¿Las feministas, dónde están?
Me llamó la atención la volanta de una nota en un prestigioso diario nacional. Decía "guerra de pañuelos". Me dio tristeza esa munición sutil y sin vergüenza en medio de esta guerra sin colores que supone la pandemia. La nota narraba un episodio no menos penoso. La conductora Viviana Canosa le pedía explicaciones al colectivo de Actrices Argentinas a quienes acusaba de no haberse pronunciado sobre las prisiones domiciliarias para violadores y femicidas. "El aborto era lo único de lo que se hablaba –declaró la conductora que supo hacer ecografías en vivo del lado celeste de la Plaza de los Dos Congresos–. No había otro tema. El pañuelo verde todo el día en la tele. Ahora es la pandemia... ¡Las mujeres siguen abortando, les digo a todos los grupos feministas y pañuelos verdes! [...] Ahora, acaban de salir un montón de violadores, asesinos y las feministas, viejo, ¡no tengo la más p... idea dónde están! Cuando nos conviene, nos queda cómodo; ahora, cuando hay que meterse con el poder, casi te da un poco de miedo. Mejor, quedate en tu casa".
Se les pide –se nos pide– a las mujeres que reaccionemos en bloque contra todas las injusticias. No es el caso de Canosa, pero hay que decir que lo piden, en general, personas que no toman posición. Lo hacen desde la trinchera más cómoda: el anonimato, la tranquilidad de una red social. Lo vivimos a diario: ante cualquier acontecimiento que genera indignación (en una era en la que sabemos que, precisamente, cualquier acontecimiento es plausible de generar indignación) vale preguntar "¿Las feministas, dónde están?" No pasa un día en las redes sociales, ni siquiera en tiempos de pandemia, sin que alguien exija que el "feminismo" –así, como si fuera un monolito capaz de responder siempre de manera uniforme– se pronuncie en contra o a favor de alguna causa para no traicionarse. El error de base en esa exigencia, que duele más cuando proviene de una mujer, es que las feministas –los feminismos– somos muchas, diversas, y –aunque podamos hacerlo– no tenemos el deber de pronunciarnos a pedido del público. Ya no nos callan, no nos callamos más, pero eso no supone que hablamos bajo coacción: lo mejor que nos trajeron los feminismos es la libertad.
Esta semana se cumplen cinco años de aquel primer tuit de la periodista Marcela Ojeda que nos movió la conciencia y nos llamó a unirnos para que no hubiera #NiUnaMenos. A partir de entonces, miles de argentinas descubrimos que unidas en nuestras diferencias somos mucho más fuertes para decirle basta a la violencia machista. El mensaje para los que todavía se empeñan en preguntar, cada vez que se indignan, "¿Las feministas, dónde están?" es que somos miles las mujeres que en el mundo hicimos y seguimos haciendo que la cuestión de género entrara y se mantuviera en la agenda política y de los medios. Cada una desde su lugar y más allá de la oportunidad. Sin que haga falta pronunciarnos a pedido ni responder a chicanas. La aventura colectiva de los feminismos es plural y diversa y hay lugar para todos, menos para quienes estén en contra de los derechos.
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