Las ciudades verdes del futuro ya existen
La llamada "arquitectura verde" es la respuesta a un gran desafío: los edificios tal como se están construyendo hoy contribuyen en gran medida a la generación de gases de efecto invernadero y son una de las mayores fuentes de consumo de materiales no renovables. Para revertirlo, tenemos que bajar el consumo de energía y de materiales (que a su vez tienen incorporada energía) antes, durante y después de la construcción. Así, los edificios nuevos deben ser concebidos para tener el menor impacto sobre el medio ambiente; los existentes deben ser remodelados y adaptados para conseguir lo mismo.
Los materiales con buena aislación térmica, la ventilación e iluminación natural, el uso de las orientaciones para aprovechar la luz del sol o el uso de vegetación para crear sombra son algunos de los modos que se usan para lograr que los edificios ahorren energía sin perder ni un poquito de confort. Si se dispone de más tecnología, también se puede recurrir a sistemas activos y materiales sintéticos para conseguir resultados similares.
El uso de paneles solares para calentar agua y generar electricidad, los techos verdes, la reutilización de agua de lluvia y de los desagües, la separación de la basura, la incorporación de sensores y controles que permiten regular el uso de energía eléctrica, gas y agua también se usan para asegurar que la arquitectura tenga un impacto ambiental neutro o hasta positivo.
Podríamos hacernos muchas preguntas en cuánto a qué pasará en los próximos años, pero lo cierto es que las ciudades verdes del futuro ya existen, están ahí. Una es por ejemplo Hammarby-Sjostad, un barrio de Estocolmo. Otra es Vauban, cerca de Friburgo. Lo más destacable de ambas es que, además de cumplir con todos estos principios, han logrado disminuir el uso de automóviles -y promover el uso de la bicicleta- y lo han logrado por su diseño compacto, que incorpora comercio, servicio y trabajo a una distancia peatonal de las áreas residenciales. Esto implica cambios en la forma de vida, o más bien la revalorización de la vida simple, en casas más chicas, ubicadas en barrios compactos y diversos, revirtiendo la fuga hacia suburbios alejados, donde el auto se necesita para todo.
Más allá de esto, en la vida familiar, la "actitud verde" también puede ayudar a recrear valores perdidos, incorporando el reciclaje, el control del consumo de energía en luces y artefactos eléctricos, y del agua en los distintos modos de uso, como un modo de adquirir y transmitir buenos hábitos. Aunque en la Argentina va creciendo -lentamente- la demanda de una arquitectura con una estética y una ética verdes, yo creo que esto viene más del lado del estilo de vida que de un enfoque sistemático de los edificios para gran parte de la población. La industria del diseño y la construcción todavía no ha adoptado "lo verde" como causa común, como sí ocurre en otros países. Pero no hay que abatirse. Tal vez en unos años no tan lejanos logremos llegar a una síntesis propia. ¿La manera? Por un lado, recuperando valores y actitudes de vida no tan lejanas en el tiempo. Por el otro, adaptando tecnologías e ideas que van llegando y se van difundiendo a través de publicaciones y redes sociales. La baja y la alta tecnología se van a combinar de un modo creativo, como ya ocurre de hecho en el arte, el diseño y la moda. Los procesos industriales y constructivos sustentables van a ser más eficientes que los actuales y eso va a hacer mucho más fácil la transición. El Estado, mientras tanto, podría empezar a ayudar con legislación e incentivos, como, por ejemplo, desgravar impuestos por construir techos verdes. Una buena forma de empezar.