En junio de 1987 profanaron la tumba de “el General” en el cementerio de la Chacarita; días después el abogado Atilio Neira fue designado en la causa penal como apoderado de la exprimera dama María Estela Martínez de Perón
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El 1 de julio de 1974, hace exactamente 50 años, murió Juan Domingo Perón. Luego de un funeral multitudinario que duró varios días su cuerpo fue depositado en la Quinta de Olivos. En 1977 la Junta Militar ordenó su traslado a la bóveda de la familia Perón en el cementerio de la Chacarita.
Trece años después de la muerte del General, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, una noticia sacudió al arco político y conmocionó a la sociedad: la tumba del expresidente había sido profanada y las manos del líder habían sido amputadas y robadas. El 26 de junio de 1987, tres dirigentes peronistas recibieron una misma carta firmada por un tal “Hermes Iai” que daba cuenta de la profanación y exigía ocho millones de dólares a cambio de las manos del líder. Como prueba de la veracidad del reclamo, cada carta llegó acompañadas por un fragmento del poema que la primera dama Isabel Perón había escrito para su difunto esposo y colocado en el ataúd durante el funeral.
A lo largo de más de 30 años diversas hipótesis (algunas disparatadas) intentaron resolver la cuestión. A la par, y como si el hecho no fuese lo suficientemente escabroso, la inexplicable muerte de testigos y personas vinculadas a la causa contribuyeron ensombrecer la investigación. Innumerables indicios, pocas certezas e interrogantes que aún esperan respuestas dieron origen a uno de los mayores misterios de la historia criminal argentina.
“Pasaron casi 40 años y la causa penal sigue abierta. Creo que es la más antigua de la Argentina”, dice Atilio Neira (77) el abogado penalista que Isabel Perón designó en junio de 1987 cuando recibió la escalofriante noticia de la profanación y probablemente uno de los mayores conocedores de la causa.
-Atilio, volviendo el tiempo atrás, ¿quiénes recibieron la carta que decía que la tumba había sido profanada y exigía la suma de 8 millones de dólares?
-La recibieron Carlos Grosso, Saúl Ubaldini y Vicente Saadi, que era el presidente del partido. Pero era una carta muy trucha...
-¿Por qué “trucha”?
-En la carta, firmada por “Hermes IAI”, pedían ocho millones de dólares e indicaban ciertas tareas que debían realizarse para avanzar, algo así como poner una bandera en el balcón de la sede del peronismo si se aceptaban las condiciones. Era una estupidez.
-¿Cuál fue la primera reacción cuando recibieron la misiva?
-Se la entregaron directamente al juez de turno, Jaime Far Suau. Isabel, obviamente, se enteró enseguida. Casualmente, en ese momento, se acercaba el 1 de julio, el aniversario de muerte de Perón y uno de los sobrinos de Perón, Roberto García, fue a la bóveda para ver cómo estaba todo, para revisar que todo estuviera en condiciones.
-¿Y qué encontró?
-Él solo vio que el blindex de la bóveda estaba roto... no vio adentro. Pero confirmó que alguien había entrado.
El blindex que menciona el abogado se trataba de un vidrio anti FAL construido con diez capas de vítrea de 8 milímetros cada una, unidas entre sí con polivinil butiral, un pegamento sintético utilizado para la fabricación de blindajes. Los profanadores utilizaron una cizalla para hacer un corte con forma de cruz en la chapa que cubría el féretro modelo Imperio.
-¿Cuál fue la primera intervención de la Justicia?
-El juez y sus secretarios fueron a la bóveda a constatar el hecho y abrieron el cajón, pero en esa ocasión yo no pude estar porque no me había llegado aún el poder que me envió Isabel desde España. De todos modos hablé con el juez y él me dio todas las garantías de que se iba a realizar de la manera más rápida posible y salvaguardando todas las garantías... Cuando abrieron el ataúd se encontraron con las manos cortadas. Además habían sustraído una carta de Isabel, el sable... y no recuerdo si también la gorra. Así empezó el proceso.
-¿Cómo se caratuló? ¿Cuál era el tipo delictivo?
-El delito era “profanación de tumbas”, pero no es un delito que este tipificado como algo grave. Por eso, la causa se caratuló “Perón, Juan Domingo s/robo, extorsión y daño”. Robo por lo que faltaba, extorsión por el dinero que pedían y daño por lo que le habían realizado a la bóveda.
-Por lo que se conoció, el féretro estaba protegido. No era sencillo de abrir.
-El tema de la apertura del féretro es muy arduo. Era un féretro importante que para abrirlo necesitaba de varias llaves. La familia tenía unas, pero yo creo que la Junta Militar había guardado un juego de llaves. Se planteó que los profanadores habían irrumpido en el lugar, pero yo creo que la rotura del blindex y otros daños fueron para tapar la verdadera entrada. No tengo dudas. Creo que los profanadores armaron un escenario de ruptura para confundir..
-¿El juez opinaba lo mismo?
-Sí. Él coincidía conmigo. Cuando la Junta trasladó el cadáver de Perón se les presentó un tema: ¿dónde lo iban a depositar? Tenían un juego de llaves, que quedó bajo custodia de un hombre de cada fuerza. Y justo pasa todo esto... Ellos quisieron hacer creer que entraron por la claraboya y entreabrieron el cajón, no corrieron toda la tapa porque no tenían el material para hacerlo y cortaron las manos.
-¿Cómo cortaron las manos?
-Se supone que con una sierra eléctrica, pero no dejaron nada allí... solo polvo.
En su informe, los peritos forenses determinaron que las manos habían sido cortadas de manera precisa, pero de formas diferentes: la mano derecha fue cortada a la altura de la muñeca, mientras que el corte en la mano izquierda se realizó por encima de la muñeca en una parte más blanda del hueso. También concluyeron que los cortes eran recientes tras analizar el aserrín cadavérico.
-¿Qué pasó luego de que se constató la profanación?
-Se tomaron medidas de todo tipo. Pero empezó a aparecer gente de todos lados que tiraba carne podrida.
-¿”Carne podrida”?
-Claro, gente que buscaba ensuciar la causa y por eso no llegamos a ningún lado. Estupideces. Hasta hubo alguno que llamó y denunció a Mirtha Legrand. ¿Quién? Un loco que decía que había sido gente vinculada a ella. Otro vinculó a Menotti. Decían cualquier cosa para confundir la causa de manera tal que no vaya a ningún lado, por eso siempre insistí que había que investigar a los que mandaban a esos tipos.
-¿Quiénes los mandaban?
-De la fuerza policial y militares.... pasó lo mismo con el cuerpo de Evita... Lo tuvieron los militares y lo ultrajaron... vidas paralelas.
Después de su muerte, el 26 de julio de 1952, el cuerpo de Eva Duarte de Perón estuvo desaparecido durante casi dos décadas. El cadáver embalsamado de la segunda esposa de Perón fue sustraído el 22 de noviembre de 1955 de la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT), se encontraba allí mientras esperaba la construcción de un mausoleo faraónico. La operación fue comandada por el coronel Carlos Eugenio Moori Koenig. El cuerpo de “la abanderada de los humildes” deambuló por distintos lugares y sufrió varios daños hasta que en 1971 fue entregado a Perón.
-¿Por qué seccionaron las manos?
-Creo que querían algo simbólico. Además, un cuerpo no se puede movilizar fácilmente por su tamaño...
-Pero diferencia del cuerpo de Evita, las manos jamás aparecieron
-Nunca. Una vez alguien me dijo “¿Y si las manos están tiradas a 10 metros en la Chacarita?”. Y me quedé pensando porque todo puede ser.
Las víctimas de las manos
-Lo llamativo del caso, además de la desaparición de las manos, durante la investigación ocurrieron varias muertes que, cuando menos, alimentaron el morbo.
-Hubo varias muertes. Al sepulturero Paulino Lavagno lo mataron de una golpiza y a Teresa Melo, una mujer que iba siempre a la Chacarita a llevar flores y que había dicho que vio movimientos extraños cerca de la bóveda momentos antes de la profanación, la reventaron a palos en su casa.
El cuidador del cementerio donde se encuentra la bóveda de la familia Perón, Lavagno, murió poco después de denunciar que querían matarlo. A pesar de que el certificado de defunción indicaba que sufrió un paro cardiorrespiratorio no traumático, la autopsia ordenada por Far Suau reveló que fue asesinado a golpes. Melo, quien días antes había intentado hablar con los investigadores de la causa para aportar información sobre un sospechoso cerca de la bóveda, murió días después por una paliza. Ninguna de estas muertes fue esclarecida.
-También pasó algo muy extraño con el juez.
-Far Suau tenía un hijo que vivía en Bariloche y un día fue a visitarlo. De regreso tuvo un accidente y murió. Far Suau era un loco por la velocidad. Él tenía un Ford Sierra y un día, antes del accidente, me dijo que “tenía algunos problemas con su auto”, me comentó que a 160 kilómetros por hora “vibraba un poco”. Yo me reí: ¡cualquier auto vibra a 160 kilómetros por hora! Pero un policía especializado en el tema me dio un dato interesante: era muy probable que le hubiesen inflado las gomas con gas y al andar tan rápido explotan. Cuando eso sucede se forma una estrella en la goma.... Y la estrella estaba en el caso de Far Suau. Pero la muerte del juez nunca nadie la quiso investigar. Aunque para mí, no hay dudas.
El incidente ocurrió el 22 de noviembre de 1988, cuando su auto Ford Sierra Ghia blanco se estrelló y se incendió en Bahía Blanca. Far Suau murió en un momento crucial de la investigación judicial, mientras analizaba la información recopilada en los trece cuerpos del caso, durante un año y medio de investigación.
Mejor suerte tuvo el comisario Carlos Zunino, jefe policial de la investigación de la comisaría 29ª de la Policía Federal, a quien le dispararon en la cabeza durante un atentado y sobrevivió, pero los responsables jamás fueron encontrados.
-Con tantas muertes alrededor, ¿usted llegó a temer por su vida?
-Me llamaban casi todos los días con amenazas. Al final, mi mujer se había acostumbrado. Yo le pedí a mi señora que si la frase empezaba con “Tu marido...” Cortara inmediatamente. En mi caso siempre fueron amenazas telefónicas, en cambio, a la casa del juez llegaron a enviarle hasta una granada.
-¿Llegó a hablar con el juez sobre las amenazas?
-El juez tenía dudas, pero estaba dispuesto a llevar el tema adelante. Miedo no tenía, solo por su familia. Aunque antes de viajar a Bariloche, el día anterior, recuerdo que nos vimos y me dijo: “Me parece que voy a largar esto, voy a renunciar, porque tengo mucha presión”.
Las hipótesis
-¿La viuda Isabelita qué le decía de la causa?
-Ella estaba muy angustiada y preocupada. Cuando le contaron lo sucedido le agarró un ataque de hipertiroidismo y la presión le subió a 180. El juez, Far Suau viajó a España a verla. En su momento, fue Alfonsín quien le comunicó lo que había pasado. El entonces presidente la llamó por teléfono y ella después de escucharlo le dijo “Son los mismos de siempre”. Creo que fue una gran definición para el hecho.
-Hablando de las distintas hipótesis sobre los autores que se difundieron en estos años, en un momento se señaló a los radicales.
-Hubo varias hipótesis, muchas fueron descabelladas. Una de las hipótesis dice que fueron los radicales, concretamente Coti Nosiglia. Incluso hay un libro de Negrete que insinúa esta tesis. Pero yo no lo creo. Una vez fui a verlo y él me recibió en su oficina en Callao y Corrientes. Estaba tomando mate y me dijo: ‘¡Atilio querido! ¿Querés un mate?’. Yo a Nosiglia lo había visto dos veces en mi vida, él era todo un artista. Lo primero que me preguntó fue: ‘¿Qué sabés de las manos de Perón?’. Le respondí que había ido a preguntarle lo mismo. Yo nunca sustenté esa tesis.
-También se habló de esoterismo y se vinculó a José López Rega, conocido como “El Brujo” por su inclinación a las prácticas ocultistas.
-Noooo... no. ¿De dónde sacan esas cosas?
-Otra hipótesis fue una supuesta cuenta en Suiza y la necesidad de contar con las huellas dactilares para abrir la caja fuerte.
-No. Eso era un chiste. No tiene lógica. Agarrás una mano, la metés en un bolso y vas a un banco Suizo... ¿y qué hacés? ¿Acaso te van a dejar entrar así? Son teorías descabelladas.
Esta hipótesis quedó descartada en la causa cuando, a través de un oficio, la Confederación Helvética indicó que no existía ninguna cuenta bancaria a nombre de Perón y que, en la época que murió el expresidente no existía la tecnología que permitiera la apertura de algún cofre de seguridad mediante la lectura de las huellas digitales.
-¿Y cuál es la más razonable?
-Con los periodistas Damian Nabot y David Cox exploramos la hipótesis más seria de todas: una fuerza militar que operaba clandestinamente, pero no pudimos avanzar porque no había más elementos.
-Nabot y Cox, en su libro “Perón, la otra muerte”, además del interés de los exagentes de inteligencia de la dictadura que buscaban la desestabilización, vincularon la profanación a Licio Gelli y logia masónica fascista Propaganda Due.
-Sí, pero yo me inclino más por la inteligencia militar. Creo que es la única que tiene asidero. Hubo un llamado telefónico que nos decía que un tal Carlos Alberto Di Caro, un agente de inteligencia militar, estaba involucrado.
-¿Qué pasó con él?
-Fue algo muy curioso, porque cuando Clarín publicó esa nota a Carlos Alberto Di Caro lo enviaron a Brasil a cumplir alguna función militar y nunca más se supo nada de él.
-Se esfumó.
-Sí, creo que lo más cerca que creo que llegamos fue lo de Di Caro. Creo que en el hecho hubo una participación de agentes que pertenecerían a los servicios de inteligencia militar. ‘Son los mismos de siempre’.
-¿Por qué motivo?
-Por su odio al peronismo. A Perón, los militares no lo aceptaron ni quisieron nunca.
Luego de la muerte de Far Suau la causa entró en un impasse hasta que a comienzos de los 90 hubo una decisión. “La causa pasó por varios jueces de turno hasta que nombraron al juez Carlos María Andina Allende. Pero no tenía muchas ganas de trabajar y sobreseyó en la causa, se aplicó el Código antiguo”.
En 1994, por la aparición de un juego de llaves en la comisaria 29 que abría el blindex del féretro y se suponía que sólo existía una copia, la causa fue reabierta por el juez Alberto Baños.
-Fue durante la presidencia de Carlos Menem, un peronista.
-Él nunca quiso saber nada con la causa, no le interesaba. Creo que a ningún peronista le interesaba realmente.
-¿Cómo siguió la causa?
-En 2008, cuando Baños intentaba liberar a varios agentes de inteligencia de la obligación de secreto, entraron en su casa en Adrogué, que estaba protegida con alarmas, y solo se llevaron los cuerpos cuarto y quinto de la causa que él tenía en su casa para trabajar el fin de semana. Un operativo que duró apenas unos minutos y solo tomaron los expedientes. Nada más. Ellos quisieron que se supiera que fueron solo por eso. Eso, ¿no parece propio de la inteligencia militar? Ahora, a Baños lo nombraron secretario de Derechos Humanos así que hasta que se designe un nuevo juez va a pasar un buen tiempo.
A 37 años, el expediente N° 54.248 que investiga la profanación de la tumba de Perón continúa abierto. Según lo informó LA NACION, si bien los investigadores habrían logrado identificar a los presuntos autores de la profanación, sus nombres se encuentran en reserva debido a que no existen pruebas fácticas que permitan fundar una acusación en su contra. Por eso, la única posibilidad sería que los supuestos perpetradores confiesen.
Desde el 17 de octubre de 2006, los restos de Perón fueron trasladados al Museo Histórico “17 de Octubre”, conocido popularmente como “la Quinta de San Vicente”, antigua residencia del mandatario. El traslado del féretro, el Día de la Lealtad Peronista, desde el cementerio de la Chacarita hasta la localidad bonaerense, estuvo marcada por la violencia. Se produjo un enfrentamiento entre los seguidores de Hugo Moyano, máximo referente del gremio de los camioneros, y los partidarios de Juan Pablo “Pata” Medina, delegado de la UOCRA de La Plata, que impidió la presencia del entonces presidente Néstor Kirchner en el acto y dejó un saldo de 40 heridos.
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