Oscar Doría fue preso de guerra durante el conflicto bélico entre la Argentina e Inglaterra. Vive en Tenerife hace 37 años y, junto a un convoy de combis, viaja a Polonia para extraer familias ucranianas y llevarlas a España
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Fueron los quince días más grises de su vida. Del 29 de mayo al 13 de junio de 1982, estuvo preso por el MI6 inglés, luego de haber sido capturado en una emboscada enemiga en las cercanías del aeropuerto de la bahía de San Carlos. Tuvo la suerte de salir ileso y de ser entregado a la Cruz Roja por el buque mercante inglés Northland, en el puerto de Montevideo, un día antes de la rendición argentina. A él y a sus dos acompañantes (estaban a pie) los sorprendieron con un helicóptero y una tanqueta. Demasiada artillería para solo tres personas. Luego, después de ser capturados, los hicieron dormir junto a una bomba de 250 kilos que había partido de un avión argentino y que no había explotado.
Oscar Doría recuerda todo, y parece haberlo superado. Lo relata con cierto acento canario. Vive en España hace 37 años, de los cuales la mayoría transcurrieron en Santa Cruz de Tenerife.
En la isla atlántica encontró su segundo hogar. Y, hasta que estalló el actual conflicto en el Este europeo, transitó varios años en paz. Nunca se imaginó que volvería a poner su vida en riesgo en un campo de batalla. Pero la invasión rusa en Ucrania tocó su fibra más humana y, apenas tuvo la oportunidad de aportar en algo, lo hizo. Le nació una obligación por ayudar, por involucrarse, de alguna manera, una vez más, aunque esta vez desde un rol más periférico.
Desde la semana pasada, Doría lidera la organización de un grupo de veinte furgonetas que todos los días recorren los más de 2 mil kilómetros que separan a Madrid de Polonia para ir a buscar refugiados.
“Al principio, cuando empezaron las hostilidades rusas en Ucrania, no había dimensionado el éxodo de personas que iban a salir de Ucrania. Pero, con el correr de los días, se fue incrementando hasta tal punto que nos sensibilizó a todos”, dice, en llamada telefónica con LA NACION. Acaba de volver de Cracovia, donde se concentra la mayoría de los migrantes.
-¿A quién se le ocurrió la idea de las furgonetas?
-Yo estoy en un foro de auto-caravanistas y veo un enlace de un grupo de la provincia de Cádiz. Hay un chico ahí que es canario y que tiene un niño ucraniano adoptado. Le dio mucha rosca este tema. Él iba a alquilar una van para subir [al Norte] solo. Me llama y me propone ir, y yo le respondo que la mía era muy antigua y que no estaba operativa. Pero apareció una donación de una ONG española llamada Corazones Huérfanos y pudimos conseguir cinco furgonetas.
Luego, se sumaron quince más con sus respectivos conductores. El hombre de Cádiz, pionero de la travesía, se enteró de la experiencia militar de Doría y le pidió que se hiciera cargo de la logística del viaje. Él aceptó: “Dije que sí, que claro, que yo era material dispuesto. Coordiné la parte sanitaria del convoy también. Y cualquier operación táctica que hubiera que hacer en esa zona”.
Doría es buzo profesional especializado en rescates con helicópteros. Combatió en la guerra de Malvinas con tan solo diecinueve años y recuerda nítidamente lo que le sucedió unos días antes de que finalizase el conflicto: en la imagen se lo puede ver aprehendido por las tropas enemigas, gorro en la cabeza y sentado contra el alambrado. Mismo caso para sus dos compañeros, que están a su derecha.
En 1982, fue a pelear como voluntario: “Yo pertenecía a la Fuerza Aérea. Hacía tres meses que había egresado como cabo de la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, en Córdoba. Tenía la misma experiencia que un conscripto. Iba en barco, llevando toda la carga de la Fuerza Aérea. Hasta el primero de mayo, me envían a la Base Aérea Militar Malvinas. Ese día nos bombardearon y todos nos fraccionamos, y una facción, la mía, se fue a San Carlos a hacer observación aérea. Ahí nos secuestran”.
Ucrania: “El éxodo de niños es brutal”
-¿Qué materiales priorizan a la hora de cargar suministros?
-No hay lugar para mucho. No vas donar una guitarra, o ropa. Te piden medicamentos. Luego, comida y ropa para niños. Pañales también. Hombre, el éxodo de niños es brutal... Con ellos están las madres de los niños, las abuelas. Los padres no, porque se quedaron a combatir, no los dejan salir.
-¿Qué recorrido hacen para llegar hasta el punto crítico?
-Cruzamos Francia, Alemania y llegamos a Polonia. El primer punto de encuentro fue Cracovia. Luego subimos a Varsovia. En Cracovia dejamos todos los suministros. Y en Varsovia buscamos a los refugiados. Ahí cargamos dos furgonetas y un bus, y coordinamos con ellos para que pudieran salir todos documentados. Entonces, partimos con el convoy hacia España. Llegamos el 15 de marzo por la noche.
-¿Qué es lo más difícil de organizar semejante operativo?
-Han salido ya varios convoy. Nosotros hicimos los 8 mil kilómetros sin parar. Y después descansamos. Aparte, todo el hecho emocional que implica traer refugiados... En el interín le prestamos apoyo a los conductores que estaban viajando y que nos preguntaban por consejos de las carreteras y demás dificultades, como a quién hay que contactar en Polonia y cómo está la frontera allí. Se trata de apoyo operativo para hacer una operación táctica correcta. También es importante el hotel en el que nos quedamos antes de salir de allí hacia acá [ahí duermen un par de horas]. Tiene que ser muy rápido todo: es entrar, descargar el material (y saber dónde descargarlo), ir, buscar refugiados, comida, cargar nafta y salir.
-Mas allá del apuro por alejarse, ¿hay otros factores que motiven esa prisa?
-Nosotros desconocíamos muchas cosas. Cuando uno llega a esa zona, se encuentra con un caos importante. Están el idioma, los hábitos y la propia sociedad polaca. Luego, el tema de las mafias y los espías. Y la gente de inteligencia rusa: están infiltrados. Lo que hacen las mafias es traficar con drogas, armas, órganos, niños, comida, medicamentos. Todo les sirve. Hay que estar atentos para que no se roben a los niños. También pasa que, dentro del vehículo, algunos de los refugiados pueden ser familiares de políticos que se han quedado en Ucrania y que fueron sondeados por los rusos. Y ocurren otras extrañezas. Por ejemplo: te aparece un polaco pro Rusia que habla español y te quiere cantar una milonga... Entonces, en el convoy, decimos: “Acá no se habla con nadie”. En el viaje de vuelta hubo que meter a uno contra la pared porque quería averiguar a quiénes llevábamos. Hay rusos infiltrados, ucranianos pro rusos, polacos pro rusos, rumanos pro rusos. Entonces, claro. Y encima las mafias. Es ese el ambiente en el que te tenés que mover.
"En la ruta se amontonan decenas de autos y autobuses. Miles de personas. De un lado, la gente que escapa. Y, de la otra mano, los camiones de armamento. Hacia allá, la carretera de la muerte; por el otro, la vida"
Oscar Doría, veterano de la Guerra de Malvinas
Fue un primer viaje expeditivo, pero Doría y sus colegas conductores pudieron evadir casi todos los peligros. Antes de abrir las puertas de las furgonetas, el veterano de Malvinas hizo un recorrido preventivo por la playa de estacionamiento para cerciorarse de que fuese seguro hacer el embarco en ese momento.
Para las próximas cruzadas, él y su equipo ya tienen aceitados los movimientos de seguridad. Y prevén todo con la ventaja de haber conocido el terreno: “Nosotros sabíamos que entrábamos en una zona de combate. Y ellos (los saboteadores) están ahí. Te lo van a hacer cada vez más complicado. Tengo una pseudo-realización después de esta experiencia vivida, aunque creo que lo más rentable es mandar autobuses en vez de un convoy. Claro que con alguien que organice la parte logística en aquella zona”.
A las 9:21 de esta mañana, Doría le confirmó a LA NACION que acaba de volver de Polonia, rescatando con éxito a 21 refugiados más, que ya se encuentran en Valencia, España.
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