Las andanzas de Mauricio Dayub, el narrador
Cuando empezó la cuarentena, Mauricio Dayub decidió tomarse un respiro, dedicarse a su familia, disfrutar del formidable éxito de El equilibrista, la obra que escribió con Patricio Abadi y Mariano Saba y él mismo produjo y protagonizó durante dos años (2018 y 2019) en los que cosechó premios, elogios de la crítica y sobre todo el apoyo de un público que siempre hizo correr la bola: había que ver sí o sí ese espectáculo en el que un solo actor se multiplicaba (en roles, estados y peripecias) para poner en funcionamiento una auténtica proeza escénica puntuada por la memoria emotiva y capaz de contagiar la pasión por cada historia que contaba. Pero el plan del descanso no duró mucho. Dayub no pudo con su genio y activó, en una etapa marcada por el confinamiento, un proyecto para resolver sin moverse de su casa: experimentar con la narración. Titulado Alguien como vos, realizó una serie de piezas audiovisuales que reflejan vivencias propias que tenía atesoradas en un cuaderno que aún sigue actualizando. Cuentos sobre su vida familiar, su profesión y su percepción del mundo que lo rodea. Los capítulos duran como máximo cinco minutos y se pueden ver sin cargo en el canal de YouTube de la productora Cero Onda, fundada por él mismo.
El entretenimiento que Dayub se buscó para despuntar el vicio en la cuarentena fue sumando a un notable grupo de colaboradores. "Son todas historias de los últimos veinticinco años que tuvieron algún significado para mí, cosas fuertes que me pasaron y de las que aprendí algo –explica–. Son cosas que viví de muy chico, en la adolescencia, asuntos familiares, el día del nacimiento de mi hijo, momentos potentes con el éxito y el fracaso, con la amistad, con el amor... Empecé escribiendo unos relatos breves, los fui corrigiendo y cuando los leí en voz alta, me di cuenta de que parecían pequeñas películas".
Cada una de esas historias le sugerían imágenes. "Además, yo tenía algunos registros muy lindos, como el de los últimos días de Francisco Javier [director, investigador y docente teatral fallecido en 2017], que dirigió A lo loco, una obra que hicimos con Tony Lestingi en el Cervantes en el ‘93. Esas imágenes revelan su forma de trabajo. Hablamos de alguien a quien Ionesco le cedió los derechos de su obra sentado en el living de su casa en París".
Dayub empezó convocando a profesionales que conoce bien, como la escenógrafa y artista plástica Graciela Galán, el pintor marplatense Felipe Giménez y a algunos familiares, y de a poco se fueron sumando invitados especiales de los que destaca particularmente su generosidad: "Gente talentosa como Lito Vitale y el Chango Spasiuk, que fueron muy generosos en un momento especialmente complicado para los artistas –apunta–. Hay dibujantes, caricaturistas, cineastas, escenógrafos, músicos... Estamos todos subidos a esto que todavía no sé del todo bien qué es".
La idea del proyecto está íntimamente relacionada con el espíritu y la política de trabajo que este actor nacido hace 60 años en Paraná desarrolla desde siempre: un perfil autogestivo que le dio muy buenos frutos y que ya no parece dispuesto a cambiar. "Empecé a producir de esta manera más por necesidad que por gusto –asegura–. Me di cuenta de muy joven de que el medio no tenía nada preparado para mí, de que tenía que sorprender a la vida porque la vida no me iba a sorprender a mí porque sí. Cuando llegué a Buenos Aires empecé a percibir que nadie me iba a regalar nada y que entonces tenía que construir mi propio destino. Quizá por ser del interior, por ser una familia de clase trabajadora, por no saber inglés...".
Apenas llegó a Buenos Aires, en 1983, trabajó de día en cualquier changa que apareciera para solventar los gastos de sus clases nocturnas de actuación con Carlos Gandolfo. Vivió en pensiones de mala muerte y armó grupos de trabajo con los que se fue de gira "no a Mar del Plata ni a Carlos Paz, sino a San Clemente del Tuyú y Santa Teresita. Les pedíamos a los dueños de las salas que nos dejaran dormir en los camarines para no gastar en hoteles".
Hasta que en 1988 llamó la atención por su desempeño en Compañero del alma, espectáculo de Villanueva Cosse sobre la vida de Miguel Hernández, por el que fue nominado para el María Guerrero. Compitió con Oscar Martínez y Franklin Caicedo por un premio prestigioso que ganaría unos años más tarde por El amateur, una idea que defendió a capa y espada y que terminó siendo un suceso. "Tuve el honor de que viniera a verla Alfredo Alcón –recuerda–. Yo le dije que lo admiraba profundamente y él me contestó ‘a partir de ahora, yo te admiro a vos’. Pensé que ahí empezaba mi carrera de verdad, pero el siguiente trabajo para el que me convocaron era un personaje que no hablaba en una obra que se estrenó en el Teatro Alvear. Ahí me di cuenta de que era un oficio muy duro, que si yo no la peleaba no iba a tener muchas chances de progresar".
El camino que decantó en El equilibrista fue muy sacrificado: escribir y producir sus obras, protagonizarlas, abrir su propio teatro (el Chacarerean) "para poder ir a probar algo un domingo a las 7 de la mañana si creo que es necesario. Es un laburo que dio frutos". Como actor, tiene una carrera variada que va de Toc Toc, el mayor éxito del teatro argentino en años, a El cuaderno de Tomy, en Netflix. Como director, está en proceso de trabajo de una obra que promete una taquilla caliente: Inmaduros, con Adrián Suar y Diego Peretti.
Alguien como vos es, en suma, el resultado de la confianza en sí mismo que este actor de largo oficio ha sabido cimentar, la deriva lógica de un macerado artístico en el que Dayub viene trabajando hace mucho, con el paso por la agotadora dinámica de la televisión incluido (durante siete años se entregó al ritmo frenético de las tiras televisivas de canal 13, con Canto rodado, Pan caliente, Amigovios, Calientes, Las chicas de enfrente y Guapas, y aprendió eso que todos los que han experimentado la TV destacan: la capacidad de resolución repentina que exige). "Estudié libros de esas tiras en todos los semáforos de Buenos Aires. Ese vértigo me fascina. Es una rutina profesional que te agiliza. Eso no lo aprendés en ninguna escuela de teatro".
Dedicarse de lleno a lo que más le gusta es probablemente el premio más importante que este actor se ha ganado, un sueño que en algún momento parecía imposible: "Cuando yo llegué acá, era invisible. Laburaba de boletero en un teatro y escuchaba que los productores empezaban a armar los elencos para la siguiente temporada y pensaba que podía haber una chance, pero nada...". Dayub había tomado una decisión firme: en 1983, con la luz de la democracia asomando, dejó una carrera de Ciencias Económicas y una obra que estaba haciendo en Santa Fe –lo reemplazó Dady Brieva– para probar suerte en Buenos Aires. "Era uno de los tantos que peleaba por hacerme un lugar, igual que Dady, que era alguien más interesado en la comedia, pero también había hecho El zoo de cristal y la verdad es que hizo un gran trabajo en esta obra en la que me reemplazó, que se llamaba Rockefeller en el Lejano Oeste. Él es otro laburante que supo abrirse un camino".
Ahora, atento al crecimiento de su único hijo, de 8 años, Dayub también piensa mucho en la vida familiar, esa cuyos tiempos debe manejar con su habilidad de equilibrista para que conviva armónicamente con una carrera en pleno auge. "Tuve un hijo a los 53 porque, como hago con todo, lo pensé demasiado. Es mi estilo, mi forma de ser. Esta cuarentena también ha servido para encontrarse con uno mismo, para que uno se pregunte quién es y quién quiere ser".
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