Las camisas hawaianas: estampadas con flores y frutos exóticos, tienen sus devotos en todo el planeta
Las odas a las flores, a los frutos exóticos, a las danzas hula, a las palmeras y a la cultura surf que denotan la superficie de las camisas hawaianas brillaron en el guardarropas y en la composición del personaje de Al Pacino en Scarface (Brian De Palma, 1983) cuando las ramas color oro y los pétalos violáceos flamearon en un modelo rojo carmín a tono con su cara ensangrentada; en 1980, en su rol de detective de la serie Magnum –cuya trama transcurrió en Hawai– el actor Tom Selleck ilustró modismos kitsch: sus camisas llevaron varios botones abiertos que dejaron ver el uso de cadenas de oro y plata.
Si bien en diciembre de 1951 el presidente Harry Truman posó en la portada de la revista Life con una camisa hawaiana blanca con estampas austeras, una década después y desde el film Blue Hawaii, Elvis Presley devino Santo Patrono de la Camisa Hawaiana: en la comedia y musical desfiló infinidad de camisas con flores y el vestuario fue ideado por la experta Edith Head.
Otro devoto de las camisas con flores de Hawái es John Lassetter, el director de los estudios de animación: suele afirmar que tiene un modelo para cada día del año. Las colecciones para el verano 2017 pregonan un nuevo revival de la hawaiana: mientras que las tiendas especializadas en vintage del Soho londinense exaltan percheros con diversidad de hawaianas y la tienda Urban Outfitters exalta sus estampas con nuevas texturas, en Buenos Aires la colección primavera verano de Garçon García augura inspiración hawaiana aplicada a una línea de camisas, remeras y trajes de baño.
Derivadas de las camisas palaka –dícese de los modelos con mangas cortas y estampados de líneas geométricas que supieron usar los trabajadores en plantaciones de frutas tropicales de Hawái y que fueron recreados con sobrantes de telas para quimonos– las camisas hawaianas irrumpieron a mediados de 1930.
Su artífice fue Ellery J. Chun, quien con la premisa de acrecentar las ventas de la tienda de su familia, en 1936 urdió los primeros doce modelos y los dispuso en la vidriera del negocio situado en King Street; con el apodo “camisas aloha”, las sugirió como souvenir para que los visitantes a las islas llevasen de regreso a sus hogares. Y las bautizó con el término Aloha, que es el que suelen utilizar los hawaianos para saludar y bendecir a los turistas y visitantes de la isla.
Pero la estrategia del visionario Chun fue perfeccionada a fines de 1940 por Alfred Shaheen, un ingeniero hijo de inmigrantes libaneses que se dedicó a la realización de nuevos textiles con la premisa de fusionar la estética de Oriente con Occidente.
Desde su fábrica se realizaron las camisas favoritas de Elvis Presley, pero también una gran diversidad de vestidos de noche, visos y sarongs atiborrados de flores, además contrató a estudiosos en textiles étnicos para que viajasen por el mundo cual coolhunters, ideó diversos tonos metálicos para estampas y creó varias sublíneas apodadas Surf & Sand, Shaheen of Honolulu y Burma Gold Paints, que devinieron en las etiquetas más requeridas por quienes en 2016 coleccionan piezas del imaginario de Hawái.
Otro de sus aportes remite al desarrollo de las primeras tiendas pop-up: desde la fábrica ideó cuatrocientas pequeñas tiendas transportables y listas para armar, que se dispusieron en las tiendas de todo el mundo que comercializaron sus prints florales
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