La vida en modo proselitista
Se ha dicho desde Mad Men que las series son la nueva narrativa norteamericana. En algunos casos, podría agregarse que hoy también son una conciencia de época, una representación de los valores y temores de la sociedad actual. El cuento de la criada (basado en la obra de Margaret Atwood) o Black Mirror son ejemplos apropiados. Desde la comedia, otra serie aporta una mirada ácida y sarcástica sobre la política en el siglo XXI, la agenda de la corrección y el pavor cada vez más vigente a la cancelación.
A lo largo de sus, por ahora, dos temporadas (Netflix estrenó la última hace poco más de un mes), The Politician se ríe, sin condenas moralizantes, de la vida en modo proselitista, donde agradar y obtener aprobación (y eludir el oscuro abismo de la cancelación) es lo único que importa, y todo lo demás –subjetividades, ideologías, estéticas e incluso vínculos– queda supeditado a eso.
En la primera temporada de la serie creada por Ryan Murphy, Brad Falchuk y Ian Brennan, el rico y ambicioso estudiante Payton Hobart compite en un elitista colegio de Santa Barbara, en la soleada y liberal California, por la presidencia del colegio estudiantil. La segunda, presenta al mismo personaje (interpretado por Ben Platt, un joven actor y cantante surgido de la usina de Broadway) instalado en Nueva York para competir por una banca en el Senado estatal en representación de un distrito dominado durante décadas por una veterana política que va por su enésima reelección. Hobart pretende llevar su ambición hasta el Salón Oval, por lo que se esperan más temporadas.
La calculada y a menudo absurda forma de elección de los compañeros de fórmula; los gestos de laboratorio hacia las minorías (en la primera temporada se refieren como "voto haitiano a conquistar" al del único estudiante de esa nacionalidad en el colegio); los escándalos sexuales, capaces de cancelar definitivamente una carrera política o ser aprovechables para mostrar una faceta inesperada y positiva de un candidato; el uso y análisis de las redes sociales y la metadata para decidir estrategias minuto a minuto y justificar sin rubores giros políticos de 180 grados; y la agenda ambiental como potenciador de las tensiones entre boomers y centennials, son algunas de las claves de época que, desde la sátira, enhebran una trama en la que la ambigüedad sexual es un signo generacional.
Además de contar con las geniales actuaciones de Jessica Lange, Bette Midler y Gwyneth Paltrow (es coproductora junto a su marido Brad Falchuk, y tal vez uno de los motivos por los que decidió volver a la pantalla en un papel en el que parece por momentos reírse de sí misma y dejar de lado la atención de su particular empresa Goop, famosa entre otras cosas por vender velas con aroma vaginal), The Politician aborda la hipocresía sin fatigosas moralinas y a la búsqueda de éxito como un nutriente natural y orgánico del alimento del alma, el ego.
Cuenta Bob Woodward, uno de los héroes periodísticos del escándalo Watergate, que cuando Trump pretendía una candidatura por el partido Republicano, los veteranos dirigentes conservadores le recordaron con sorna sus antiguas donaciones a grupos a favor del aborto legal. "Cuál es el problema –replicó el magnate–. Ahora diremos que soy... ¿Cómo dicen ustedes? ¿Pro vida?" Bienvenidos a la política del siglo XXI, donde, como señala The Politician, todo vale para conquistar el poder. Ya lo decía Groucho Marx: si no te gustan mis principios… ¡tengo otros!
Eso sí, lo único que no ocurre en la serie es que un candidato a vice elija a su compañero de fórmula. Eso, incluso para los guionistas de Hollywood, resulta acaso demasiado exagerado.
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