Mario Sepúlveda es la cara más conocida de los 33 mineros que sobrevivieron 69 días bajo tierra, a 700 metros de profundidad; en diálogo con LA NACIÓN, cuenta cómo es su nueva vida
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El 5 de agosto de 2010, el colapso de la mina San José, en el norte de Chile, conmocionó al mundo. 33 mineros quedaron atrapados 700 metros bajo tierra, incomunicados con el exterior. El presidente Sebastián Piñera los dio por muertos y ordenó levantar una cruz en su honor. Sin embargo, la presión de sus familiares y del pueblo chileno impulsó un rescate épico que duró 69 días e inspiró una película en Hollywood.
Antonio Banderas fue el protagonista de “Los 33″. Interpretó al minero -operador de maquinaria pesada- Mario Sepúlveda (53). En medio de la crisis se convirtió en el líder natural del grupo. Durante el encierro se encargó de mantener arriba el ánimo de todos en la mina. Los periodistas chilenos lo bautizaron “SúperMario”.
El regreso de Sepúlveda a la superficie, tras un viaje de 22 minutos por las entrañas de la montaña, fue televisado “en vivo” para todo el mundo. Aquel 13 de octubre, en la boca del hoyo lo esperaba el presidente chileno, su mujer y sus tres hijos. Pero también una nueva vida: dos hijas que aún no conocía, una fama extraordinaria y un ejército de oportunistas con las más delirantes propuestas de trabajo. “Yo no estaba emocionalmente preparado para lo que pasó después y la pasé muy mal”, dice en charla telefónica con LA NACIÓN.
Aunque asegura que todos cumplieron un rol importante durante el tiempo que estuvieron atrapados, Mario fue señalado como el líder natural del grupo. Él se encargó de mantener arriba el ánimo de todos en la mina y oficiaba de locuaz presentador en los videos que los mineros enviaban al exterior. El día que Mario fue rescatado, con total soltura, entregó restos de piedra de la mina, abrazó a los rescatistas e hizo chistes. Su historia inspiró el personaje de Antonio Banderas en la película ‘Los 33′, que estrenó Hollywood en el 2015.
La familia minera
-Mario, ¿cómo llegó a trabajar en minería?
-Era muy joven. Primero trabajé en la industria textil y luego, por una crisis económica en los años ‘90, recurrí a mi suegro y él me llevó a la familia minera. Lo lindo de este trabajo es que uno aprende a hacer de todo, podés pasar de operario a ayudante, luego maestro mayor... hay un sinfín de categorías en las que uno puede crecer. Yo empecé como ayudante y terminé como operador de maquinaria pesada. Todo depende su esfuerzo y desempeño. Lo más importante es tener un buen maestro que te enseñe bien el oficio.
-¿Cuánto duran las jornadas?
-Yo vengo de la escuela antigua, de los turnos largos. Generalmente hacíamos 22 días de trabajo por ocho de descanso. O también 24 por seis. Lo malo es que siempre gastábamos dos o tres días de descanso en viajar, en llegar a nuestras casas. Pero el salario lo justificaba: en aquel tiempo, un ‘maestro primera’ ganaba entre 1200 y 1300 dólares al mes, era un muy buen sueldo.
-¿Recuerda cómo comenzó aquél 5 de agosto de 2010 para usted?
-El día anterior había viajado 12 horas desde Santiago hasta Copiapó, donde estaba la mina, para comenzar con mi turno al otro día... uno siempre sale de su casa lleno de alegría, de sueños y con la intención de sacar a su familia adelante... pero ese día, a las dos de la tarde, todo se derrumbó. Fue uno de los momentos más trágicos de mi vida.
-¿Qué recuerda del momento en que ocurrió derrumbe?
-Yo estaba trabajando en otro nivel con maquinaria y llegó un compañero, Florencio Ávalos, para avisarme que había ocurrido un derrumbe. Pero no sabíamos con exactitud dónde había ocurrido ni la magnitud, así que nos reunimos todos en el refugio. Hasta ese momento no sabíamos que éramos 33, porque generalmente los turnos eran de 13 o 14 personas... pero ese día hubo un turno especial. Estábamos 700 metros debajo de la superficie.
-Imagino que hay un plan de evacuación para esos casos.
-La verdad que en esos aspectos la mina San José se saltaba algunos protocolos, así que nosotros tuvimos que optar por la supervivencia. Y lo hicimos bien, nos organizamos como un gran equipo y nos apegamos a la fe divina de nuestro Padre Jehová.
-¿Cómo fue el momento que se dieron cuenta que estaban atrapados, que no iban a poder salir?
-Por nuestras mentes pasó un poco de todo, hay 33 historias distintas... a mí se me vino el mundo abajo porque, imagínate, yo siempre me sentí un vividor de la vida. Me gustaba pasear, hacer trekking, el deporte y estar en contacto con los animales. Y al encontrarme en esa situación sentí que se había terminado el mundo. Fue terrible.
-Un derrumbe emocional.
-Sí, pero empezamos a sacar cuentas y al descubrir que ninguno estaba herido en esas circunstancias, porque el derrumbe había sido muy grande, lo sentimos como un milagro. Después cuando alguno se ponía mal o manifestaba desesperación, siempre había un compañero que le levantaba el ánimo, que calmaba la situación. Y eso fue siempre así. Fue maravilloso porque nunca entramos en pánico todos juntos.
-¿Siempre mantuvieron la esperanza de que los iban a encontrar?
-Más que esperanza, nosotros tuvimos fe. Para mí la esperanza es una emoción incierta, que en un segundo se puede ir, pero la fe no. Yo siempre tuve fe de que nos iban a rescatar, siempre tuve fe en Dios y en mi país. Chile es tremendamente solidario en situaciones adversas, los chilenos somos muy unidos en los momentos críticos.
-Y aparecieron los líderes naturales.
-Sí, y entre ellos estaba yo, pero todos teníamos un rol. Fue gracias a nuestro esfuerzo y disciplina que hicimos un gran trabajo en equipo. Por ejemplo, cuando nos dimos cuenta que no íbamos a salir rápido, nos organizamos y enseguida racionamos la comida.
“Estamos bien en el refugio los 33″
La primera sonda erró el objetivo, no llegó al refugio. Penetró en la montaña, como un gusano, pero con una trayectoria equivocada. El domingo 22 de agosto, alrededor de las 7.15, una segunda sonda logró “romper fondo” a 688 metros de profundidad y llegó al refugio. La noticia conmovió a todos. Fue el primer contacto con los mineros. A través de esa misma sonda fue que se extrajo la nota, escrita con marcador rojo, que decía: “Estamos bien en el refugio los 33″. Nada más.
La imagen del presidente Sebastián Piñera mostrando la nota enviada desde el corazón de la montaña dio la vuelta al mundo. Era la confirmación de que todos los mineros, “los 33″, se encontraban con vida.
Hasta ese momento, el accionar de Piñera durante el accidente generó muchas controversias. Apenas dos días después del derrumbe, el mandatario quiso suspender las tareas de rescate dando por muertos a los 33 mineros y ordenó levantar una cruz en su honor. Sin embargo, la presión de los familiares y el pueblo chileno lo obligaron a cambiar su decisión.
-El 22 de agosto fue el primer contacto con el exterior. La imagen de presidente Piñera con el mensaje “Estamos bien en el refugio los 33″ recorrió el mundo.
-José Ojeda escribió el papel y fue maravilloso porque eligió las palabras justas. Fue muy emocionante ese momento, habían pasado 17 días del derrumbe y estábamos muy cansados. Cuando apareció la sonda, ver algo distinto y saber que la primera parte del rescate, que era encontrarnos, se había logrado, nos llenó de alegría. También, para nosotros era importante que nuestras familias supieran que estábamos vivos.
-¿Qué pasó luego de que tomaran contacto con el exterior?
-A través de la sonda empezó a llegar nuestra recuperación: intervinieron doctores, psicólogos, psiquiatras, bomberos y obreros en general que hicieron un trabajo extraordinario porque nosotros estábamos al borde de la muerte, la mayoría había perdido entre 15 y 20 kilos. Los primeros días nos enviaron suero. Después, un alimento especial que consumen los astronautas. Y cuando empezaron a enviarnos comida, al principio lo hicieron de manera muy delicada, fraccionada, pero luego de varios días nos enviaron almuerzos normales. Una vez que estuvimos recuperados, los rescatistas nos daban órdenes que nosotros debíamos seguir para ayudar con el rescate. Estuvimos muy ocupados trabajando con las perforaciones, incluso hacíamos turnos para utilizar las máquinas.
-Finalmente, después de 69 días bajo tierra, se concretó el rescate.
-Sí, pero fue gracioso porque algunos no queríamos salir y le pedíamos al ministro y a los profesionales que nos dejen un poco más abajo porque arriba nos esperaba la escoba de nuestras mujeres (ríe). Más de uno tenía relaciones paralelas y con el rescate se descubrió todo... ¡a mí me aparecieron hijos! Entonces estábamos más cómodos allá abajo (ríe).
Mientras todos seguían con atención el progreso del rescate, en el Campamento Esperanza comenzaba a gestarse un culebrón que fascinaría a la audiencia: dos mujeres lloraban al mismo minero. Allí, en la boca de la montaña, Marta Salinas, que llevaba 28 años de casada con Johnny Barrios, conoció a Susana Valenzuela, la amante de su marido. Las dos habían viajado hasta Copiapó “por amor”. Las dos daban entrevistas en la televisión. Marta, que hasta ese momento desconocía de la existencia de Susana, repetía “esa mujer no tiene legitimidad”. Mientras que Susana daba detalles de su romance clandestino. Finalmente, cuando se concretó el rescate, Marta no fue a recibir a su marido. Quien estuvo presente, en la boca del hoyo, fue su amante, Susana.
“Dejé de ser un obrero para convertirme en una estrella”
Los 33 mineros regresaron a la superficie en un cápsula de acero de 53 centímetros de diámetro fabricada con asesoramiento de la NASA. La jaula fue bautizada Fénix 2 y pintada con los colores de la bandera chilena: blanco, azul y rojo. Cada viaje desde “El Refugio” hasta “la superficie” demoró 22 minutos. El primero de los mineros en salir fue Florencio Ávalos. Lo siguió “Supermario”, quien regaló regaló pequeños trozos de piedra “del corazón de la montaña” a los rescatistas y al presidente Piñera.
A Mario Sepúlveda también lo esperaban “novedades” en la superficie. Estaba su pareja, Kathy, con quien había superado muchos idas y vueltas. También sus tres hijos: Francisco, Scarlette y Marito. Pero lo esperaban también Catherine y Laurita, dos hijas que no conocía...
-¿Cómo fue su regreso a la superficie?
-El viaje para llegar a la superficie duró 22 minutos, que para mí fueron tremendamente largos. Recién en ese momento me di cuenta por lo que habíamos pasado. Dejé de ser un obrero para convertirme en una estrella y eso fue muy malo para todos nosotros, especialmente a mí, me hizo muy mal porque no estaba preparado. Si bien es cierto que mejoraron algunas condiciones, yo no estaba preparado emocionalmente para lo que pasó después y la pasé muy mal”, cuenta.
-¿Demasiada exposición pública?
-No solo prensa, también hubo ofertas sorprendentes. Casi no hubo personas honestas a nuestro alrededor, todos buscaban nuestra fama para su provecho.
-¿Cuál fue la propuesta más insólita que recibió?
-Me llamaron desde la Argentina para hacer un vídeo porno. Lo primero que pensé fue “¿Qué onda, man? Yo soy minero, no actor”. Las ofertas fueron increíbles...
-¿Cómo lo recibió su familia?
-Mi familia me recibió muy bien, siempre con mucho amor y cariño, inclusive cuando después de esta situación me aparecieron dos hijas más, Catherine y Laurita.
-¿Le quedaron secuelas luego de una experiencia tan traumática?
-Hace 13 años que no duermo, tengo que tomar pastillas para poder dormir cuatro horas y si no lo hago puedo estar varios días despierto. Con el accidente perdimos la noción de dormir y quedamos en un estado de alerta permanente. En la mina sentíamos que dormir era peligroso, no sabíamos si íbamos a despertar luego... por eso, pienso que no es fácil para una mujer lidiar con un alguien con este tipo de traumas.
-¿Cómo se resolvió el tema en la Justicia?
-En sede penal nadie terminó preso, nos dijeron que para que eso ocurriera tendría que haber muerto alguno de nosotros.... Y después se dijeron muchas cosas inexactas que nos perjudicaron.
-Hace unos meses trascendió que la Corte Suprema de Chile ratificó una indemnización millonaria para los mineros.
-Ese tipo de noticias nos perjudican porque la gente piensa que los mineros están forrados en plata y no es así. En el juicio no cobramos nada aún, desde el último de veredicto hasta ahora no tuvimos noticias. Hay mucha gente que te critica y no ve algo súper importante: que en la historia de Chile no existe otro caso como el nuestro que haya dejado tan bien posicionado al país frente al mundo. Hoy nosotros tenemos una vida normal y seguimos trabajando. Es más, en mi caso tuve que capacitarme de nuevo porque las empresas no me dan trabajo ¿Por qué? Porque los medios me pintaron como un hombre conflictivo, sindicalista... qué sé yo. Ahora me dedico a dar charlas motivacionales, fomento a los empleados a trabajar en equipo, ser perseverantes y utilizar las medidas de cuidado.
-¿Y hoy vive de eso?
-Vivo, entre comillas, porque no soy del gusto de los gerentes. Ellos me miran como que soy un obrero más, entonces es difícil. También hago remodelación y construcciones, pero es complicado porque cuando quiero cobrarles muchas veces no me quieren pagar porque dicen que no tengo necesidad, que soy millonario....
-La tragedia de la mina San José llegó a la pantalla grande, “Los 33″. Antonio Banderas lo interpretó a usted.
-La película está muy linda, la vi en varias ocasiones y tuve el honor de estar con Antonio Banderas en Colombia, porque los interiores de la mina se filmaron allá, y en Chile. Los artistas hacen su trabajo, cumplen, pero hubo un mal manejo de parte de los profesionales: muchos términos y detalles técnicos que son más complicados, difíciles de entender... ¿Si nos pagaron? Hubo plata, pero muchos no tuvimos la capacidad de utilizar bien ese dinero porque no todos tenemos la educación previa y necesaria para hacer un buen uso del dinero.
-A 13 años de la tragedia, ¿se siguen reuniendo “los 33″?
-El 14 de octubre del año pasado nos juntamos por trabajo, pero por distintas situaciones ya no lo hacemos todos. Algunos están trabajando y otros están delicados de salud, así que nos juntamos los pueden. Además, no todos somos amigos: somos compañeros de una historia irrepetible... Ojalá nunca más suceda. Cada uno está preocupado con sus cosas.
-¿Cuál es su preocupación?
-Mi hijo. Después del accidente tuve un hijo, Marito, que hoy tiene 11 años y es autista con grado grave. Hace 11 años que nosotros no tenemos vida social, no nos visitan hermanos, ni amigos, ni tíos... Nadie. El autismo de Marito es muy severo. Muchos me dicen: “Nació así porque Dios sabe que tú tienes la capacidad de sobrellevarlo, lo puedes soportar”. Pero no, no es así. Yo también solía repetir eso, pero hoy lo encuentro ridículo. Ahora cuando me dicen “tenés la capacidad”, les respondo “váyanse a la mierda”. Creo que son las cosas de la vida. Creo mucho en Dios y le hago 20 mil preguntas. No entiendo por qué me tocó tener un hijo con autismo, por qué otra vez tengo que verle la cara dura a la vida. Siento que todo fue muy difícil para mí. Es muy doloroso. Lo único que le pido a Dios es que me dé salud, porque la plata la puedo hacer trabajando, soy muy hábil. Pero tengo que preocuparme por mi salud para cuidar de mi hijo. El autismo es una enfermedad muy dura y la sociedad es indiferente. Ojo, me considero una persona agradecida por el milagro que Dios hizo con nosotros, pero estos sentimientos también son parte de la vida.
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