Las ONG que apoyan el arte
Trabajan para ayudar a los artistas. Son instituciones que, gracias al financiamiento privado y al voluntariado, funcionan sin subsidios del Estado en el apoyo a la cultura de manera irrestricta
En 2002 le ganaron a la crisis, movilizando gente, recursos y entusiasmo. No bajaron los brazos ni se achicaron con los proyectos y realizaciones más ambiciosos. Fadam, la Fundación Teatro Colón, la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, el Mozarteum Argentino, la Fundación Proa, la Scala de San Telmo y Crear Vale la Pena son siete ejemplos exitosos de instituciones que imaginan hechos culturales y saben concretarlos.
Trabajan en favor de los museos, de la difusión del arte y la música, de los artistas con poco espacio para expresarse, o de los jóvenes talentosos, pero huérfanos de oportunidades. Arman proyectos y buscan dinero para concretarlos, tratan de interesar a las empresas y a los donantes particulares, salen a buscar nuevos socios, generan hechos culturales y tratan de contribuir con su tarea a que la gente tenga una mejor calidad de vida.
Son las ONG de la cultura, instituciones cuyos miembros trabajan por amor al arte, sobre la base del financiamiento privado y al voluntariado, y sin subsidios del Estado.
Su aporte al sostenimiento de organismos culturales estatales, como museos o teatros, ha resultado vital en tiempos en que las necesidades pasan por cosas tan elementales como el mantenimiento, la limpieza o el personal de vigilancia.
Pero su tarea sostenida y casi siempre silenciosa ha significado también la posibilidad de mantener una cartelera cultural de gran nivel, con contrataciones que difícilmente podrían hacerse con presupuestos públicos para la cultura destinados sobre todo al pago de salarios.
El aporte privado a la cultura permitió que en un año imposible, como el que pasó, el Mozarteum facilitara la fantástica presentación de Daniel Barenboim en el Teatro Colón; que Fadam y los Amigos de Bellas Artes trajeran a Buenos Aires a los popes mundiales en la gestión museística; que Proa pudiera concretar muestras paradigmáticas del arte contemporáneo en el corazón de La Boca; que la Fundación Teatro Colón pudiera ofrecer por segunda vez el Festival Martha Argerich; que La Scala de San Telmo batiera el récord de casi 300 funciones en su delicioso teatrito del Pasaje Giuffra; que el talento no se dispersara; que los jóvenes desencantados de las villas más necesitadas del conurbano bonaerense pudieran sortear, por el arte, las más duras condiciones de la marginación…
En tiempos donde reina la desesperanza y los valores tambalean, saber que hay gente que trabaja desinteresadamente para preservar el patrimonio cultural de los argentinos, ayuda a mantener encendida la llama de la esperanza.
Adriana Rosenberg preside la Fundación Proa
La educación y la vinculación con el arte contemporáneo son los objetivos de esta fundación que le cambió la cara al barrio de La Boca
La acción cultural de Proa se centra en las artes plásticas, aunque no en forma excluyente, ya que también abordan disciplinas como el diseño, la fotografía o la moda.
"Tenemos un esquema de cinco o seis muestras por año y un proyecto de fondo editorial que apoya a esas muestras", dice Adriana Rosenberg, presidente de Proa desde su fundación, en 1996.
Por mérito propio y por su vecindad con la calle Caminito, Proa es hoy un faro interesante para locales y turistas interesados en ver qué se cocina por estos lados en materia de arte contemporáneo. Algunos highlights de los últimos años fueron las fotografías de Sebastián Salgado, las exhibiciones de Diego Rivera o Sol Lewitt, la muestra de Arte Mexicano, colección de Jacques y Natasha Gelman, y las Imágenes del Inconsciente, uno de los módulos de la gran muestra por los quinientos años del Descubrimiento de Brasil. Rosenberg cuenta que para cada proyecto tratan de buscar no sólo sponsors específicos, sino además instituciones o redes urbanas a los que la muestra les ofrezca a su vez un escenario o un beneficio de promoción.
"Pero lo bueno de tener un patrocinante fijo, como en nuestro caso, es que podemos trabajar en proyectos a largo plazo.
Además formamos una estructura pequeña, por eso podemos invertir el 70 por ciento de nuestro presupuesto en nuevos proyectos."
Inés Sanguinetti preside Crear Vale la Pena
Esta institución desarrolla el programa Arte + Organización Social, en tres centros culturales de zonas marginales en el Gran Buenos Aires
La socióloga y bailarina Inés Sanguinetti está convencida de que el arte es una necesidad tan vital como aprender, comer y trabajar, porque es una fuerza transformadora ligada a la construcción de identidad y sentido social. Por eso su herramienta de trabajo es el programa Arte + Organización Social, que se desarrolla en tres centros culturales comunitarios –en zonas marginales de Beccar, Bajo Boulogne y San Fernando–– y que llega a 800 alumnos y más de 3500 destinatarios indirectos.
Según explica la presidenta de Crear Vale la Pena, fundación que tiene el apoyo de otras fundaciones y de donantes particulares, los talleres de canto, de instrumentos musicales, de danza contemporánea y urbana, funcionan no como conservatorios de arte, sino como espacios abiertos para la generación de una creatividad que produzca transformación social. "Nuestro proyecto es ofrecer oportunidades a quienes no las tienen y creo que lo logramos, porque muchos de los jóvenes que pasaron por nuestros programas hoy trabajan en elencos de televisión, teatros, productoras de video, lo que significa que han logrado sortear a través del arte condiciones de exclusión que parecían irreversibles", dice Sanguinetti.
Susana de Bary preside Fadam
La federación promueve la formación de asociaciones de amigos de museos, para resguardar el patrimonio cultural
Convencida de que la sociedad tiene una responsabilidad en la preservación del patrimonio artístico y cultural, Susana de Bary trabaja desde la Federación Argentina de Asociaciones de Amigos de Museos (Fadam) para promover la formación de estas entidades en todo el país. "Una forma de apoyar a la cultura es contribuir a que las asociaciones de amigos funcionen bien", dice.
No es tarea sencilla. Los dineros, como se sabe, no abundan, y los amigos de museos deben afinar la creatividad para conseguir sponsors para sus proyectos.
Por eso una de las preocupaciones de Fadam es poder llevar capacitación a sus 85 entidades federadas en distintas regiones del país, para que los amigos de museos puedan encarar con mejores herramientas no sólo la búsqueda de fondos, sino las crecientes exigencias de profesionalización que enfrenta la gestión cultural.
Pero a Fadam también le preocupa la actitud de las nuevas generaciones hacia la preservación del patrimonio cultural y natural, por lo que organiza, desde hace 10 años, un certamen escolar dirigido a alumnos de la educación general básica pública y privada de todo el país. Y en el taller que funciona en su sede de la calle Bolívar ofrece un servicio de restauración de obras sobre papel y documentación histórica.
"Todas nuestras acciones están orientadas a la conservación del patrimonio cultural nacional, y a crear conciencia de que esto no podrá lograrse sin la participación de la comunidad", dice de Bary.
Teresa Bulgheroni preside la Fundación Teatro Colón
A punto de cumplir su 25 aniversario, esta institución sigue apoyando a los artistas y las actividades del primer coliseo
Teresa Bulgheroni sabe que el Teatro Colón es una marca cuyo prestigio traspasó hace mucho tiempo las fronteras nacionales para convertirse en la escala soñada de las principales estrellas mundiales de la música y el canto. Pero los fondos no fluyen como agua, sino que hace falta una paciente y esforzada tarea de recaudación para contribuir en alguna proporción a los múltiples requerimientos relacionados no sólo con el mantenimiento del edificio, sino con la organización de actividades artísticas y con las becas para apoyar a los jóvenes talentos. La presidente de la Fundación Teatro Colón reconoce que hoy es difícil conseguir plata para fines no acuciantes –como el hambre, por ejemplo–, pero también admite que "cuando uno presenta buenos proyectos a las empresas, éstas responden".
Ahora, con motivo de su 25 aniversario, que se celebra este año, la FTC lanzará próximamente una campaña de búsqueda de nuevos miembros no sólo corporativos, sino también de pequeños aportantes individuales.
"Aspiramos a llegar a un público que no es el habitual, que tal vez no viene nunca a las funciones, pero al que le interesa sostener, aun con un pequeñísimo aporte, a un teatro que, sin duda, es patrimonio de todos", afirma.
Susana Braun de Santillán preside La Scala de San Telmo
El objetivo de la entidad fue abrir un espacio alternativo a las grandes salas, en donde plasmar los sueños artísticos
La idea fue ofrecerles a los artistas argentinos valiosos algo tan simple como un buen micrófono, buenas luces, un escenario digno, un camarín, apoyo de prensa, programas de mano. Es decir, un lugar con buenas condiciones para poder concretar sueños y proyectos.
Susana Braun de Santillán, secundada por Eduardo Cogorno, su profesor de canto, puso manos a la obra, buscó sponsors y recicló una vieja casa chorizo en el Pasaje Giuffra en cuya sala se realizan funciones prácticamente todos los días del año: música clásica, folklórica, de jazz y popular, teatro musical, ópera, teatro de texto... "Desde que pusimos esto en marcha, en 1992, han pasado más de 1000 artistas por año", dice Susana Braun de Santillán, presidenta de La Scala de San Telmo. "Los artistas nos traen sus proyectos y nosotros lo único que exigimos es que sean de calidad", revela. En La Scala de San Telmo, una gran cantidad de funciones son con entrada libre o a la gorra, tendencia que viene en aumento desde hace unos años, pero que en 2002 se hizo casi masiva. "Fue una respuesta lógica a la imposición del iva a los espectáculos musicales y a que, si se suma Sadaic, los de por sí exiguos ingresos de los artistas se reducen un 33 por ciento", dice Santillán. Pero igual se entusiasma: "Lo importante fue abrir un espacio".
Nelly Arrieta de Blaquier preside La Asociación Amigos del MNBA
Además de apoyar al museo, esta asociación destina parte de sus esfuerzos a la educación, divulgación e investigación artísticas
En una sociedad donde lo único que abundan son las carencias, recaudar para el arte se ha vuelto una tarea compleja. Pero Nelly Arrieta de Blaquier trabaja convencida de que si bien la búsqueda de fondos para el Museo Nacional de Bellas Artes es una misión importante, también lo son otras cosas que hace la Asociación de Amigos que ella preside y que están relacionadas con la acción cultural.
"Creo que el arte y la cultura nos ayudan a tener una mejor calidad de vida o, al menos, a pasarlo bastante menos mal, por eso también ponemos mucho énfasis en la organización de conferencias, cursos y seminarios, en la edición de libros, de catálogos razonados y de CD de arte, en la financiación de trabajos de investigación, todos objetivos previstos en el estatuto de la asociación, que tiene 71 años de vida", dice.
Incluso la realización de la Feria de Anticuarios y de la Feria del Sol, que se hicieron durante años a beneficio del museo, fueron pensadas para recaudar fondos, pero también en sí mismas como un hecho cultural.
Claro que, a diferencia de aquellos primeros años de la asociación, donde el aporte de los Amigos era sobre
todo para acrecentar el acervo artístico del museo, hoy las necesidades son bastante más básicas y pasan por el mantenimiento anual de los equipos del museo, por el pago del personal de vigilancia los fines de semana y feriados, por artículos de limpieza, papelería, suscripciones a revistas extranjeras…
"Por suerte hemos incorporado a la asociación a miembros de menos de 40 años, lo que me hace mantener la esperanza de que siempre va a seguir existiendo gente que trabaje por amor al arte", se entusiasma Nelly Arrieta.
Jeannette Arata de Erize presdie El Mozarteum Argentino
Esta prestigiosa institución hace posible que muchos de los grandes de la música clásica puedan ser escuchados en vivo en estas tierras lejanas
"Los socios del Mozarteum son fieles", dice la señora de Erize. Difícil no creerle, si se sabe que a principios del complicado 2002, cuando los pronósticos agoreros decían que el dólar estaría en pocos meses en 7, 9 y hasta 10 pesos, los asociados aceptaron el pedido de mantener a precio dólar el valor de sus abonos anuales.
¿Cómo lo lograron? La respuesta no se hace esperar: "Supimos generar confianza". No sólo la confianza depositada por los 4251 socios, que son el mayor sostén del Mozarteum, sino por los artistas nacionales e internacionales que dan vida a su temporada anual en el Teatro Colón, el tradicional ciclo gratuito de conciertos para el mediodía, el ciclo de música para la juventud, los conciertos en las provincias, los cursos de perfeccionamiento.
"El año último, a pesar de todo, pudimos mantener la calidad de nuestra propuesta porque hubo artistas amigos que no quisieron faltar en nuestro cincuentenario", dice Jeannette. Como Daniel Barenboim, y su inolvidable presentación de agosto en el Colón con su ciclo Beethoven de sonatas para piano. Pero la lista de grandes de la música que llegaron al país gracias al Mozarteum podría ser interminable: Igor Strawinsky, Olivier Messiaen, Pablo Casals, Goffredo Petrassi, Krzysztof Penderecki, Pierre Boulez…
Trabajo, seriedad, eficiencia y organización son la clave. Y la decisión de replicar el exitoso modelo mediante filiales en el interior.
"No tenemos subvención oficial y conseguir sponsors es cada vez más difícil", dice la presidenta del Mozarteum. Pero no baja los brazos: "Dios me ayuda. Y Mozart también".