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“¿A quién podemos visitar el sábado por la tarde?”, se preguntaría Ana Alfaro desde su casona familiar de San Isidro. “A los Vernet”, le respondería con seguridad su hermana Manuela después de consultar el Libro de Oro, la guía social de familias patricias argentinas. El volumen no sólo informaba sobre los apellidos y direcciones de las élites, sino que también indicaba el momento propicio para golpear las puertas de las casas, o qué caballeros estaban dispuestos a casarse, entre otros datos reveladores de normas de protocolo, usos y costumbres pertenecientes a una época que hoy serían irrisorios pero que antes eran moneda corriente.
El diálogo es ficticio, sin embargo es posible imaginar esta y otras situaciones similares, remitirse a fines del siglo XIX y principios del XX para descubrir cuáles eran los apellidos de renombre y bajo que códigos se comportaba aquel puñado de familias. Uno de los modos de obtener esta información es dar con las antiguas guías de teléfono sociales llamadas el Libro de Oro, el Libro Azul, la Guía Regar, la Nueva Guía Social y la Guía Social, publicadas, de acuerdo a cada caso, desde 1897 hasta hace aproximadamente unos 10 años atrás. Aún se venden en librerías especializadas o son resguardadas en bibliotecas como la del Museo Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”.
Las guías guardadas y sus secretos revelados
Sobre una gran mesa con vista a los jardines de la antigua casona de los Beccar Varela se despliega la Guía de Familias para el año 1908. Es una joyita forrada en elegante cuero que dice escrito a mano, en la primera página, sobre sus propietarias: “Ana y Manuela Alfaro, San Martín Nº 179, San Isidro”. Es el undécimo volumen y por lo general se lo puede encontrar en medio de los antiguos ejemplares de la biblioteca, entre ellos los diarios LA NACION, desde 1880 en adelante. Las hermanas Alfaro eran dos vecinas ilustres que vivían frente a la Plaza Mitre. El libro se imprimió en la imprenta La Aurora de Capital Federal.
A simple vista se deduce que el volumen debe haber sido de gran utilidad para la vida en sociedad de ambas. Por ejemplo, en el caso de la familia Vernet, entre cuyos miembros se destacó el primer gobernador de las Islas Malvinas, se consigna que hay 4 Vernet pero solo uno de ellos está marcado con una pequeña cruz al costado. Se trata del matrimonio de Federico y María Lavalle que vivían en Reconquista 454, San Isidro.
“Gracias a estas marcas se podrían inferir una serie de datos, por ejemplo, que las Alfaro solían visitar a esta pareja el segundo y cuarto sábado del mes”, explica Sebastián Freigeiro a LA NACION, durante una recorrida por la biblioteca. Tanto esta como las otras ediciones eran exclusivas para sus abonados y están basadas en “informes enviados y ratificados por las familias”, las cuales pagaban un canon por formar parte del selecto libro. En ese sentido, llama la atención una advertencia al lector. “Cave canem (cuidado con el perro): algunas personas sin escrúpulos realizaron torpes plagios de nuestra guía por lo que se aconseja desestimar toda suscripción que no contenga el sello del Libro de Oro”.
Las familias patricias
El corazón del antiguo ejemplar está formado por los apellidos de un pequeño círculo de familias de Capital Federal y alrededores ordenados alfabéticamente y que comprende el lugar donde veraneaban, la residencia permanente y la accidental, es decir donde iría a vivir esa persona en caso de que se mudase. Dice qué día es posible visitar a las familias determinada, por ejemplo el primer y último martes del mes. Muchas viviendas tenían nombres de quintas y también figuraban los nombres de las estaciones de tren cercanas de las localidades donde se encontraban. A su vez informaba si determinada familia estaba de viaje por Europa. En algunos casos está el número de teléfono bajo la sigla U.T., Unión Telefónica. Por ese entonces no todo el mundo contaba con ese aparato.
Sin embargo, al dar vuelta las páginas llaman la atención renglones enteros con nombres y direcciones tachados a mano. Es de suponer que tal vez hubo una enemistad entre las Alfaro con esa persona, o que se trató de alguien que falleció.
Comienza con un almanaque con el Santo o celebración religiosa que corresponde a cada día, las fases de la luna, y un listado de Sociedades de Beneficencia, la Casa de los Expósitos, el Hospital de los Alienados, etc. “Era una herramienta imprescindible útil a la hora de saber, por ejemplo, qué damas integraban tal o cual agrupación de caridad”, agrega Freigeiro.
Además, figura un listado de quienes se habían casado el año anterior, quienes murieron, quienes integraban el cuerpo diplomático extranjero o eran socios activos de clubes como el Jockey Club. Al final, se muestra un plano de los asientos del Teatro Colón, el Opera y el Odeón. Un rico material que contiene intercaladas publicidades de marcas como la casa de fotografía Witcomb o el sistema de calefacción Salamandra.
Tanto ésta guía como el resto que custodia la biblioteca son consultadas por particulares que desean saber, por ejemplo, dónde vivían sus bisabuelos, o por investigadores y genealogistas como Rosario García de Ferraggi. “Contienen datos muy útiles. En mi caso estudio el origen de las antiguas casas de veraneo de Tigre, capillas, mansiones, clubes, hospitales etc. de la zona. Es una herramienta que sirve para rastrear inmuebles, quienes pertenecieron a tal o cual sociedad de beneficencia, o cuando murió determinada persona ya que figura en un volumen y en el del año siguiente no está más”, asegura la mujer quien está a la caza de este tipo de ejemplares para completar sus informes.
El listado de los caballeros
La biblioteca cuenta con otro ejemplar del Libro de Oro pero de 1938. Fue editado por la Casa Jacobo Peuser en Florida 205 y es el volumen 41. Comienza también con una advertencia: solo brindar información en caso de que llegue una circular firmada por la Dirección. “Se ha hecho uso del nombre Libro de Oro para obras de precario prestigio”, afirma en relación a aquellos advenedizos quienes utilizaron métodos poco honestos con tal de pertenecer al exclusivo listado.
Esta edición tiene más publicidad a medida que se expande la población e incluye una explicación de cómo hacer para comunicarse por teléfono y un listado de caballeros dispuestos a contraer matrimonio, explica Freigeiro. Sin embargo, el libro adolece de la nómina de mujeres solteras del momento.
El archivo también cuenta con la Guía Social Argentina “Regar”, de 1929, con datos de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán, y un índice con información sobre direcciones de los bancos, oficinas de ferrocarril, iglesias y capillas, etc.
Dentro de este tipo de guías, una de las más exclusivas fue el Libro Azul, cuyo nombre alude a la sangre azul de sus miembros. Era publicada por la sociedad de beneficencia comandada por Angiolina Astengo de Mitre, la Asociación del Divino Rostro. En la biblioteca cuentan con un ejemplar de 1938. Es la edición número 25 y agrega autoridades del Poder Ejecutivo, salas de conciertos, registros civiles, sanatorios, tablas de pesos y medidas, etc. Ya no cuenta con días de visitas y se supone que los obviaron por falta de espacio o por ser una costumbre que iba quedando en desuso.
“Cada tanto vienen los clientes y piden el Libro Azul para ver si están sus antepasados, o sino también para hacer una investigación genealógica”, asegura Alberto Casares de la tradicional librería Casares de Retiro. Según el hombre, el boom de las guías sociales fue “en la década del 30 y del 40″, un momento donde “todo Barrio Norte quería ser incluido entre las páginas del libro”.
A pocas cuadras de allí, en la librería-anticuario Helena de Buenos Aires, tienen un ejemplar de la Guía Azul II de 1997, editada por Juan Manuel Belgrano, impresa en Temperley. “Entre el 1995 y el 2000 mi padre, Juan Manuel Belgrano, fue su editor. El nombre no estaba registrado y decidió publicarla. Me acuerdo que llamaba a la gente por teléfono y les preguntaba si querían aparecer”, recuerda su hijo, Marcos Belgrano, genealogista.
Sin embargo, la histórica editora de la Nueva Guía Social, luego Guía Social, desde 1965 hasta hace unos diez años atrás, fue Poppy Aparicio Argüello. Hoy vale la pena preguntarse si alguien se atrevería a tomar la posta y continuar publicando este tipo de guía y a cuantas familias de clase alta comprendería. Seguramente algún público tendría. Ya lo decía el propio Borges: “la más sincera de las pasiones argentinas, el esnobismo.”
El Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela” está ubicado en Adrián Beccar Varela 774, San Isidro. La entrada es gratuita y el horario de consultas en la Biblioteca y Archivo es de lunes a viernes de 10 a 18 horas. Cuenta con más de 12.000 ítems entre libros, publicaciones periódicas, monografías y folletos.
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