Las claves para disfrutar de la comida
No solo estamos repletos de azúcar, aditivos y preparaciones que no necesitamos, también estamos hasta el tuétano de excusas para postergar el cambio de menú que una y otra vez nos proponemos sin éxito. Me lo preguntan infinidad de veces: "¿Y vos, qué comes?" Es una pregunta que viene seguida de: "Porque no se puede comer nada", cruzada por un gesto de resignación. La lista de obstáculos incluye la sospecha alrededor del origen de los alimentos, el precio de la comida de verdad y el tiempo para prepararla.
Es un dilema que parece más hondo que el supermercado cuando queremos, solamente, comprar dos o tres cositas; que lleva a un final inevitable: terminamos cayendo en la trampa intentando salir de ella. ¿Entonces? La primera clave en mi caso fue reconocer que, puertas adentro, es mejor intentar pequeñas conquistas que pretender cambiarlo todo. Somos parte del mismo sistema que hay que arreglar dedicándole paciencia, entusiasmo y atención para no caer, temerosos, ante los mensajes de propaganda. No siempre es posible escapar a las intervenciones que se hacen sobre nuestros alimentos pero sí es necesario establecer categorías: ante el hambre repentino no es igual comprar una manzana en el chino -aunque no sea la mejor del mundo- que una barrita "de cereal" sabor "manzana". Prueben y hagan la cuenta: dejar de comprar ultraprocesados -por impulso o planificando comida exprés en la góndola- lleva a ahorrar un montón de dinero.
Para comer mejor hay que apagar la tele -silenciar a los supuestos expertos que siguen repitiendo los mismos mensajes que de saludables no tienen nada- y cocinar (o hacer que una persona, y no una fábrica, cocine por nosotros). Eso no quiere decir dedicarle cuatro horas a la cocina. La pizza "instantánea" puede demandar los mismos 15 minutos que un arroz con verduras salteadas. Pero para que esa preparación sea posible al tiempo hay que tacklearlo antes de que nos ahogue el nudo de cansancio y estrés. O sea: hay que tener el arroz en la alacena (una alacena bien provista tiene legumbres, cereales, condimentos, especias, tomate en botellón; a la vista y ordenado) y las verduras ahí nomás. Cortar de más, separar en bolsitas transparentes y congelar: se puede hacer con todo lo que generalmente da más cansancio: cebollas, ajos, puerros. Y lo mismo con las preparaciones: salsas, salteados, sopas, budines, milanesas, tartas. Hagan de a dos o de a tres: se invierten más minutos, pero se recupera el doble o triple. Las recetas de casa transmiten nobleza y amor en sus repeticiones, son fáciles de hacer y dan más de lo que piden. La cuestión es encontrarlas y para eso no hay excusas, si no hay abuelas a mano, sobran sitios en Internet. Si se come de a muchos, los platos se pueden preparar de a muchos también: nada más fácil para rendirse antes de empezar que la soledad frente a la tarea. Elegir, comprar, cortar, batir, probar: recuperar los vínculos y compartir es lo más valioso que se puede encontrar en esta búsqueda; algo que empieza mucho antes de sentarse a la mesa y entregarse, por fin, a eso que tanto estábamos esperando: disfrutar de la comida.
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