La vida dividida de dos pioneras
"Voy a contarles una anécdota", dijo Mirtha Legrand. Corría 1991. "Yo soy católica practicante, pero hay que ser amplios", había justificado antes. La homosexualidad recién empezaba a salir del closet en los medios, y la producción había armado una mesa temática con referentes de la comunidad. La conductora contó entonces a sus comensales que, mientras miraba un partido de tenis en los Estados Unidos, muy cerca de ella una pareja de mujeres se dio un beso: "Una falta de respeto", comentó. Unos minutos antes, la fotógrafa, artista y activista Ilse Fusková se había presentado por primera vez en la historia de la televisión argentina como una lesbiana militante. "Falta de respeto es otra cosa –respondió–. Por ejemplo, escupir". Hubo risas, pero Fusková las cortó: "No es gracioso burlarse de que en la Argentina las mujeres tengan que vivir escondidas para quererse. Es un gran dolor no poder decirlo abiertamente, porque es como tener una vida dividida: una para afuera, y otra para la intimidad".
A sus 90 años, la galería Walden de Buenos Aires presenta ahora una muestra de Ilse Fusková que fue censurada, en parte, por la propia comunidad gay: la consideraban demasiado disruptiva, poco hetero-friendly. En unas semanas, de la mano de su curadora, María Laura Rosa, también publicarán un libro con sus fotos, cartas y artículos que dan cuenta de la trayectoria de quién, junto a Carlos Jáuregui, convocó por primera vez a una Marcha del Orgullo en la Argentina, en 1992.
Al otro lado del hemisferio, en Nueva York, Toni Morrison, la primera mujer negra en recibir el Premio Nobel de Literatura, murió este lunes a los 88 años. No sólo pertenece a la misma generación de mujeres pioneras que Fusková; también comparten el haber comenzado tarde sus carreras públicas. Fusková fue azafata y estuvo casada treinta años con un hombre con el que tuvo tres hijos: durante todo ese tiempo firmó con su apellido, Kornreich. En esos años, vivió en el interior del país y la única relación que mantuvo con el mundo del arte fue a través de los cursos de cerámica para chicos que dictaba en su casa. Su obra sumó visibilidad en los ochenta con su activismo, cuando ya había pasado los 40. Toni Morrison escribía a la madrugada, en los ratos que le robaba al trabajo y a la crianza de sus dos hijos: lo cuenta la propia Angela Davis (a quien Morrison promovió en sus años de editora de Random House) en el documental The pieces I am, sobre la vida de la ganadora del Nobel. A veces, hasta garabateaba ideas en su auto, mientras manejaba de la editorial a la puerta del colegio, dice Davis.
Para cuando se publicó su primer libro, Ojos azules, en 1970, Morrison tenía 40 años y ya estaba separada, pero usó el apellido de su marido para que en Random no descubrieran que también escribía sus propios textos. Mucho después, la activista que le puso voz a las mujeres negras, diría que haber usado desde entonces su apellido de casada había sido un error: "Lo lamento. Mi verdadero nombre es Chloe Anthony Wofford. Esa soy. Me pasé la vida escribiendo con el nombre de otra persona. Escribo cosas privadas como Chloe Wofford, cosas que no publicaré".
Pensar en esas vidas divididas, donde poder ser las mismas en público que en la intimidad costaba años y lucha, es entender que somos hijas de esas mujeres que tuvieron que pasar por los ritos y los mandatos de la feminidad del siglo veinte. Discípula de Horacio Coppola y Grete Stern, Fusková se colaba en el ambiente artístico del brazo de un amigo gay, Alberto Greco, que la ayudaba a sortear las barreras de un mundo gobernado y contado por varones.
La quinta novela de Morrison, Beloved (1987), hoy considerada una obra maestra americana que se atreve a narrar la historia de una esclava que mata a su hija para salvarla de continuar su destino, sólo fue tomada en cuenta por la crítica luego de la carta abierta que firmaron 48 escritores en el New York Times Book Review para denunciar que la autora no tenía el reconocimiento que merecía. Beloved ganó el Pulitzer en el 88, y diez años más tarde llegó al cine con Oprah Winfrey como protagonista.
"Las feministas de hoy a veces hablan como si hubieran salido de un repollo –se escuchó decir, palabras más, palabras menos, a una veterana cronista que recorría el miércoles la inauguración de la muestra de Fusková–. Sería bueno que conocieran la historia de las pioneras y tuvieran claro que, si ahora pueden ser activistas con orgullo y libertad, es porque antes existieron ellas".
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