La vejez, un asunto de jóvenes
La gente que hoy bordea los 50 años tiene la firme posibilidad de una vida longeva. El médico argentino Juan Hitzig sugiere cómo vivirla bien
Pensar en la vejez cuando ya llegó, ¡es tarde! Sólo aplicando criterios de medicina preventiva se podrán sentar las bases para una longevidad saludable.
Alcanza con echar una mirada a las estadísticas mundiales para comprobar que la longevidad será un hecho cada vez más incuestionable. En toda la historia de la especie humana, nunca hubo tantos cincuentones como los que hoy habitan el planeta, hasta el punto que se calcula que cada 40 segundos alguien, en algún lugar, está cumpliendo 50 años.
Representan, en su gran mayoría, al grupo de los baby boomers –nacidos entre 1946 y 1964– que, con sus preferencias, necesidades, gustos y preocupaciones características, tienen un peso importante en la economía del mundo.
Solamente en la Argentina se estima que hay 7 millones de personas que transitan en este momento por los cincuenta y tantos...
En el mundo de habla hispana, este número trepa a los 120 millones y sólo en los Estados Unidos representan unos 80 millones de almas. La contundencia de los números hace pensar, necesariamente, en la calidad de ese envejecimiento, sobre todo porque nunca antes tanta gente estuvo en vías de envejecer como quienes lo harán en los próximos veinte años de este nuevo milenio.
Ahora bien, ¿los seres humanos somos víctimas irremediables del paso de los años, o cada uno puede hacer más por su envejecimiento de lo que cree que el envejecimiento hará con uno?
Entre los que creen esto último está Juan Hitzig, médico especialista en Medicina del Envejecimiento, profesor de Biogerontología de la Universidad Maimónides y miembro de la American Academy of Antiaging Medicine.
Según él, primero hay que desmitificar el tema, perder la gerontofobia y asumir este nuevo desafío. Vivir más y mejor es el más antiguo de los anhelos del hombre pero, gracias a los adelantos de la ciencia y la tecnología, también hoy –dice Hitzig– es el más moderno de los derechos humanos.
Envejecer es un fenómeno universal, continuo e inexorable, pero su ritmo es modificable no sólo desde lo biológico, sino también, o aún más, desde lo psicosocial. Por eso Hitzig se cuestiona si vamos a continuar con el paradigma de nuestros padres y abuelos, llenando el globo terráqueo de instituciones geriátricas, o vamos a animarnos a pensar que una nueva manera de envejecer es posible.
El resultado de sus investigaciones acerca de cómo encarar una longevidad saludable y activa es el libro Cincuenta y tantos (Grijalbo Mondadori), donde expone los fundamentos de la medicina antiedad y las recomendaciones para mantenerse en forma, en un contexto donde se describen los aspectos biológicos, sociológicos, psicológicos y espirituales que se atraviesan en esa etapa de la vida.
Hitzig sostiene que conocer por qué suceden las cosas nos permite tener un cierto control sobre los acontecimientos. Por lo tanto, aprender que la vejez es un problema de los jóvenes es un buen punto de partida.
–¿Hay un nuevo modo de envejecer?
–Yo diría que cada vez hay más gente envejeciendo mejor. En la época de nuestros abuelos, la expectativa de vida era de 55 años. A los 50, la mujer se ponía una mantilla negra, pensaba en vieja, sentía en vieja, actuaba en vieja, su biología se adaptaba a ese proyecto y, en 5 años más, moría… de vieja. Hoy, los especialistas en medicina del envejecimiento nos cuestionamos si es que el hecho de saber que moriría a los 55 la hacía transformarse en vieja a los 50, o si había un condicionante social que dictaminaba que se era viejo a los 50 y por eso se moría a los 55. ¿Es la abuela la que fabricó la estadística o es la estadística la que condicionó a la abuela?
–¿Usted qué cree?
–Que cada uno es tan joven o viejo como quiere imaginar que es. Y la biología acompaña esa intención, ese proyecto. La generación de los baby boomers –los cincuentones de hoy– ha hecho grandes cambios en la sociedad. Hemos sido una generación muy emprendedora, activa y no estamos dispuestos a repetir el modelo de nuestros padres y abuelos. Hemos estirado la juventud casi hasta la mitad de nuestras vidas, manteniéndonos mucho más activos que las generaciones anteriores. Cuando digo que nos mantenemos más jóvenes, no me refiero a que uno debe ser siempre joven, pero si mantener los atributos positivos de los jóvenes, como entusiasmo, flexibilidad y gran poder de adaptación.
–Usted dice que el envejecimiento es un proceso de toda la vida. ¿Por qué?
–Al nacer, la placenta es un órgano que muere de viejo cuando el resto del organismo apenas comienza su vida. Siempre comento con los alumnos de medicina que envejecer es un tema de jóvenes. ¡Los viejos ya envejecieron! Les digo que miren una foto de cuando entraron en la Facultad y la comparen con la de la graduación, 5 años más tarde. Verán que han cambiado más que sus abuelos en ese mismo lapso. Cuanto antes comencemos con un criterio de medicina preventiva, de pensar más en la salud que en la enfermedad, mejores bases sentaremos para una longevidad saludable, alargando el proceso del envejecimiento y acortando el tiempo de la vejez. El envejecimiento es un proceso ligado a la autonomía y la vitalidad. La vejez es un estado que condiciona la discapacidad y la dependencia, con las consecuencias personales, sociales y económicas que esto acarrea.
–¿Cuáles son los principales mitos sobre el envejecimiento?
–Un proverbio oriental dice que envejecemos y morimos porque nos contagiamos de los que envejecen y mueren. Uno de los principales mitos es pensar que el envejecimiento es un modelo biológico creado para destruir a la gente. Las propias ciencias biológicas se ven influidas por este mito. Hasta hace 20 años, nadie investigaba el envejecimiento. Si bien la biología del envejecimiento es un proceso inexorable, de ninguna manera está ligado a la enfermedad o la discapacidad. El 80% de los procesos que le atribuimos a la biología del envejecimiento no son otra cosa que estar fuera de forma por exceso de peso o debilidad muscular por sedentarismo. Gran parte de las personas internadas en los establecimientos geriátricos está ahí por su enfermedad, antes que por su edad. Muchas de las patologías que los llevaron allí podrían haberse prevenido y aun evitado. Este es el nuevo desafío de la medicina, pero también de cada uno de nosotros.
–¿Eso significa que cada uno envejece como ha vivido?
–Exacto. Esto es aplicable también a los pueblos y a las naciones. Hay pueblos enteros en los cuales gran parte de sus adultos mayores viven bien y sanos, manteniéndose activos hasta edades muy avanzadas porque éste es el corolario de toda una vida vivida con poco o sin el estrés provocado por la adversidad y la incertidumbre, sobre todo en cuanto a los aspectos económicos y sociales.
–¿Y en nuestro país?
–Los efectos adversos de largos años de incertidumbre existencial vividos en la Argentina se verán recién dentro de unos años cuando, por efecto de la biolo-gía de un estrés prolongado, la población se muestre prematuramente envejecida, con el consecuente aumento de enfermedades crónicas limitantes de la autonomía.
–¿Qué papel juega la actitud personal en este contexto?
–Es clave. En lo individual, podemos decir que hay personas que viven muriendo… mientras que otros mueren viviendo.
–¿Viven muriendo?
–Así es. Viven muriendo cuando detienen su desarrollo personal, cuando resignan sus proyectos o estrangulan sus ilusiones. Hay una inteligencia celular que detecta esa actitud y condiciona la declinación corporal. En general, los longevos saludables son personas que viven una vida plena y atemporal. Se dejan ir, sin poner diques al fluir de su existencia. Acompañan su devenir biológico con actitudes de crecimiento y desarrollo personal. Podríamos concluir diciendo que nuestro cuerpo físico es la materialización de nuestros sueños, proyectos e ilusiones.
–¿Es posible autogestionar una longevidad saludable?
–Si bien los adelantos de la ciencia, la tecnología y la medicina preventiva sumados a los acontecimientos actuales de los procesos celulares del envejecimiento pueden contribuir enormemente a una longevidad saludable, la autogestión es primordial. Muchas personas creen que la longevidad es un acontecimiento médico, cuando en realidad está muy ligada a las propias conductas y actitudes como, por ejemplo, una buena autoestima, satisfacción vital y actitud mental positiva, hábitos de alimentación y ejercicio, y meditación para un crecimiento personal. Una de las terribles paradojas de todo esto es que las sociedades que quieren a sus viejos, los integran en un envejecimiento activo. En cambio, las que los discriminan, los entretienen de médico en médico, escondiéndolos en los consultorios y hospitales bajo la aparente imagen de cuidarlos, en realidad lo que hacen es excluirlos de la sociedad.
–¿Cómo puede un envejecimiento activo beneficiar a la economía?
–Cada 40 segundos, hay alguien cumpliendo 50 años. Por cada año que este grupo logre mantenerse sano y activo pueden, ellos solos, como grupo etáreo contribuir al crecimiento del uno por ciento de la economía mundial. En cambio, por cada año que vaya cayendo en dependencia y discapacidad, puede provocar un gasto de 7 trillones de dólares, ya que el 80 por ciento de los gastos de salud pública en la segunda mitad de la vida se invierten en individuos que de todos modos van a morir en menos de un año. Por estas razones, los baby boomers, que representan el 70 por ciento de los consumidores con gustos, necesidades y costumbres propias, serán un grupo muy mimado por la sociedad.
Expectativa de vida saludable
Uno de los parámetros más interesantes para reconocer el grado de evolución y la calidad de vida en una sociedad es estudiar la expectativa de vida (EV) de sus miembros.
La EV surge de una estadística que permite calcular para cada edad de una persona y en determinado lugar cuánto tiempo le queda por vivir.
A poco de comenzar el milenio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer una novedosa interpretación de esta estadística. Ya no se trataba de la EV, sino de la expectativa de vida saludable (EVS) que se da en determinados países.
En ese sentido, la Argentina se ubica en el lugar número 40, con una EV aceptable de 74 años, pero con una EVS de sólo 68 años.
“Esto significa ni más ni menos que el 10 por ciento del tiempo final de nuestras vidas estará signado por la dependencia y la discapacidad, y que la vejez se extenderá hasta ocupar el 10 por ciento de nuestra existencia, a menos que hoy mismo empecemos a hacer algo para evitarlo”, dice Hitzig.
Estudiando las distintas especies animales, se observa que esta etapa no dura, en general, más que del 1 al 2 por ciento de la vida.
“El desafío de las nuevas generaciones, entonces, es prolongar el envejecimiento saludable y acortar el tiempo de la vejez”, concluye.
Factores del envejecimiento
- Biológicos: alteraciones metabólicas. Enfermedades. Artrosis. Osteoporosis
- Psicológicos: calidad de vida. Satisfacción vital. Actitud mental
- Medio ambientales: contaminación. Estrés. Alimentación. Sedentarismo
En el buen camino
- Realizar un chequeo médico anual
- Hacer controles periódicos de presión arterial
- Controlar y cuidar el peso corporal
- Prestar atención a la cantidad y calidad de los alimentos que se ingieren
- Combatir las adicciones al consumo de psicofármacos y alcohol
- Revertir los hábitos sedentarios
- Desestructurar los pensamientos y liberar las emociones
- Mejorar y estimular las actitudes sociales
Fuente: Cincuenta y tantos, de Juan Hitzig, Grijalbo Mondadori