Ruth Hamilton dormía en su casa en Canadá cuando los ladridos de su perro Toby la sacaron de la cama: fue segundos antes de que ocurriera lo impensado.
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Estaba profundamente dormida cuando los ladridos de su perro Toby y un ruido similar al de una explosión la despertaron. Ruth Hamilton se incorporó, encendió la luz y vio en su cama, justo sobre la almohada donde segundos antes tenía apoyada su cabeza, un objeto extraño. Arriba, en el techo, había un agujero. El reloj marcaba las 11.35 de la noche del domingo 3 de octubre. Desconcertada, llamó a emergencias. Aunque no supo bien cómo explicar lo que había sucedido minutos atrás en su casa ubicada en Columbia Británica, en Canadá.
Como confirmaría más adelante, ese objeto extraño que estaba en su cama no era nada más ni nada menos que un meteorito del tamaño de un puño que había impactado en su casa, roto el techo y estrellado en su almohada sin hacerle ningún daño. Segundos antes de que se produjera el impacto, Toby, el perro que la acompaña desde que es cachorro y que se convirtió en su mejor amigo -pero también en su héroe- ladró dos veces para advertir sobre el peligro. “Ladró dos veces, como diciendo ¡Levantate! Fue un ladrido fuerte. A mi familia le gusta creer que él hizo que me diera vuelta en la cama y salvara mi vida”.
Una en 100 mil millones
El hecho sucedió en Golden, una apacible ciudad de 3.700 habitantes localizada a unos 400 kilómetros al este de Vancouver, que ha pasado a convertirse en noticia mundial debido al meteorito que interrumpió el sueño de la que ahora es su ilustre vecina. Los medios locales informaron que varios habitantes de la localidad, despiertos a las 11:30 de esa noche, vieron una bola de fuego cruzar el cielo de Golden. Lo que no imaginaban es que la roca aterrizaría en la almohada de Hamilton.
Aunque es sabido que los meteoritos impactan en nuestro planeta todos los días, no es común que aterricen en la cama de los humanos. Maravillados por el relato de Hamilton, varios expertos de la Universidad del Oeste de Ontario investigaron lo ocurrido en Golden y determinaron que se trataba, efectivamente, de un meteorito. Informaron a la prensa que la piedra que despertó a Hamilton no fue la única que cayó esa noche en la localidad: otra impactó en un campo cerca de Calgary, a un par de kilómetros.
Las probabilidades de que un meteorito entre en casa de alguien y golpee su cama en un año determinado son de una entre 100.000 millones. Entonces, ¿cómo fue posible que el perro sintiera que algo malo estaba por suceder unos momentos antes? “Me dijeron que a veces hay una explosión cuando los meteoros entran en la atmósfera. Toby es un perro entrenado para rescates y es probable que haya estado atento a esas vibraciones imperceptibles para los humanos. Su oído y sus sentidos son mucho más sensibles y mejores que los nuestros”.
“Mi perro me salvó la vida”
Hamilton no durmió el resto de la noche, dijo, se sentó en una silla, tomó té mientras el meteorito seguía en su cama. La mujer de 66 años contó a los medios de comunicación locales que al principio se guardó la noticia pero, más tarde, informó del episodio a los investigadores de la Universidad de Western Ontario, donde Peter Brown, profesor, confirmó que la roca era un meteorito “procedente de un asteroide”.
Alan Hildebrand, profesor asociado de la Universidad de Calgary que estudia los meteoritos, dijo que él y sus colegas de investigación estaban tan contentos de tener la roca en sus manos que se abrazaron. Los meteoritos ofrecen una rara oportunidad a los científicos de aprender más sobre el sistema solar y el cinturón de asteroides.
Los científicos afirman que también pueden usar los meteoritos para reconstruir sus trayectorias desde el espacio exterior a través de la atmósfera hasta el suelo, momento en el que las rocas pueden haber perdido alrededor del 90 por ciento de su masa. Durante el viaje por el aire, los meteoritos pueden calentarse hasta unos 2000 grados Celsius, o más de 3600 grados Fahrenheit, mientras viajan a 50 veces la velocidad del sonido, aunque pueden estar fríos al tacto cuando llegan al suelo.
Una vez que los investigadores hayan terminado de estudiar el meteorito, Hamilton dijo que pensaba quedárselo, ya que había aterrizado en su propiedad. Señaló que había tenido suerte. Al preguntarle si había comprado un billete de lotería al día siguiente, dijo que no; que ya había ganado y su mayor tesoro era el de cuatro patas que había salvado su vida. “No me lastimé”, finalizó. “Viví esta experiencia, y nunca tuve ni siquiera un rasguño. Lo único que tuve que hacer fue darme una ducha y lavarme el polvo de los paneles de yeso. Y abrazar a mi perro, por supuesto. Si no hubiera sido por él, no estaría contando la historia”.
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