La Yoko que no vemos
La viuda de John Lennon muestra su producción visual por primera vez en Buenos Aires
"Presentación por John Lennon: ¡Hola! Me llamo John Lennon / quiero presentarles a Yoko Ono." Con énfasis irónico y minimalista, el ya en vida mítico líder de los Beatles escribía, en 1970, las líneas preparatorias de Grapefruit (Pomelo), el primero de los libros de su flamante y controvertida mujer: la entonces poco conocida en Occidente Yoko Ono (Tokio, 1932), artista japonesa.
El perfil de la musa oriental del músico británico dio lugar, desde esa fecha hasta hoy, a adhesiones y rechazos en dosis parejas por parte de fans de uno y otro hemisferio, e incluso de los propios integrantes de la banda que cambió para siempre la historia de la música. (Ver aparte.) Pero esa mujer, como su librito, venían construyendo un rico itinerario personal mucho antes de que se produjera el encuentro con Lennon, en 1966. Grapefruit se había publicado por primera vez en Tokio, en 1964, y contenía poemas-instrucciones para hacer arte, según la visión fuertemente conceptual que Yoko venía elaborando desde principios de la década del 50, y que tomó cauce con el grupo Fluxus. El movimiento, integrado por George Maciunas, John Cage, Henry Flynt y Nam June Paik, entre otros, tenía objetivos sociales antes que estéticos, pretendía aniquilar la impuesta separación entre arte y vida y formulaba un arte de acción, cercano a los happenings , que en esos tempranísimos años 60 estaban a la orden del día.
Grapefruit es la base de mucho de lo que la poeta, cantante, compositora, performer, videasta, escritora y artista visual -entre muchos otros títulos confusos- haría más tarde. Es el origen lejano de las dos muestras que pueden verse en Buenos Aires y, que si bien se montaron en dos espacios distintos -el Centro Cultural Recoleta y el Museo de Arte Moderno-, están unidas por una misma intención y un mismo eje conceptual.
La visita de Yoko tiene, además, un sentido aleccionador para el público argentino, porque nos hará ver la otra cara de la viuda de Lennon: la de la artista con ideas propias.
"Pomelo es un híbrido de limón y naranja", dice Yoko en el librito citado. La frase contiene uno de los puntos esenciales del budismo Zen, del que la artista es en gran parte deudora, tanto estética como filosóficamente. Para esa espiritualidad, la lógica y el pensamiento discursivo esconden un modo de pensar más profundo, en el que los contrarios quedan eliminados, en el que todo se funde en pos de una iluminación que invita a ver una realidad insospechada.
En Trance y Ex It , las dos megainstalaciones que Yoko ideó el año último en su visita a Valencia y que ahora se reconstruyen en la Argentina, vienen a plasmar ese pensamiento. El conjunto de siete instalaciones funciona como una suerte de retrospectiva, ya que incluye trabajos paradigmáticos de la artista realizados en distintos años a partir de 1966.
En cada uno Yoko Ono presenta una forma peculiar de concebir y acercarse al espacio, de entenderlo como origen de numerosas simbologías de Oriente y Occidente. En cada uno se abordan temas eternos: la vida terrena y el más allá, la esperanza y el futuro, el nacimiento y la muerte.
Son instalaciones interactivas, es decir que necesitan de la participación del público para completar su sentido. El visitante las recorre, atraviesa puertas tortuosas que simbolizan la llegada al mundo, escribe deseos que luego debe colgar de las ramas de un árbol añejo, y hasta llega a imaginar por completo un espacio, como en el caso de Blue Room (Cuarto azul), una de sus obras más célebres. En ella, las paredes sirven de soporte a breves textos que disparan la imaginación del espectador y lo invitan a crear un espacio ideal, situado sólo en su mente.
La clave de estas obras está en dejarse llevar por uno mismo, en consonancia con las instrucciones de la artista. El recorrido más lógico -palabra que no tiene demasiado sentido en este caso- es comenzar por el Recoleta, donde se montó En Trance , y concluir con Ex It , en el Mamba.
Ese trayecto recrea, metafóricamente, el camino de la vida, y sus títulos adquieren tantos significados como el espectador esté dispuesto a encontrar. Desde su exposición inaugural en 1961, en la AG Gallery de Nueva York, Yoko fue fiel a los postulados del arte de vanguardia, que buscaba el diálogo directo con el público. Con esa misma intención viene por primera vez a Buenos Aires.
Como dice Pablo Rico Lacasa, curador de ambas muestras, Yoko propone en ellas consumar "el ritual del tránsito. Los espacios, llenos o vacíos de objetos físicos y volúmenes, dejan al espectador confuso, turbado, frágil; le obligan a desautomatizar sus gestos y poner en cuestión sus códigos artísticos convencionales; lo abandonan a su propio cuerpo". Yoko Ono nos acaba de lanzar su desafío.
Centro Cultural Recoleta. Junín 1930. 803-1041. Martes a viernes, de 14 a 21; sábados y domingos, de 10 a 21. Entrada, $ 1.Museo de Arte Moderno. Av. San Juan 350. 361-1121. Martes a domingos, de 10 a 20; sábados, domingos y feriados, de 11 a 20. Entrada, $ 1.
Perfil de un mito
Los trabajos de Yoko Ono
Desde que en 1966 John y Yoko se conocieron en la Indica Gallery, de Londres, muchas cosas cambiaron en el mundo. En aquel tiempo, la artista japonesa integraba el grupo Fluxus, un movimiento generado en Nueva York que congregaba artistas conceptuales y de vanguardia de esa ciudad, en la que la artista se instaló después de abandonar Tokio, donde ya había generado controversias artísticas.
Pero la forma de expresarse de la japonesa Ono no pasaba por una estructura rígida. La plástica, la poesía, la música o las instalaciones (o todas combinadas) le servían de nexo en una década explosiva de búsqueda, marchas y contramarchas, en la que todo estaba permitido.
El espíritu de la época era ése, y las vanguardias se sucedían con una lógica revolucionaria de la cual Lennon formaba parte junto con los Beatles. Pero no por eso la unión de los dos artistas generó tanto revuelo. Desde entonces, John y Yoko representaron no sólo un desafío por unir Oriente y Occidente, sino porque intentaron concentrar un modo diferente de expresión que en todo momento estuvo regido por un concepto artístico que tenía que ver directamente con la forma de vivir.
Desde entonces, Yoko optó por un segundo lugar público, aunque Lennon insistía en la importancia de la mirada vanguardista de su compañera para todo lo que llegó cuando los Beatles dijeron basta.
Desde el presente
Hoy, Yoko Ono tiene 65 años, es viuda de uno de los hombres más importantes del siglo, recibe cien amenazas de muerte por año y continúa su trabajo en torno de un concepto de oposiciones muy claro: vida y muerte, paz y guerra, amor y odio. Este concepto es el que llega con En Trance y Ex It . Una suma de instalaciones que también es un resumen y un desafío.
El trabajo de Ono continúa en el camino conceptual, con la mira puesta en la vida como provocación y opción de cambio.
Por eso dos muestras. Por eso hay que entrar y salir de un estado de contemplación cuyo disparador son palabras. Conceptos poéticos que intentan desarrollarse por medio de los objetos, sin ausencia de la muerte.
En Trance y Ex It unen casi medio siglo de actividad artística, incluidos los poemas que sirven de instrucciones para ingresar en la puesta que propone "construye una casa/ que sea transparente/ sólo desde afuera/ sólo desde adentro".
Ese es el viaje que comenzó ayer en el Museo de Arte Moderno y en el Centro Cultural Recoleta. El viaje de una de las personalidades más cuestionadas y resistidas de esta última parte del siglo y que por primera vez llega a nuestro país, con el inevitable recuerdo de John Lennon.