte o sur del canal. Vendrá luego la tercera etapa, que consiste en examinar muros, esclusas y fondo, y realizar trabajos de mantenimiento. Para satisfacer la curiosidad de muchos y también para mostrar cómo avanzan las obras, la municipalidad puso en línea un video, en tiempo acelerado, realizado a partir de fotos tomadas con intervalos regulares y durante un largo período (la técnica se llama timelapse).
"El vínculo de los parisinos con el medio ambiente es cada vez más fuerte. Están comprometidos, y el canal es revelador de que les gusta disfrutar del exterior. Los vecinos se involucran en el mantenimiento de los jardines compartidos, quieren reapropiarse de los alrededores del canal y del Sena, piden mejorar la calidad del aire y reducir la polución", cuenta Blauel.
Prueba de ello es la operación lanzada a mediados del año pasado por un colectivo de "fiesteros ecorresponsables" como ellos mismos se denominaron. Para calmar a los vecinos que se quejaban del estado en el que quedan los alrededores del canal después de las noches de aperitivos, cuya bronca se multiplicaba en las redes sociales con fotos de colillas de cigarrillo, latitas y botellas por todos lados, un grupo de amigos se armó de guantes de caucho y bolsas de residuos y se puso voluntariamente a limpiar las zonas al borde del agua. "El picnic se convirtió en una moda parisina magnífica, no lo vamos a prohibir. Pero hace falta que cada cual sea responsable", declaraba por esos días la alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo.
Con eso en mente, varios proyectos ambientales están en curso de aquí al año 2020, como mejorar la calidad del agua y así poder inaugurar un área para nadar en la Villette.
Otra iniciativa en marcha apunta a lograr que el 50% de las comidas servidas en escuelas y establecimientos públicos de la ciudad provenga de la agricultura orgánica y local, lo que ayudaría enormemente a esos productores, teniendo en cuenta que París es el comprador público más importante de productos alimenticios, con 30 millones de comidas por año y un presupuesto de 60 millones de euros.
Hay, sin embargo, un punto que no puede soslayarse y que tiene que ver con la tristeza colectiva que se respira en el aire. Tradicionalmente un lugar de encuentro de los parisinos, que con la llegada de las temperaturas más agradables suelen juntarse alrededor de unos quesos y unos vinos, el canal Saint Martin perdió por un rato el brillo y el dinamismo que lo caracterizan. Y es que el momento elegido para llevar a cabo estos trabajos, seguramente previstos desde hace tiempo, no ayuda a remontar el espíritu, en una zona además golpeada luego de los atentados de noviembre. Todos esperan con cierta ansiedad que llegue abril. El agua no se verá más azulada, porque sigue siendo un canal, pero todos sueñan con volver a disfrutar de una copa, a orillas del agua, para brindar por la vida.
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