Se tiró al Río de la Plata encadenado, de su mano debutaron frente a cámaras Sandro y Maradona, trajo al país a estrellas de la talla de Anita Ekberg y Nat King Cole, inventó las cámaras ocultas, cubrió “en vivo” casamientos y bautismos; así fueron los 12 años de gloria de Pipo Mancera
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“¡Fuerte ese aplauso!”, tronaba él con su voz inconfundible, y la televisión argentina cándida, blanquinegra e inocente de los 60 entraba en una especie de éxtasis. Y es que Pipo Mancera, que habría cumplido años por estos días (nació un 20 de diciembre de 1930), fue el rey absoluto de la televisión de ese tiempo, cuasi inventor de los programas ómnibus del sábado a la tarde y las cámaras sorpresa y descubridor innato de grandes talentos: desde sus Sábados Circulares no sólo lanzó a la fama a Palito Ortega y a Sandro sino que presentó a los argentinos a un tal Joan Manuel Serrat y le hizo la primera nota en televisión a un Diego Maradona de apenas 10 años, que con unas flamantes zapatillas Flecha hizo delirar al público haciendo malabarismos con una pelota de fútbol.
Pipo, el gran inventor de la tele, hacía explotar el rating con su carisma y desparpajo, con sus ideas adelantadas a su tiempo, pero también metiéndose “de prepo” en la intimidad de las “estrellas” y escapando de una jaula de leones o de un cofre cerrado con cadenas en el fondo del Río de la Plata. Inefable, único, Pipo Mancera, pícaro o genio, fue sin duda un tipo que escribió varias páginas imprescindibles en la historia de la televisión.
Creador de estrellas
Pipo Mancera fue locutor, actor, periodista, crítico de cine, productor, pero cuando cumplió 32 años se apropió de la tarde de los sábados y se transformó en la gran revolución la televisión. En efecto, el 6 de enero de 1962 debutó en Canal 9 con sus Sábados Circulares, el primer programa ómnibus de la televisión argentina, que se mantuvo en el aire hasta noviembre de 1974 y que arrasó con todas las mediciones de audiencia, tanto que empezó con una duración de cinco horas y media al aire y con el tiempo y los cambios de canal llegó a durar ocho horas. Por su ciclo pasaron todas las estrellas del momento, nativas e internacionales. Sophia Loren, Alain Delon, Marcello Mastroianni, Pelé, Mina, Raphael, Anita Ekberg, Nat King Cole, Joan Manuel Serrat, Niní Marshall, Aníbal Troilo, Atahualpa Yupanqui, Ringo Bonavena… Todas presentadas con el latiguillo con el que Mancera arengaba al numeroso público que presenciaba el programa: “¡Fuerte ese aplauso!”
Pipo fue el gran promotor de Joan Manuel Serrat cuando casi no se lo conocía en la Argentina. También fue quien descubrió la latente popularidad de Sandro, ese sábado a la tarde en que lo presentó con una frase profética: “Ahora debuta en Sábados Circulares el futuro gran astro dentro de muy poco tiempo… ¡¡¡Señoras y señores, Sandro y los de Fuego!!!”
Uno de los grandes nombres del programa fue Palito Ortega, que inició allí su carrera como solista después de El club del clan. El casamiento de Palito y Evangelina Salazar, la pareja más popular de la época, fue uno de los grandes hitos de Sábados Circulares: ese 3 de marzo de 1967, Pipo se mezcló con el público (se juntó una multitud increíble), transmitió en vivo la boda desde la Abadía de San Benito con una cámara en primerísimo plano y alcanzó los 82 puntos de encendido, una de las cifras más demenciales de la historia de la televisión. Años más tarde, Palito Ortega contaba en una entrevista que él había autorizado que se filmara su casamiento, pero lo que no sabía es que “Pipo debía haber arreglado con el conserje del hotel para meter cámaras por todos los rincones del lobby. Cuando yo me vi después en pantalla pidiendo las llaves para subir a la suite en mi noche de bodas me quería morir… tampoco sabía que se había grabado la escena de la bandeja con el champagne que teníamos para brindar… Pero, bueno, a la habitación no entraron”, agregó Ortega, resignado a que Pipo siempre lograba lo que quería.
Otro hito del programa eran los nacimientos de los hijos de las estrellas. Pinky y Raúl Lavié mostraron a su bebé Leonardo recién nacido, igual que Lolita Torres con su beba Mariana, pero con el que Mancera se hizo un verdadero festín fue con el nacimiento del primer hijo de Palito y Evangelina: Martín. Pipo se metió en el sanatorio, entrevistó al obstetra, desenvolvió regalos, mostró infinidad de ositos de peluche y se arrodilló con el micrófono a los pies de la cama de Evangelina para que ella le contara intimidades de sus primeros días como madre. Televisión en estado puro.
Otro momento icónico de Sábados Circulares fue en una tarde del 71, cuando apareció por primera vez en la tele un tal Pelusa, un “chico malabarista” que hacía magia con una pelota de fútbol y tenía el sueño de jugar un Mundial. Diego Armando Maradona, que de él se trataba, lo recordaba así: “Cuando tenía 10 años, me invitaron al programa de Pipo Mancera. Era el show más famoso de aquellos tiempos en la Argentina. Me habían visto hacer jueguitos en el entretiempo de un partido entre Argentinos Juniors e Independiente, en cancha de Vélez. Y nos invitaron a Francis Cornejo, mi entrenador de Los Cebollitas, y a mí… La idea era hacer una entrevista de 5 minutos. Pero los invitados principales, Los Cinco Latinos, se retrasaron, y tuvieron que estirar mi entrevista”. Diego se puso unas zapatillas Flecha recién compradas por su mamá y estuvo 45 minutos haciendo jueguitos con la pelota frente a las cámaras.
El gran mago
El programa Sábados Circulares empezaba con una imagen de animación del ojo de Mancera, que le hacía un guiño al espectador, y por ahí pasaba el alma del ciclo, por la mirada de Pipo, por su manera de contar, por su intuición e imaginación. Podía entrevistar a una estrella internacional con el mismo espíritu con el que se tiraba en paracaídas, caminaba en calzoncillos por las calles de Miami, bajaba a recorrer las cloacas porteñas, se metía en la jaula de un león o se internaba cinco días en el Borda para contar la experiencia. Los desafíos físicos eran también parte esencial del show, igual que la sección de “la cámara sorpresa”, uno de sus segmentos más novedosos, que muchos años después reviviría Marcelo Tinelli.
Mancera percibía claramente que sus audacias llamaban la atención y entonces redoblaba la apuesta. Una de las más impactantes fue cuando, emulando uno de los números de escapismo del mago Houdini, se sumergió en el Río de la Plata atado de pies y manos dentro de una caja de hierro cerrada con cadenas. Fue el 4 de diciembre de 1971 y es una de las escenas más recordadas de la televisión. Años después Pipo lo contaría así: “Tenía puesto nada más que un slip chiquitito. Me ataron y encadenaron, me pusieron adentro de una bolsa, la cerraron y la metieron en un cofre que también cerraron y encadenaron. Y eso lo tiraron al fondo del río. Me era absolutamente imposible ver nada. Salí a los 2 minutos y 40 segundos, de smoking y sacando copas de champagne de mi bolsillo. Han pasado 20 años y la gente me sigue preguntando cómo lo hice”. Por supuesto, él nunca reveló el truco.
Cuando se le ocurrió la idea, le dijeron que estaba loco, pero él siguió adelante. Porque cuando a Pipo Mancera se le ocurría algo, no había quién lo parara. Después relataría que trabajó mucho para llevar a cabo el escape, que ensayó días y días en una quinta de Florencio Varela y en su casa de Punta del Este para poner a punto técnicas de apnea y otras habilidades. Algunos de sus colaboradores, sin embargo, dejaron entrever que Pipo, en realidad, no ensayó nada; que lo suyo, como siempre, fue pura intuición e intrepidez.
Lo cierto es que aquel sábado de diciembre todo se transmitió en vivo. Fernando Bravo quedó a cargo del estudio y Julio Lagos estaba apostado en un móvil en la Costanera para recibir a Pipo después de la experiencia. Había muchísima gente y, entre ellos, dos buzos experimentados preparados para tirarse al agua si algo salía mal. Y casi se tiran, porque la rutina decía que Mancera tenía que salir antes de los dos minutos y se demoró casi tres, cortándole la respiración a todos los presentes. Finalmente, cuando los buzos estaban por tirarse, Pipo salió del agua como si tal cosa, haciendo la “v” de la victoria, con su smoking, su copa de champagne y una sonrisa de oreja a oreja.
Eterno adolescente
Fanático de River, eterno adolescente con su mirada pícara y su 1.64 de altura, Pipo Mancera nació el 20 de diciembre de 1930 en el barrio porteño de Flores, aunque tenía apenas 2 años cuando se instaló con su familia en Rosario. A los 17 años volvió a Buenos Aires para estudiar. Pasó por las carreras de Abogacía y Filosofía, pero finalmente decidió que arrancaría con el periodismo para apuntar a una de sus grandes pasiones: la crítica de cine. Trabajó en el diario La Razón, en la revista Tiempo de cine, en el ciclo de TV Pantalla gigante y en distintos programas de Radio Mitre y Splendid. También probó con la actuación: participó en las películas El crack (1960) y Bicho raro (de 1965 y protagonizada por Luis Sandrini).
A fines de los 50 había viajado a Francia y se había quedado encantado con un programa ómnibus que conducía Ives Montand y que sería el germen de su proyecto de un programa de seis horas, de corrido, para la televisión de los sábados, que después de mucho insistir consiguió venderle a Canal 9, incluso ofreciéndoles no cobrar un peso en los primeros tres meses. Fue un éxito rotundo, que creció aún más cuando en 1964 se mudó al viejo Canal 13 y se comió crudos a todos los intentos de competencia. El programa pasó luego a Canal 11 y se despidió en el 74.
Por esos años se fue a vivir a Francia y, a su vuelta, ya en los 80, condujo otros ciclos que no tuvieron tanta suerte, como Videoshow y Al estilo de Mancera. Estos fracasos lo golpearon, aunque no tanto como la muerte de su esposa Charito, que lo sumió en la tristeza y la depresión y lo llevó a alejarse de los medios. Más adelante volvería a formar pareja con la coreógrafa Esther Ferrando, que lo acompañaría hasta el final. En 2007, probablemente ya enfermo, intentó reeditar los Sábados Circulares en Crónica TV, pero ya había pasado el tren…
Pipo Mancera murió el 29 de agosto de 2011, a los 80 años. El funeral fue multitudinario y en esos días hubo infinidad de programas para recordar con anécdotas y homenajes a quien alguna vez fue llamado “señor televisión”, maestro de casi todos, un enamorado de la tele. Como él mismo contaba: “Tengo tres televisores frente a mi cama. En uno dejo un canal local de noticias; en otro, una señal internacional informativa, y con el tercero hago zapping permanente. Algunos lo llaman esquizofrenia, yo lo llamo tevemanía”.
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