Las frases más reconocidas de Tomás de Aquino, una figura clave en la Iglesia
Fue teólogo y filósofo católico, perteneciente a la Orden de Predicadores; es considerado el principal representante de la enseñanza escolástica
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El 7 de marzo de 1274 falleció Tomás de Aquino, uno de los mayores representantes de la enseñanza escolástica, que fue canonizado en el año 1323 gracias a sus enseñanzas y su obra, que quedaron registradas a lo largo de sus viajes a pie.
El pensamiento de Tomás de Aquino considera superiores a las verdades de la teología respecto de las racionales, principalmente por la particularidad de su objeto de estudio. Los trabajos de Aquino sobre la metafísica representan una de las fuentes más citadas del S XVIII, a la vez que la Iglesia Católica lo considera clave para el estudio de la filosofía y la teología.
Aquino, aun siendo teólogo, se destacó por haber leído y estudiado exhaustivamente a todos los intelectuales y filósofos de aquel entonces, y por esa razón pudo alcanzar una síntesis tan extensa y consistente de su obra. En especial, fue reconocido por sus comentarios positivos sobre las obras de Aristóteles, al señalarlas como compatibles con la fe católica.
Frases de San Tomás de Aquino
- “El bien puede existir sin el mal, mientras que el mal no puede existir sin el bien”.
- “Los seres dotados de inteligencia desean existir siempre y un deseo natural no puede existir en vano”.
- “La fe se refiere a las cosas que no se ven, y la esperanza a las cosas que no están al alcance de la mano”.
- “El estudioso es el que lleva a los demás a lo que él ha comprendido: la verdad”.
- “Para alguien que tiene fe, no es necesaria ninguna explicación. Para aquel sin fe, no hay explicación posible”.
- “Justicia sin misericordia es crueldad”.
- “El pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre”.
- “Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros”.
- “El alma se conoce por sus actos”.
Oración a Santo Tomás de Aquino
Creador Inefable!
Tú, que eres la verdadera fuente de luz y de sabiduría y el principio supremo.
Dígnate infundir sobre las tinieblas de mi inteligencia el resplandor de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido: el pecado y la ignorancia.
Tú, que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.
Dame agudeza para entender, capacidad para asimilar, método y facilidad para aprender, ingenio para interpretar y gracia copiosa para hablar.
Dame acierto al empezar; dirección al progresar y perfección al acabar. Tú, que eres verdadero Dios, Hombre que vives y reinas. Por los siglos de los siglos. Amén
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