Las preguntas que todos alguna vez nos hicimos (y las respuestas que necesitamos)
Para Bernardo Stamateas, hay ciertas interrogantes que se cruzan en los pensamientos de la mayoría de las personas
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Hoy quiero responder tres de las preguntas más usuales de la gente:
¿Por qué soy tan sensible a los comentarios de los demás y a la descalificación?
Cuando una persona tiene una autoimagen frágil, cualquier comentario la puede socavar. Por ejemplo, si yo me visto con una cierta campera porque pienso (aunque con cierta inseguridad): “Me agrada esta prenda”, y alguien se acerca y me comenta: “Esa campera no te queda para nada bien”, esta frase generará dolor en mí. ¿Por qué? Porque desarmó la débil creencia que yo sostuve anteriormente. Cuando creo algo de mí, o pienso de determinada manera, mas sin una gran convicción, la crítica, la descalificación o un simple comentario como “No estoy de acuerdo”, harán tambalear mi edificio interno. Para evitar esto, cada uno de nosotros debería afirmarse más en lo que cree. Es decir, estar mejor plantado frente al mundo.
Vivo anclado en el pasado, ¿Qué puedo hacer?
La pregunta que deberíamos formularnos es por qué vivimos pensando en el pasado. Hay muchas respuestas posibles…
Quizás porque no visualizo nada hacia adelante. Entonces, me refugio hacia atrás. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, reza el dicho. Cuando no tenga ningún proyecto nuevo, me aferraré a lo viejo. Es el caso de muchas personas que se aferran a su ex pareja porque no han logrado construir un proyecto para su futuro.
Otra causa puede ser que el pasado no es amenazante. El pasado es estático; ya sé lo que sucedió y tengo en claro que no puede suceder nada malo nuevo. Aquí, refugiarme en el pasado es un reaseguro. Es decir, una manera de sentirme seguro. Y, aunque en el pasado haya sufrido, sé que no habrá más dolor. Me quedo anclado en lo que viví como una manera de disfrutar de seguridad.
Otra razón puede ser para evitar la responsabilidad. “Mi mamá me abandonó, por eso soy así”. “A mí no me dieron amor, por eso, me comporto así”, expresan algunos y justifican con lo sucedido ayer su falta de responsabilidad y de toma de decisiones hoy.
Por último, el pasado me brinda alegría y orgullo. “¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?”, dice el tango. No consigo prescribir mis logros pasados porque se han convertido en una constante alimentación afectiva positiva. Está bien sentir nostalgia, recordar, extrañar de vez en cuando, pero necesitamos prescribir el éxito porque hacerlo es una fuerza que nos empuja hacia adelante. Ir hacia atrás debería llevarnos hacia adelante porque, hacia atrás, están las pérdidas y, hacia adelante, las oportunidades.
¿Por qué ayudo siempre a todo el mundo en lugar de ayudarme a mí mismo?
Cuando un ser humano ayuda a otro sin lastimarse a sí mismo, se denomina altruismo. En cambio, si yo me daño a mí mismo para poder ayudar a los demás, dicha actitud puede tener varias motivaciones posibles.
Una de ellas es la culpa. El pensamiento inconsciente es: “Yo sufro para que vos seas feliz”; o: “No te preocupes por mí, lo importante es que vos seas feliz”. En este caso, dañarse es una manera de expiar la culpa no reconocida. Entonces, la persona hace cosas por los demás para que ellos estén bien, pero a expensas suya. Este rol le permite pedir afecto. Es decir: “Yo me sacrifico, me lastimo, me humillo, te trato bien y siempre pienso en vos para que, en el fondo, me pagues con la moneda del amor”. Detrás del autosacrificio, muchas veces, se esconde un pedido errado de afecto.
Debemos entender que ayudar a otros es una acción muy loable, pero uno tiene que hacerlo sin lastimarse ni perjudicarse. La mejor forma de ser de bendición para otros es cuidándonos a nosotros mismos. Si ayudar significa hacernos daño, eso no es ayuda; es culpa o es un pedido de afecto encubierto.
Cuidarme, respetarme, valorarme y desear entregar ese amor a otros para cuidarlos, respetarlos y valorarlos también, se llama buena autoestima. Hoy más que nunca debemos cuidarnos a nosotros mismos para ser capaces de cuidar a los demás de manera sana, sin que esto nos afecte negativamente.
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